La pintora no cabe duda que nació con un pincel en la mano. Esta joven madre de  familia descubrió su talento desde temprano, pero debió postergar sus ímpetos de plasmar sus ideas en el lienzo hasta ver a sus vástagos ya adultos. Sus estudios en la edad juvenil la llevaron a alejarse un poco del intenso trabajo que significa cada cuadro.

Su regreso al mundo del color y al pincel son una gran promesa para la pictórica nacional, su temática es muy diferente a la de muchos pintores paisajistas, aunque claro, no solo hace paisajes y tiene la virtud que puede pintar por encargo, hecho que la lleva a acomodarse a lo que el amante del arte solicita.

Su técnica es muy depurada, su imaginación vuela en cada cuadro, una fineza en cada toque del pincel con el lienzo, una explicación de cada detalle de su cuadro.

Lilliana MaRo no llegó a la pintura, ella es pintura diría el gran poeta Bécquer; tiene unos dones especiales para explicar su arte y para impartir consejos, sus dotes de comunicación, su sonrisa llana, su orden y su conocimiento la convierten en una gran promesa para el mundo artístico costarricense. Tuve la suerte personal que Lilliana Madrigal fuese como yo, ambos egresados del Liceo del Sur, de manera que eso facilitó el acercamiento para entrar en su obra, en su arte y poder conversar con ella sobre la misma.

Cada  obra de Lilliana me impresiona por los detalles minuciosos y por eso me digo que hay talento en la pintura costarricense, hay mucha gente con vocación y con convicción de que ese es su mundo.

A nosotros como ciudadanos nos toca la responsabilidad de llevar a estos pintores al pináculo y construir una sociedad mejor para todas y todos.