15 de diciembre de 2012.-   Muchas veces me pongo a meditar sobre El Pobre Padre, Aquél que todo lo ve y todo lo escucha,  y me digo a mis mismo… ¿qué pensará al ver tantos mensajes cuyo contenido pone palabras en Su Boca?, personas que se arrojan elegantemente el derecho de decir cosas en Su Nombre con una lógica que ni siquiera corresponde a un buen letrado  y mucho menos a Un Dios Infalible, capaz de haber creado un universo.

Versos van, versos vienen… queriendo reflejar una imagen que en su mayoría no tienen; porque el bien, la bondad, el amor, la caridad, el amor al prójimo (próximo), la sinceridad, la franqueza, el compartir, el visitar a los enfermos, a los padres, a los tíos, a los abuelos, a los hermanos etc., deben ser sentidos y expresados con los hechos, con la práctica y no con la efímera prédica cuyo trayecto no es más extendido que “del diente al labio”.

La falacia muere entre humanos, pues al Padre no se le escapan realidades, ni necesita palabras para conocer consciencias y conocer la capacidad de cada “espíritu”, que es donde se alberga el