de un tabú prohibido y pecaminoso. Desde la represión física y psicológicalos pastores de estos rebaños de los que exigen obediencia y docilidad, tienen la vana pretensión siempre dolorosa para las víctimas de señalar reglas eternas para definir el amor y el pecado.

El precio pagado por incontables millones de mujeres, pero también de hombres, es imposible de medir y valorarse con un mínimo de justicia. La represión de la sexualidad y las prohibiciones y castigos impuestos desde el poder político-religioso, es una de las mayores tragedias padecidas y que no desaparecen de la sufriente condición humana. El poder patriarcal todavía vivo y coleante es el durísimo testimonio de lo hondo de las raíces de una dominación que se niega a desaparecer.

Se ha ganado una importante batalla y hay que reconocer el coraje puesto por el ministro Garnier. Pero la espada de Damocles sigue amenazando.

Los obispos de la iglesia católica anunciaron que sacaran su propia guía sexual para garantizar la pureza y castidad de nuestra infantes y adolescentes, nada de placer y de anticonceptivos, desde el inocente condón a la terrible píldora del día después, etcétera, etcétera.

Por su lado jerarcas de algunas iglesias evangélicas se han lanzado a un santa cruzada para que el gobierno saque las guías del ministerio de Educación de los centros de enseñanza. Hasta recogieron algunos miles de firmas para entregárselas a la presidenta Chinchilla y exigir la cabeza de Garnier.

Y lo más preocupante es que la Sala Constitucional llegara a la conclusión de que la asistencia a las clases de educación sexual no es obligatoria, que lo padres que quieran podrán prohibir a sus hijos e hijas participar. ¡Qué barbaridad!, como si se tratara de una clase de religión, asistir o no es optativo. Y han pasado más de dos siglos de la Ilustración y de las Luces.

La buena noticia es que una abrumadora mayoría de ciudadanas y ciudadanos manifiestan su total acuerdo con las guías de orientación sexual del MEP, apenas un 6 por ciento estaría en contra.

El poder conservador e integrista político-religioso continúa presentando una feroz oposición a la ley que garantiza los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, a la fecundación in vitro, al reconocimiento de los derechos civiles de las personas heterosexuales.

No son derechos del poder, son derechos de la gente que no lesionan el derecho de nadie pero que transgreden esa perversa alianza que durante siglos mantienen religión y poder para controlar la sexualidad y la vida de las personas.