"La muerte es una vida vivida.
La vida es una muerte que viene." J. L. Borges
Reportaje por Isa Morales San José, 5 de abril de 2013.- Existen equipos formados por médicos, enfermeras y enfermeros, auxiliadores, trabajadores sociales, psicólogos, religiosos y de una forma muy significativa damas voluntarias que con un gran carisma y amor dan un tipo especial de cuidados dirigidos a las personas con enfermedades avanzadas que no han respondido a los tratamientos convencionales. Su principal objetivo es cuidar y aliviar en lo posible el sufrimiento y el malestar que provoca la enfermedad, y ayudar con los problemas que surgen por la enfermedad tanto al enfermo como a su familia al proveer ayuda emocional, física, social y espiritual. A este maravilloso grupo de seres humanos, unidos en pro del enfermo y de su grupo familiar pues así le llamamos cuando aún no ha sido un asunto que nos ha tocado se le llama Centro Nacional del Dolor y Cuidados Paliativos. Y en Costa Rica tenemos la bendición de tener a personas como el Doctor Isaías Salas Herrera quien es el Director de dicho centro, el
doctor Avalos, el Mcs Henry Delgado y tantos otros profesionales y damas voluntarias que se desviven día a día por ayudar con una increíble calidez a sus queridos pacientes a enfrentar esos momentos con paz y dignidad.
Solo personas con tanta humanidad pueden desenvolverse en un ambiente tan doloroso y convertirse en esos momentos en un ser de luz que comprende y escucha al enfermo, que siempre esta anuente a buscar los medios para combatir el dolor físico y el dolor emocional.
Hay un enfermero de la clínica del dolor que me llevó a escribir este artículo y Jose Solano Picado, por amor a Dios que mística, que fuerza y que coraje para enfrentarse a las úlceras que corroen la piel de sus pacientes y que clase de medicina más rápida y activa tiene él para sanar. Empieza curando el alma y luego poco a poco se van viendo los resultados de sus curaciones de una forma casi mágica. Cuándo el cáncer u otros males se llevan el alma y las partes del cuerpo de una persona y él toma esa enfermedad como su propio reto es ahí donde uno se da cuenta que no es él quien hace las curaciones, es Dios que utiliza sus manos y el amor de su corazón.
Las palabras de Elisabeth Küker-Ross, suenan como un himno de paz y son el vivo retrato del grupo humano del Centro Nacional de Control del Dolor y Cuidados Paliativos.
"Aquellos que tienen la fuerza y el valor para sentarse junto a un paciente moribundo, en el silencio que va más allá de las palabras, sabrán que ese momento no asusta, no es doloroso... ser testigo de una muerte pacífica es como observar una estrella fugaz."