Un informe de Amnistía Internacional recuerda que Sissi, entonces director de la inteligencia militar, se había reunido con una delegación de la organización a principios de 2012 que había mostrado su preocupación por el uso de las pruebas de virginidad. Sissi había respondido que se habían hecho estas pruebas para que el ejército no fuera acusado de violaciones, pero también había asegurado que no se volverían a producir.
Recordemos que Morsi, miembro de los Hermanos Musulmanes, fue elegido presidente en junio de 2012: era la primera vez que un civil era elegido a la cabeza del Estado Egipcio desde la toma de poder en julio de 1952 por parte de los “oficiales libres”. Recordemos también que en 1954 los militares y los Hermanos Musulmanes ya habían tenido un pulso.
Todavía es difícil medir el impacto de esta decisión y saber si va a encontrar oposición en el seno del ejército o del aparato judicial, que podría discutir su constitucionalidad. La prensa egipcia acude a fuentes internas del CSFA según las cuales se esperaba esta decisión y no ha sorprendido a Tantaoui. No es imposible que entre los oficiales exista una corriente que quiere acabar con Tantaoui, un representante del régimen anterior y de su corrupción, y que trata de encontrar un equilibrio entre el ejército y el poder civil. El reciente ataque contra los militares egipcios en Gaza, que causó dieciséis muertos, sin duda no ha reforzado el prestigio del ejército y Morsi se aprovechó de ello para destituir al director de la inteligencia.
Entre las primeras reacciones está la Abdel Moneim Aboul Foutouh, que fue el cuarto en la primera vuelta de las elecciones presidenciales y que ha anunciado su apoyo a Morsi (recordemos los resultados que obtuvieron los cuatro candidatos principales en la primera vuelta de las presidenciales: Morsi, 24,8%, Ahmed Chafik (candidato del régimen anterior), 23,6%, Hamdin Sabbahi (nasseriano), 20,7%, y Aboul Foutouh, 17,5%.
Esta crisis confirma el debilitamiento del papel del ejército. Durante la segunda vuelta de las elecciones presidenciales el ejército (o, en todo caso, el CSFA) estuvo dudando durante mucho tiempo si aceptar sus resultados: aunque los resultados se conocía desde mucho tiempo antes, hizo falta una semana para que la Comisión Electoral proclamara la victoria de Morsi (véase «L’Egypte entre révolution et contre-révolution»). A partir de ahora parece seguro que ya no es posible la vuelta atrás.
Esto no soluciona en absoluto los problemas del futuro de Egipto. Siguen planteados dos retos internos fundamentales: el de la consolidación de un régimen democrático representativo y el de las transformaciones económicas y sociales. En relación con el primero, los Hermanos Musulmanes deben participar en la solución en la medida en que no puede existir democracia en este país sin su participación al mismo título que las demás fuerzas políticas. Respecto al segundo, las cosas son menos evidentes: los Hermanos Musulmanes, o en todo caso, su dirección, predican el liberalismo económico y la economía de mercado; al mismo tiempo, no están relacionados con el capitalismo predador que ha estado saqueando Egipto desde hace dos décadas y podrían “moralizar la vida económica” conservando a la vez sus orientaciones, lo que no sería una victoria nimia.
Un artículo recuerda que los egipcios entre 18 y 29 años representan una cuarta parte de la población y la mitad de ellos vive en la pobreza. Estos jóvenes derrocaron a Mubarak para salir de la miseria, pero también para recuperar su libertad y su dignidad, y no parece que vayan a olvidarlo.