El poder del narcotráfico: Alerta Costa Rica - TicoVisión
Muchos eventos –narcos- de funcionarios, auxiliares fiscales y policías indican el nivel de la podredumbre. Lo grave es que hayan jueces que se atrevan a disminuir las medidas cautelares...
16 de mayo de 2013 | TicoVisión | Redacción - | Opinión | San José, Costa Rica | Tribuna para el Libre Pensamiento
Por Juan Diego Castro *
16 de mayo de 2013.- El narcotráfico es el más grave problema de seguridad que afecta nuestra región. La carnicería que padece la sociedad mexicana es el aviso más claro y más cercano de lo ha iniciado apenas en Centro América y en Costa Rica. Los ajusticiamientos son solo una muestra.
Las autoridades colombianas nos lo han advertido desde hace más de quince años. Las agencias antidrogas de los países amigos lo han señalado a nuestros gobiernos reiteradamente. El narcotráfico es un monstruo que se apodera vertiginosamente de las sociedades, de las instituciones, de los Estados y de la vida una huella espantosa de dolor y sangre. Es una maldita infección que pudre los tuétanos morales de pueblos enteros, inunda en dólares y muerte el alma de los pueblos y todo lo destruye.
La metástasis del narcotráfico invade silenciosamente todas las estructuras sociales. Penetra por todas partes, corrompe policías, fiscales, jueces, políticos, empresarios. Las células cancerígenas del dinero sucio tienen el “efecto de balas de cañón” y despedazan pueblos enteros, más rápido de lo que nos imaginamos.
Los brotes purulentos se repiten. El inefable Tribunal de Pérez Zeledón, destituido por la Corte, con uno de sus jueces esposado, del mismo apellido de ese cantón, dejó un asqueroso hito jurisprudencial que aún esparce su hedor. Esos jueces
Las autoridades colombianas nos lo han advertido desde hace más de quince años. Las agencias antidrogas de los países amigos lo han señalado a nuestros gobiernos reiteradamente. El narcotráfico es un monstruo que se apodera vertiginosamente de las sociedades, de las instituciones, de los Estados y de la vida una huella espantosa de dolor y sangre. Es una maldita infección que pudre los tuétanos morales de pueblos enteros, inunda en dólares y muerte el alma de los pueblos y todo lo destruye.
La metástasis del narcotráfico invade silenciosamente todas las estructuras sociales. Penetra por todas partes, corrompe policías, fiscales, jueces, políticos, empresarios. Las células cancerígenas del dinero sucio tienen el “efecto de balas de cañón” y despedazan pueblos enteros, más rápido de lo que nos imaginamos.
Los brotes purulentos se repiten. El inefable Tribunal de Pérez Zeledón, destituido por la Corte, con uno de sus jueces esposado, del mismo apellido de ese cantón, dejó un asqueroso hito jurisprudencial que aún esparce su hedor. Esos jueces
disminuyeron los años de condena a unos narcos mexicanos, los soltaron criminalmente. Uno se compró una casa en el barrio Onix mientras invocaba hincado a San Lesmes.
Muchos eventos –narcos- de funcionarios, auxiliares fiscales y policías indican el nivel de la podredumbre. Lo grave es que hayan jueces que se atrevan a disminuir las medidas cautelares a los mafiosos, se valgan de argumentos ridículos y respondan con insolencia a la prensa. La mezcla de abolicionismo, ultragarantismo y carencia de sentido común, son como el azufre, el carbón y el salitre, para generar la pólvora que explota la Patria en pedazos.
Un miembro del exclusivo Club de Tommy, agresor de su exesposa y firmante de torpes escritillos, sigue haciendo alarde de su cinismo sinigual, retuerce la ética y afirma que es su deber defender mafiosos, mientras chilla contra “los juicios mediáticos”. Por ese se escondía de la prensa cuando defendió un narco. Ese truco de tomarse fotos en Disney todos los años, decir “bendiciones” y salir en los topes por un lado y tratar de “playos” y “cobardes” a quienes lo enfrentan, por el otro, no son más que los síntomas de la peor hipocresía, como la de su cliente violador que lo aplaude en las redes sociales.
Como me dijo el doctor Rivero, el miércoles pasado, los honorarios que un abogado particular recibe de un cliente narco, son dinero lleno de sangre y muerte. Al igual que él yo no defiendo narcotraficantes ni violadores. A otros lo que les interesa es recibir dinero, mucho dinero, sean honorarios o dividendos compartidos de la mafia… y después tomarse una foto con el ratón Miguelito.
* Juan Diego Castro. 1955. Es abogado desde 1979. Se ha dedicado al Derecho Penal. Ha publicado ocho libros y más de treinta y cinco artículos sobre temas de Derecho Penal, Criminología, Delincuencia y Periodismo, Victimología e Informática Jurídica. Escribe desde el 2001, una columna semanal en el diario La Prensa Libre. Ocupó los cargos de ministro de Seguridad Pública, de Gobernación y Policía y de Justicia y Gracia. Fue presidente del Colegio de Abogados de Costa Rica.
Muchos eventos –narcos- de funcionarios, auxiliares fiscales y policías indican el nivel de la podredumbre. Lo grave es que hayan jueces que se atrevan a disminuir las medidas cautelares a los mafiosos, se valgan de argumentos ridículos y respondan con insolencia a la prensa. La mezcla de abolicionismo, ultragarantismo y carencia de sentido común, son como el azufre, el carbón y el salitre, para generar la pólvora que explota la Patria en pedazos.
Un miembro del exclusivo Club de Tommy, agresor de su exesposa y firmante de torpes escritillos, sigue haciendo alarde de su cinismo sinigual, retuerce la ética y afirma que es su deber defender mafiosos, mientras chilla contra “los juicios mediáticos”. Por ese se escondía de la prensa cuando defendió un narco. Ese truco de tomarse fotos en Disney todos los años, decir “bendiciones” y salir en los topes por un lado y tratar de “playos” y “cobardes” a quienes lo enfrentan, por el otro, no son más que los síntomas de la peor hipocresía, como la de su cliente violador que lo aplaude en las redes sociales.
Como me dijo el doctor Rivero, el miércoles pasado, los honorarios que un abogado particular recibe de un cliente narco, son dinero lleno de sangre y muerte. Al igual que él yo no defiendo narcotraficantes ni violadores. A otros lo que les interesa es recibir dinero, mucho dinero, sean honorarios o dividendos compartidos de la mafia… y después tomarse una foto con el ratón Miguelito.
* Juan Diego Castro. 1955. Es abogado desde 1979. Se ha dedicado al Derecho Penal. Ha publicado ocho libros y más de treinta y cinco artículos sobre temas de Derecho Penal, Criminología, Delincuencia y Periodismo, Victimología e Informática Jurídica. Escribe desde el 2001, una columna semanal en el diario La Prensa Libre. Ocupó los cargos de ministro de Seguridad Pública, de Gobernación y Policía y de Justicia y Gracia. Fue presidente del Colegio de Abogados de Costa Rica.
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