Entre Oda y Salutación - TicoVisión |
Escrito en 03/06/14 a 07:55:20 GMT-06:00 Por Administrador |
Siempre se ha cuestionado que si el nicaragüense, Príncipe de las Letras Castellanas, Rubén Darío (1867-1916) fue un escritor interesado y comprometido con el ambiente político de su época o si fue un retratista... Por Max Lacayo L. * Escritor 3 de junio de 2014.- Siempre se ha cuestionado que si el nicaragüense, Príncipe de las Letras Castellanas, Rubén Darío (1867-1916) fue un escritor interesado y comprometido con el ambiente político de su época o si fue un retratista de coyunturas. Quizás en cada gran autor existe una fuerza exterior que, desde lejos, los avienta a verter sus eminentes producciones; las que a veces ni siquiera ellos mismos pueden interpretar. A manera de ilustración, podríamos contrastar dos poemas de Darío que se contradicen entre sí: Oda a Roosevelt y Salutación al águila. Darío escribió la Oda a Roosevelt (1903) en España, cuando vivía en Málaga con la española Francisca Sánchez; cuatro años después de la Guerra hispano-estadounidense, que resultó en la pérdida, por parte de España, de sus colonias insulares asiáticas y americanas; el mismo año que Roosevelt adquiere la Zona del Canal después que Panamá se separó de Colombia; en el tiempo que Darío era amigo de Isaac Arias, cónsul de Colombia. En este poema Darío vocifera contra los Estados Unidos, que firmemente continúa defendiendo todo intento de colonización europea en América. Aquí el poeta hace una sofisticada, severa caricatura del presidente Theodore Roosevelt a quien presenta como carente de Dios y como futuro invasor del Sur. Esta es la faceta de Darío que a menudo celebran las organizaciones de izquierda. Aquí nos preguntamos por qué si el sentimiento de Rubén tenía sus bases contra toda política invasora, su postura fuera aguerridamente orgullosa de la herencia Ibérica y del heráldico, rampante “León Español”, como cita en el poema. Y quién pudiera decir cuántos grados de separación de Dios tenía Roosevelt cuando le fue otorgado el Premio Nobel de la Paz, por negociar el fin de la guerra Ruso-Japonesa. O cuando fue baleado por un anarquista al comenzar un discurso, el cual terminó al momento en que se desplomó y en el hospital se determinó la imposibilidad de extraerle la bala con la que vivió incrustada en un pulmón el resto de su vida. Cuán alejado de Dios estaría este hombre de virtudes, virgen en su vida de soltero, naturalista, explorador, escritor, soldado, estadista, temeroso y amante de Dios como lo indican casi todas sus palabras y acciones. En contraposición, en 1907, en el prólogo a su poemario El canto errante, Darío escribe: “El mayor elogio hecho recientemente a la Poesía y a los poetas ha sido expresado en lengua ‘anglosajona’ por un hombre insospechable de extraordinarias complacencias con las nueve Musas. Un yanqui. Se trata de Teodoro Roosevelt. Ese Presidente de República juzga a los armoniosos portaliras con mucha mejor voluntad que el filósofo Platón. Por esto comprenderéis que el terrible cazador es un varón sensato”. En ese libro Darío incluye su poema Salutación al águila (1906), asumiendo la voz de América hispana para alabar, saludar y dar la bienvenida a los Estados Unidos y a lo que esa nación representa: “Bien vengas, mágica Águila de alas enormes y fuertes/a extender sobre el Sur tu gran sombra continental/, E, pluribus unum! Gloria, victoria, trabajo!/Tráenos los secretos de las labores del Norte,/y que los hijos nuestros dejen de ser los rétores latinos,/y aprendan de los yanquis la constancia, el vigor, el carácter./¡Que la Latina América reciba tu mágica influencia/y que renazca un nuevo Olimpo, lleno de dioses y héroes!” Quizás en la misma inspiración del virtuoso es donde radica la perfección de su genio y, al mismo tiempo, sus debilidades humanas y los indomables impulsos. * Por Max Lacayo Lacayo, Nicaragüense: economista, escritor, poeta y crítico literario. Egresado de University of New Orleans. También publicado en el diario La Prensa de Nicaragua. |
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