Banco Central de Costa Rica: ni onza de novedad - TicoVisión |
Escrito en 03/08/14 a 10:51:16 GMT-06:00 Por Administrador |
Primero, la gestión de la política monetaria queda subordinada a un único objetivo: el control de la inflación y su estabilización en niveles suficientemente bajos. El argumento que lo justifica es, asimismo, el que la... ni onza de novedad Por el Dr. Luis Paulino Vargas Solis * 3 de agosto de 2014.- El jueves 31 de julio el Banco Central dio a conocer su “Revisión del Programa Macroeconómico 2014-2015”. Lo esperé con especial interés a fin de poder tener una idea mejor fundamentada de la orientación que la nueva jerarquía al comando de esa importante institución –con don Olivier Castro como presidente- le imprimiría. Por el momento, y a juzgar por el material que se nos ofrece –el documento oficial dado a conocer y las declaraciones a la prensa por parte del señor Castro- queda claro que no hay novedad alguna. Lo que se nos ofrece es un ejercicio de reafirmación de la ortodoxia dominante. Primero, la gestión de la política monetaria queda subordinada a un único objetivo: el control de la inflación y su estabilización en niveles suficientemente bajos. El argumento que lo justifica es, asimismo, el que la ortodoxia impone: una inflación baja propicia un ambiente de estabilidad, lo que, a su vez, facilita que los “agentes económicos” tomen decisiones de inversión y consumo más certeras, lo cual favorecerá el crecimiento de la economía y el empleo. Segundo, la inflación es vista como un problema de índole estrictamente monetario, según el argumento usual de que a mediano y largo plazo es la cantidad de dinero la que determina el nivel de inflación. Y aunque se admite que a corto plazo ésta puede oscilar por factores o choques no propiamente monetarios (por ejemplo, la devaluación experimentada durante los primeros meses de este año), sin embargo ésos son considerados efectos transitorios. Así el interés central queda depositado en el control de la cantidad de dinero y hacia ahí se enfoca el esfuerzo de las autoridades del Banco Central. Tercero, y fieles a lo que esa misma ortodoxia demanda, hay una explícita renuncia a la posibilidad de cualquier manejo de la política monetaria expresamente orientado a propiciar la generación de empleo. Ello es reafirmado por el propio Olivier Castro en entrevista para La Nación. Como ya he indicado, prevalece en cambio la tesis de que el empleo se verá favorecido como un subproducto ulterior, gracias a los beneficiosos efectos atribuidos al control de la inflación. Por su parte, y en relación con el tipo de cambio, la propuesta formulada gira alrededor de dos asuntos: estabilizarlo pero sin que ello implique fijarlo en un valor dado y, segundo, avanzar hacia un esquema de “flotación administrada”, con la eventual supresión de las actuales bandas cambiarias. La así llamada “flotación administrada” básicamente implicaría permitir que sea el mercado –la oferta y la demanda- el que establezca el precio del dólar, pero admitiendo intervenciones del Banco Central cada vez que sea necesario y a fin de evitar fluctuaciones más pronunciadas de lo que se consideraría deseable. La eventual supresión de las bandas resulta, en este contexto, un asunto anodino, puesto que éstas simplemente no han funcionado debido a diversas circunstancia, entre las cuales está su excesiva amplitud (más de 300 colones de diferencia entre el piso y el techo). Es llamativo que no haya ningún reconocimiento, y ni siquiera una sola mención, a la situación de sobrevaluación del colón respecto del dólar. En consecuencia con esto último, no hay tampoco nada que insinúe alguna posible corrección, la cual deseablemente debería propiciarse de forma ordenada y previsible. El valor excesivo del colón frente al dólar es un factor que, con seguridad, esté teniendo consecuencias negativas sobre el crecimiento de la economía y sobre la generación de empleos. Si recordamos que, paralelamente, se renuncia a cualquier uso de la política monetaria que favorezca la generación de empleos, lo que se configura es una voluntad –implícita pero perfectamente clara- orientada a sacrificar empleos a favor de una inflación baja, lo cual resulta aún más contundente puesto que el propósito de estabilizar el tipo de cambio y mantenerlo sobrevaluado, claramente atiende a la intención de utilizarlo como ancla inflacionaria, según la conocida obsesión de la ortodoxia económica. En su conjunto, y como he indicado, estamos en presencia de un discurso convencional, el cual repite los lugares comunes ideológicos del neoliberalismo y cuyo sustento teórico está en la economía neoclásica. Enfatizaré en lo que sigue el aspecto central que permite llegar a esa conclusión, pero advierto que, por razones de espacio, omito otros que también podrían mencionarse. Me refiero, en concreto, al énfasis obsesivo que se pone en el control de la inflación y, correlativamente, la forma como éste se justifica, presuntamente como un mecanismo que lubrica los mercados, mejora los procesos de toma de decisiones y da impulso al crecimiento de la economía y, eventualmente, la generación de empleos. Es una narrativa que claramente transparenta la imaginación de mercados que, si se les provee con las adecuadas condiciones (la baja inflación en este caso), están en capacidad de autorregularse y equilibrarse en forma armoniosa y virtuosa. Subyace a esto, asimismo, el núcleo teórico que moviliza toda el imaginario neoliberal: la teoría de la competencia perfecta, la cual es trasplantada desde el universo matemático que le da existencia mental, a la realidad concreta de los mercados capitalistas, como si en éstos pudieran funcionar tal cual lo hace en abstracto. En realidad esa teoría opera con base en supuestos altamente restrictivos, de forma tal que si bien se le podría considerar matemáticamente elegante, en cambio resulta económicamente inconsistente y, sobre todo, ajena por completo al mundo real. Si de lo que se trata es de entender cómo funciona la economía y cómo podríamos influir en el comportamiento que ésta tenga, es imposible hacerlo si para ello nos basamos en tales modelos. Y, en todo caso, la propia realidad de Costa Rica lo ilustra con claridad. Por años hemos tenido un Banco Central unilateralmente concentrado en el objetivo de mantener baja la inflación. Esto se ha logrado, pero ello no ha sido –como lo quisiera la vanidad de quienes han dirigido esa institución- gracias a la política monetaria aplicada, sino a causa de otros factores que, dado sus sesgo ideológico, esta gente prefiere ignorar (entre los cuales cabe citar: la crisis mundial y la baja inflación resultante –a veces con tendencias deflacionarias- prevaleciente a escala planetaria; la revalorización del colón frente al dólar; la pésima situación del empleo en Costa Rica). Pero, por otra parte, esa política monetaria centrada en el control de la inflación y esa baja inflación que ha prevalecido, han estado acompañadas –durante ya largos seis años- por un desempeño económico muy mediocre y una situación del empleo realmente deplorable. Hay razones de peso para considerar que la receta no sirve y que, por lo tanto, urge explorar otras posibilidades. Y, sin embargo, pareciera claro que prevalece la ideología y los intereses subyacentes a ésta (de los cuales, y por razones de espacio, aquí nada he dicho) por sobre los hechos de la realidad. *Dr. Luis Paulino Vargas Solís. Licenciado en Economía; Maestría en Relaciones Internacionales; Doctorado en Gobierno y Políticas Públicas. Áreas de especialización: Globalización, desarrollo, estrategias de política económica, neoliberalismo, mercados y relaciones de poder, y movimientos sociales. Director a.i. Centro de Investigación en Cultura y Desarrollo (CICDE); Coordinador Programa Globalización, Cultura y Desarrollo. |
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