Una sonrisa para los derechos humanos - TicoVisión |
Escrito en 17/08/10 a 11:20:19 GMT-06:00 Por Administrador |
17 de Agosto de 2010 TicoVisión Por Ofelia Taitelbaum Yoselewich Defensora de los Habitantes de la República Redacción.- Todo parecía indicar que al ritmo de los prejuicios y la discriminación; y bajo la bandera de una exigua comprensión de la democracia, en el mes de diciembre las y los costarricenses tendríamos la lamentable posibilidad de ir a las urnas electorales, para decidir sobre los derechos humanos de una minoría históricamente discriminada: las personas con orientación sexual hacia su mismo sexo. Nos encaminábamos hacia un precedente nefasto, a un retroceso indecible en materia de derechos humanos y a la consolidación de una sociedad más dividida y menos tolerante. Dichosamente, nuestra Sala Constitucional, ha detenido ese rumbo que llevábamos y ha eliminado además, las huellas que lo delineaban. Desde el principio, como Defensoría, hemos dicho que el mecanismo del referéndum no debía usarse para poner en duda si un determinado grupo de habitantes tenía o no la titularidad de derechos civiles, sociales y económicos, en el tanto que los Derechos Humanos son inherentes a la condición humana y eso los hace siempre exigibles y jamás relativos. Por eso, sostuvimos que era un acto inconstitucional, al cual se agregaba la eventual consecuencia –indeseada por demás- de legitimar un proceso de exclusión, que agravaría la marcada discriminación que ya sufren las personas con una orientación sexual diferente de la mayoría. La Sala Constitucional, rescatando los argumentos esgrimidos por la Defensoría, ha dicho que tal consulta habría profundizado la discriminación en contra de la población homosexual y que ésta más bien, “precisa del apoyo de los poderes públicos para el reconocimiento de sus derechos constitucionales”. Esto significa que nuestro tribunal constitucional, tiene diáfana claridad de la discriminación y de los prejuicios existentes en Costa Rica hacia esta población; y que reconoce, además, la necesidad de una protección normativa para estas personas, que les permita tener condiciones futuras de igualdad y no de discriminación, lo cual debe producirse finalmente, en la vía legislativa y nunca en las urnas electorales. Valga decir, que nuestro Estado ha sido omiso en esta materia y eso debería cambiar en el corto plazo. Ha quedado claro, que los derechos humanos, sin importar sin son personas “distintas” o no al resto, no se le deben consultar a la mayoría “normal”, dueña de su propia verdad y con ello, de los “estándares correctos” de gusto y de pensamiento, para avasallar una vez más –según lo ha repetido la historia humana una y otra vez- a quienes son “diferentes” a ellos. Prohibir el referéndum, no lesiona la democracia -como afirman algunos grupos- en realidad la fortalece, guarda su esencia y la aleja de las visiones fundamentalistas que han prevalecido desde siempre -y aún hoy- en tantas latitudes a donde en su nombre se han aniquilado pueblos enteros, se han patrocinado visiones de mundo unívocas y patriarcales de un solo color de piel, de una sola religión, de un solo sexo, de un solo tipo de amor y en suma, de una sola forma de ver el mundo. Es cierto que la democracia es la voz del pueblo y que debe ser escuchada, pero esa voz popular tiene usos distintos, no puede confundirse y ser utilizada para mandar sobre los derechos de nuestros semejantes y decidir por ellos aquello que de por sí les pertenece; si así lo hubiésemos hecho a lo largo de los siglos, ¿habrían decidido las grandes mayorías darle derechos a los negros, a los esclavos, a los indígenas, a las mujeres y a otros grupos minoritarios de personas “distintas” a ellos? La prueba empírica de la historia, nos dice con pasmosa contundencia, que eso no habría sucedido jamás. Decía Kofi Annan, que los derechos humanos deben ser nutridos, enriquecidos, que son lo mejor que tenemos y que por eso debemos darles vida. Ciertamente, la lucha por la reivindicación de los derechos de las personas, es una sola por la dignidad humana. No pertenece al pasado por lo que se ha logrado, ni tampoco al futuro, por lo que puede venir; es un asunto del hoy, de un ahora que también siembra en el horizonte. El ahora, es siempre el momento preciso para exigir nuestros derechos y hacerlos valer. Así lo ha entendido la Sala Constitucional y por eso, hoy es un día de fiesta y de sonrisa plena para los derechos humanos de las minorías, que en realidad son los derechos de todas y todos, porque la dignidad humana no se divide en gustos colores, creencias ni sabores; aspira a tocar el futuro sin máscaras, sin distinciones y sobre todo, sin discriminación. |
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