Lo que ocurrió en la Universidad Nacional de Costa Rica (UNA), este 23 de octubre de 2013, fue una simple exposición de ideas (incompleta por cierto, pues solo seis de los candidatos participaron). Inconclusas también por los tiempos asignados. Algunas fueron dulces a muchos oídos, otras amargas como el no saber dónde están los pobres; pero fueron motivadores falaces para que muchos aplaudieran a algunos y otros muchos, inclusive, optaran por alguno de los expositores. Para mí, solamente fueron palabras que no me brindan elementos fundamentados de juicio para calificar o cualificar a algunos de los candidatos. Lo único que quedó claro es lo que ya sabíamos… la inclinación ideológica de cada uno.

Lo triste es que este debate se dio en una de nuestras mejores universidades, donde se supone se conoce mejor la realidad nacional y por ende, les capacita para los mejores cuestionamientos y no el simple aplauso a quien más levantara el tono de su mensaje. Más me entristece ver y escuchar que politólogos y analistas se han dado gusto de especular (porque es lo único que cabe, la especulación) sobre las ventajas o desventajas de los diferentes candidatos, especulaciones que de una u otra manera influyen en el criterio del elector.

Si continuamos por esta senda, mejor sentémonos plácidamente a ver “Spots” televisivos y juguemos al “tin marín de do pingüe” y per sé hablaremos de puentes caídos, de huecos en las calles, de presas de dos y tres horas, de peculado, de lavado de dinero, de sobresueldos, de pérdida de la democracia, de déficit en la educación, de déficit fiscal y paquetes tributarios, de la extinción de la CCSS,  de pobres más pobres y ricos más ricos etc., etc., etc., y así tendremos un 2014 con bastantes críticas por las redes sociales que a nada nos llevan si cuando tenemos la oportunidad de rectificarlas, no exigimos debates maduros para demócratas maduros y dejar de continuar siendo consumidores masivos de promesas vagas y falaces.