han recibido, con las imágenes televisivas y los informes que les dicen que Chávez era amado intensamente por el pueblo humilde de su patria, y respetado en América Latina y El Caribe, y en todo el mundo, pero al final también tomaran partido, dependiendo de su sensibilidad más íntima, aunque no se atrevan a decirlo.

Claro que hay matices, muchos, pero hay un punto de deslinde. Quién entienda que la unidad latinoamericana es el camino, quién rechace el sometimiento a potencias extranjeras, quién concluya que la solidaridad entre los pueblos es lo que cabe, quién crea que la riqueza de un país debe servir para el bienestar de todos y no de unos pocos. Quién levante las banderas contra la discriminación de los indígenas, de las mujeres, de los "diversos" e "incurables", esos tenderán a ponerse, por críticos que sean, del lado de quienes le reconocemos méritos, y grandes, a Hugo Chávez. Del otro lado estaran los que nos ven como inferiores, incapaces de vivir sin la tutela y las "ayudas" del norte, los que sienten que lo que se ha despertado afecta sus intereses o ambiciones, los que desprecian a la gente humilde y la ven como incapaz de tomar en sus manos los asuntos generales, los que creen que sus privilegios son divinos. Esos que se solidarizan con los venezolanos de los barrios altos de Caracas y con los "exiliados" de Miami, que le ven "clase" a Capriles y falta de ella al "chusma" de Maduro, se alinean de ese lado.

Pero todos, aunque hagamos recovecos, y levantemos el grito de imparciales, en estas circunstancias, estamos tomando posiciones.