La ambición desmedida, nuevo lobo del hombre - TicoVisión |
Escrito en 02/08/12 a 20:57:24 GMT-06:00 Por Administrador |
"La respuesta de los gobiernos fue Salir en auxilio de los responsables de esta debacle financiera inyectándoles miles de billones de dólares para que siguieran exprimiendo a sus indefensos clientes". 02 de agosto de 2012 | TicoVisión | Redacción - | Opinión /Análisis | San José, Costa Rica | Tribuna para el Libre Pensamiento La ambición desmedida, nuevo lobo del hombre Por Silvio Avilez Gallo El siglo XXI despuntó hace ya más de una década y se han superado los temores infundados de quienes proclamaban el fin del mundo, aduciendo supuestas profecías apocalípticas. En cambio, pocos esperaban que el nuevo milenio se viera marcado por la más grave y prolongada crisis económica y financiera a nivel planetario. Inclusive la progresista y dinámica Europa comunitaria de finales del siglo XX, esgrimida como modelo del futuro para los llamados países en desarrollo, particularmente los de nuestra América hispánica, se ha visto sacudida por graves conmociones sistémicas que amenazan con desintegrar el “milagro económico” surgido de los Tratados de Roma de 1957. Los estudiosos y especialistas en temas financieros debaten continuamente las causas de esta pandemia y elaboran las más variadas teorías para terminar con la inestabilidad que pone en riesgo el futuro inmediato y mediato del mundo moderno. Empero, sería un error considerar solamente los aspectos económicos y financieros de este “tsunami” que nos azota desde hace varios años. Sin duda, estos efectos son quizá los más visibles y los que nos afectan más directamente. Sin embargo, hay que hurgar más a fondo para encontrar las raíces de este fenómeno. No se necesita ser experto en ciencias sociales para darse cuenta que desde mediados del siglo pasado la sociedad humana ha venido siendo víctima de un supuesto “modernismo”, que ha puesto en tela de juicio la supervivencia de valores éticos y morales sobre los cuales se ha asentado la estructura de nuestra civilización occidental y cristiana. El relativismo se ha impuesto, lo que ha traído como corolario la nivelación y desaparición de los principios que durante siglos habían constituido el soporte de la compleja estructura cívica, jurídica, social, moral y ética de la sociedad democrática. Hoy en día todo se cuestiona, la irresponsabilidad es la tónica en todos los campos de la actividad humana, lo que se traduce en la preponderancia de la corrupción generalizada, el libertinaje, la falta de compromiso, el individualismo retrógrado y el afloramiento de las más bajas pasiones del ser humano. ¿Tiene esto algo que ver con la actual crisis mundial? Muchísimo, a tal punto que podemos afirmar, sin pecar de exagerados, que es la consecuencia lógica de lo que sucede. No hace falta ser tan perspicaz ni tener una maestría en relaciones económicas para darse cuenta que la responsabilidad primaria de la profunda recesión de la economía mundial recae en el sistema bancario y financiero internacional. La ambición desmesurada por hacer dinero a cualquier costo ha significado la quiebra de pequeños, medianos y grandes empresarios, con el consiguiente desempleo de millones de personas; la pérdida de millones de casas y propiedades para quienes lucharon por hacer realidad el sueño de un techo propio y el aumento galopante de la pobreza extrema. ¿Y cuál fue la respuesta de los gobiernos? Salir en auxilio de los responsables de esta debacle financiera inyectándoles miles de billones de dólares para que siguieran exprimiendo a sus indefensos clientes y aumentando exponencialmente sus ganancias, con el falaz argumento de evitar la quiebra generalizada de la economía. Podría haberse optado por condicionar esa monstruosa entrega de dinero a la renegociación equitativa de los préstamos hipotecarios con los deudores, con lo cual todos habrían salido ganando: las instituciones financieras, al contar con nuevos recursos, y los millones de clientes morosos, que hubieran podido salvar sus bienes inmuebles. Esta gigantesca “solución parche” equivale a que a un condenado a la decapitación, para aliviar su sufrimiento, se le aumente la altura de la guillotina y se le incremente considerablemente el peso de la cuchilla que le cortará la cabeza... Es de sobra sabido que si el sistema financiero llegó a una situación de crisis terminal fue precisamente por haber ofrecido y concedido préstamos hipotecarios a clientes que no reunían los requisitos de solvencia para obtenerlos. El afán desmedido por el lucro fácil pudo más que las garantías de seguridad. La ambición desaforada se ha convertido en patrón de conducta a nivel planetario, desplazando principios como la solidaridad humana, la igualdad de oportunidades, la justicia social, la dignidad de la persona, la estabilidad de la familia y el valor de la democracia. El dinero es el nuevo dios a quien todos rinden pleitesía y la avaricia se ha convertido en la “virtud” por excelencia del ser humano. Será preciso modificar el antiguo refrán latino para adaptarlo a la nueva versión en los tiempos que corren:“Ambitio hominis lupus”. |
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