Hasta hace poco los gobiernos de la OTAN, con Israel y Estados Unidos a la cabeza, le tildaban de dictador, déspota y opresor del sexo femenino… ¿Cómo hace un “déspota oriental” para abandonar su palacio persa y salir a la calle sin ser linchado por el pueblo “tan oprimido”…? Y se dirige a una de las universidades más repletas de mujeres estudiantes a las que supuestamente él les prohibía estudiar. Y no lleva guardaespaldas, ni tiene policías en ninguna mansión como gozan los ex presidentes de occidente, o los de la democracia ejemplar de Costa Rica, que cuando paso frente a la casa de don Oscar Arias, me parece que estoy pasando por un cuartel militar y me pregunto… ¿pagamos todos los ciudadanos a quienes cuidan a nuestro “premio Nobel”?

Luego de 8 años de gobierno, Ahmadinejad viaja en bus entre paisanos. No cobra dietas especiales y vive de sus clases en la Universidad. No está indicado para sí un derecho de pensión especial vitalicia como se recetan en Occidente y en nuestro país, todos los funcionarios estatales desde el presidente hacia abajo, haciendo énfasis en nuestros “queridos” diputados. Ah, y continúa viviendo en su país, no tuvo que salir a esperar que prescribiera ningún caso en su contra, estrategia que posiblemente lleve a cabo doña Laura y algunos de sus allegados, pues hay rumores de que doña Laura ya compró una mansión en Francia.

Una situación en la que el más alto cargo de un país, con un enorme poder político, posteriormente regresara a su humilde posición como profesor universitario es difícil de imaginar. Pero más importante aún, ¿cómo un simple profesor universitario llegó a dirigir una potencia en Medio Oriente, en ese Medio Oriente tan retrógrado?, ¿no será eso democracia?

Y por aquello de que don Johnny nos llegue a gobernar, le deberíamos haber impedido viajar a México a aprender “artes dictatoriales bajo máscara de democracia” con el PRI, y lo hubiéramos mandado a recibir unas clasecitas de Ingeniería y humildad con el señor Ahmadinejad.

Ahmadinejad es un musulmán devoto, usted puede estar de acuerdo o en desacuerdo con él políticamente, pero está sujeto al sistema islámico de gobierno y respeta sus disposiciones, no importa si es  “shiita” o  “sunita”… Tiene su propia opinión política, pero respeta las  “reglas del juego” estipuladas por la Constitución de la República Islámica.