Siete motivos por los que EE.UU. no puede dejar de hacer guerras - TicoVisión |
Escrito en 12/07/10 a 08:19:07 GMT-06:00 Por Administrador |
12 de Julio de 2010 TicoVisión Por William Astore TomDispatch Redacción.- Introducción Algunas palabras tienen una manera de perdurar. Cuando el gobierno de Bush se lanzó contra Iraq en la primavera de 2003, el Pentágono ya tenía planes para construir por lo menos cuatro gigantescas bases estadounidenses en ese país y controlarlas a largo plazo. Pero cuando se les preguntaba al respecto, los funcionarios y portavoces del gobierno se mostraban ansiosos de evitar la relación entre la palabra “permanente” y esas bases aún no construidas y así, durante un cierto tiempo, se refirieron ellas como “campos perdurables”, una frase que tenía cierto encanto y ninguna de las insinuaciones siniestras de “base permanente”. Al final, claro está, más de cuatro bases masivas fueron construidas y controladas. En vista de la lenta reducción de fuerzas estadounidenses, su destino sigue siendo desconocido –y típicamente no discutido en EE.UU.– pero por lo que se sabe siguen “perdurando” e, inmensas como son, no podrían parecer más permanentes. Según un acuerdo firmado al final del segundo período de George W. Bush, todas las “tropas de combate” estadounidenses deben retirarse de Iraq antes de agosto de este año, por lo tanto los militares de EE.UU. planifican re-etiquetar todas las “operaciones de combate” posteriores a agosto como “operaciones de estabilidad”. Hay que considerarlo como “perduración” lingüística. De la misma manera, se supone que todas las tropas de EE.UU. estarán fuera de Iraq a finales de 2011, pero como señaló recientemente Tim Arango del New York Times: “Pocos creen que la participación militar de EE.UU. en Iraq termine entonces. La sabiduría convencional entre oficiales militares, diplomáticos y funcionarios iraquíes es que después de que se forme un nuevo gobierno, comenzarán conversaciones sobre una presencia de tropas estadounidenses durante un plazo más largo. ‘Quisiera decir que en Iraq, lo único que los estadounidenses saben con seguridad, es que no sabemos nada que sea seguro’, dijo Brett H. McGurk, ex funcionario del Consejo Nacional de Seguridad en Iraq y actual miembro del Consejo de Relaciones Extranjeras. ‘La excepción es lo que ocurra una vez que haya un nuevo gobierno: pedirán que se modifique el Acuerdo de Seguridad y se extienda la fecha de 2011. Deberíamos tomar en serio ese pedido’”. Existe, en otras palabras, una posibilidad con una base sólida –o por lo menos un serio sueño estadounidense– de que nuestras mega-instalaciones en Iraq perduren (incluyendo nuestra embajada-ciudadela de casi 750.000 millones de dólares en el corazón de Bagdad cuyo funcionamiento cuesta más de 1.500 millones de dólares al año y que tiene 1.800 guardias privados de seguridad). Ahora, demos un salto a unos miles de kilómetros a otra guerra, Afganistán, y un recién nombrado comandante de la guerra que testifica ante el Senado en sus audiencias de confirmación. Como respuesta a preguntas sobre la decisión previamente anunciada del presidente Obama de iniciar un cierto tipo de reducción de fuerzas en ese país en julio de 2011, el general David Petraeus pasó mucho tiempo minimizando la importancia de esa fecha (como lo hizo el presidente). Incluso mencionó la posibilidad de que esa fecha podría retrasarse. Al hacerlo, escogiendo con cuidado sus palabras, dijo lo siguiente: “Es importante que se tome nota de la alusión del presidente en los últimos días de que julio de 2011 sólo marcará el comienzo de un proceso, no una fecha en la cual EE.UU. se dirija hacia las salidas y apague las luces. Como explicó el domingo pasado, en los hechos ‘tendremos que proveer ayuda a Afganistán durante mucho tiempo…’ Además, como ha reconocido el presidente Karzai y como señaló una serie de dirigentes aliados en la reciente Cumbre del G-20, van a pasar muchos años antes de que las fuerzas afganas puedan manejar verdaderamente por sí solas las tareas de seguridad en Afganistán. El compromiso con Afganistán es necesariamente, por lo tanto, perdurable, y ni los talibanes ni nuestros socios afganos y paquistaníes deberían dudarlo”. En vista de la historia de las últimas guerras de EE.UU., ese “perdurable” no podría ser una formulación más siniestra. El teniente coronel retirado y colaborador regular de TomDispatch William Astore, echa una mirada al aspecto más “perdurable” de la escena militar estadounidense en nuestra época, nuestras persistentes guerras –y las preparaciones para la guerra que las acompañan. Tom. * La esperanza y el cambio se desvanecen, pero la guerra perdura Siete motivos por los que EE.UU. no puede dejar de hacer la guerra Nuestros dirigentes políticos, los medios y los militares, interpretan la perpetuación de la guerra como una medida de nuestra capacidad nacional, nuestro poder global, nuestras agallas ante el peligro eterno y nuestra seriedad. Un deseo de des-escalar y de retirarse, por otra parte, se ve invariablemente como apaciguamiento y salir corriendo, y se descarta como una debilidad. Constantemente las opciones de retirada, en una frase favorita de las elites de Washington, “no están sobre la mesa” cuando está en juego la política global, como durante la reconsideración a fondo de la guerra afgana por el gobierno de Obama en el otoño de 2009. Vista desde este punto de vista, la decisión final del presidente de hacer una ‘oleada’ en Afganistán no sólo era previsible, sino el único camino considerado apropiado para un dirigente estadounidense en tiempos de guerra. En lugar de ser la alternativa difícil, fue el camino de la menor resistencia. ¿Por qué nuestras elites dan tan rápida y regularmente una oportunidad a la guerra, y no a la paz? ¿Cuáles son exactamente las fuentes de la conducta de Washington (y de EE.UU.) cuando tiene que ver con la guerra y preparativos para más de lo mismo? Consideremos estas siete causas:
Semejantes pesadillas febriles, imposibles de refutar, pueden invocarse en todo momento para asustar a los críticos para que guarden silencio. Son un chivo expiatorio conveniente, que nos deja acobardados mientras enviamos a nuestros superhombres militares a salvarnos (y al mundo), y preservamos nuestro derecho a visitar el centro comercial y a viajar a Disney World sin que nos lancen bombas atómicas. La verdad es que nadie sabe realmente lo que sucedería si EE.UU. se retirara de Afganistán. Pero sí sabemos lo que sucede ahora, cuando estamos totalmente involucrados: seguimos en una guerra que nos cuesta casi 7.000 millones de dólares al mes, que no estamos ganando (y que seguramente no se puede ganar), una guerra que puede estar aumentando las probabilidades de otro 11-S, en lugar de disminuirlas. Poniendo un “tapón” a las fuentes de la guerra Cada una de estas siete fuentes que alimentan nuestras guerras perdurables debe ser bloqueada. Por lo tanto, menciono siete sugerencias para el tipo de “tapones” –ojalá sean más efectivos que las improvisaciones de BP– que tenemos que instalar:
Ahí los tenéis: mis siete “tapones” para contener la efusión de nuestro apoyo a la guerra permanente. Nadie dijo que sería fácil. Basta con preguntar a BP si es fácil es taponar una efusión fuera de control. A pesar de todo, si nosotros como sociedad no estamos dispuestos a trabajar por un cambio real –por cierto, a exigirlo– estaremos en una curva militar ascendeente hasta que implotemos. ---- William J. Astore es un teniente coronel en retiro (Fuerzas Armadas de EE.UU.), que colabora habitualmente con TomDispatch. Ha dado clases en la Academia de la Fuerza Aérea y en la Escuela de Posgraduados Navales, y en la actualidad enseña Historia en la Facultad de Tecnología de Pensilvania. Puede contactarse con él en: wastore@pct.edu |
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