7 de enero de 2014.-  Pocas veces hago intervenciones de tipo político, sin embargo la inminencia de la llamada “fiesta electoral” me fuerza a expresar algunas consideraciones y puntos de vista. No voy a caer en el juego de moda que consiste en desacreditar candidatos por criterios simplistas y malintencionados, creo que la decisión de por quién votar debe responder a otro tipo de valoración. No es algo que se relacione con la edad, la forma de vestir, el estado civil o las preferencias sexuales; nada de eso define la capacidad o incapacidad de gobernar. De hecho en este momento es una cuestión de visión de Estado.

Si Romano Salazar fuera el único y soberano elector, habría optado por la elección más descabellada de la historia política mundial. Sería la elección más escandalosa jamás antes vista en ninguna parte del mundo, excepto en países con tradición parlamentaria que es la única forma de gobierno que podría hipotéticamente presentar un esquema similar.

Yo elegiría una coalición entre el partido Movimiento Libertario y Frente Amplio, pero ¿por qué esta idea tan bizarra?

Costa Rica necesita urgentemente un nuevo modelo de Estado, que combine las bondades del liberalismo y las de la izquierda, pero que no presente las debilidades de ninguna de las dos. ¡Se necesita llegar a un consenso en materia de políticas de Estado que se planifiquen a mediano y largo plazo! Que se garantice su cumplimiento como un proyecto país. Que no se cambien cada cuatro años dependiendo de la  ideología partidista o de los intereses particulares