Al Presidente Venezolano lo acusan por aplicar la ley y la constitución de su país. Los denunciados tendrán un juicio justo, aquí no. Los medios de comunicación que ocultan la verdad y mienten tienen que pagar por sus fechorías, aquí no sucede eso. Los especuladores y acumuladores enfrentarán la justicia, en Costa Rica actúan libremente por protección de los Gobiernos liberacionistas. Los promotores de violencia tendrán un juicio justo, aquí no hay justicia.

Qué ironía más tremenda la de los “impulsores de las democracias”. Primero dicen abiertamente que el camino correcto es la democracia, segundo que solo así habrá paz en los pueblos y tercero apoyan a los países que imponen este “sistema” por la fuerza asesinando a miles de seres humanos, especialmente niños. Pero cuando electoralmente llegan al poder los que ellos no quieren que gobiernen libremente a un pueblo, porque hacen a un lado los intereses de los ricos, entonces “la democracia ya no sirve” y dicen que es una dictadura. Irrespetan la voz del pueblo venezolano quien ha electo libremente a sus gobernantes y lo peor es que cuestionan su inteligencia por su escogencia.

Esas incoherencias son las que precisamente tiene sumido a los hermanos centroamericanos de Honduras, Guatemala y hasta hace poco a El Salvador, en la más absoluta de las violencias y pobreza: que un Plan de Paz redactado para proteger los intereses de dictadores y dejar en la impunidad a miles de asesinos militares de sus ejércitos, se haya impulsado como “solución democrática” que jamás llegó a esos pueblos hermanos. Nunca se erradicó la violencia en Centroamérica. Solo fue pasada de los gobiernos a los carteles de droga. Con esa incoherencia logró Oscar Arias que le dieran un Premio Nobel de la Paz. De ese reconocimiento emana sangre de nuestros hermanos centroamericanos a los cuales los engañaron con una paz que nunca les llegó. Oscar Arias debe dejar en paz al pueblo Venezolano porque no tiene autoridad moral para criticar a su Gobierno.