salud, educación, recreación, y seguridad. Y que además de hospitales y de escuelas, cuenten con buenos y eficientes servicios, de electricidad, comunicaciones y agua, y que se construya y se le dé atención a las infraestructuras necesarias, como carreteras, ferrocarriles, y puertos aéreos y marítimos, para movilizar bienes y gentes, a lo largo y ancho del territorio nacional. Para todo esto se requiere dinero, por supuesto, con manos limpias y sin corrupción, entonces se pagan contribuciones, que llaman impuestos, para poder atender todo lo que la sociedad reclama. Esto es así en todo el mundo más o menos civilizado.

Pues bien, aquí tenemos el problema de que los que más tienen no quieren contribuir en la medida de sus posibilidades, y lo que se recauda muchas veces termina perdiéndose en el camino, a través de súper sueldos, ineficiencia, y toda clase de prebendas, abusos y pillerías.

De eso se trata, vemos que no es un asunto sencillo, de poner al frente del gobierno a gente que esté dispuesta a hacer caminar las cosas, distribuyendo mejor la riqueza, atendiendo eficientemente las responsabilidades que competen al estado y favoreciendo la producción en las fábricas y los campos, alentando una educación que privilegie la fraternidad frente al egoísmo, y que respete los derechos de todas las minorías.

En dos platos, poniendo orden en la casa, o mejor, sacando la carreta del lodazal en que la han metido los que han venido gobernado, para su disfrute y el de sus allegados, teniendo muy poco presente el beneficio de toda la sociedad. Ni más ni menos de eso se trata.

Si sabemos guardar la compostura, todo esto se puede lograr, sin que nos arranquemos los pelos unos a otros. También de eso se trata.