Redacción.-
En nuestro país la regulación del recurso hídrico depende de una ley que se promulgó en 1942. La realidad de aquel momento es muy distinta a la actual, la población en dicho año era menor a los 700.000 habitantes; en la actualidad, la cifra es poco más de cuatro millones y medio de personas. Además, hay que tomar en cuenta el incremento de las actividades industriales, el lamentable aumento de la contaminación en las fuentes de agua y la existencia de una legislación desordenada, en la que existen gran número de instituciones que, se supone, deben velar por ella, pero que a la hora de la hora no aceptan las responsabilidades. Todo ello nos deja un escenario necesitado de una nueva legislación en lo relativo a este recurso.

Se pensaría que la aprobación de una nueva ley sobre esta materia es prioritaria, ya que todos los seres humanos dependemos completamente del agua. Sin embargo, los proyectos presentados para cambiar la situación actual respecto a la regulación del recurso hídrico no han recibido un trato preferencial, ni siquiera han recibido impulsos importantes por parte de los legisladores en los últimos años.

Discusión paralizada. El primer proyecto que pretendía una modificación fue presentado a finales del 2001, junto a otros dos que buscaban un cambio en la legislación. En el 2002 se presenta un proyecto que trató de integrar las diferentes visiones incluidas en los proyectos; ya para el 2005 recibió el dictamen afirmativo de la comisión permanente especial de ambiente. No obstante, es en la administración Arias en donde el proyecto queda estancado a la espera de la presentación de un texto mejorado del Ministerio de ambiente. Cansados de la larga espera por la reforma de la ley de aguas, grupos no gubernamentales decidieron reanudar la discusión de la reforma presentando, mediante el mecanismo de iniciativa popular, el Proyecto de Ley para la Gestión Integrada del Recurso Hídrico
De igual forma otros proyectos, como la modificación a la Constitución Política para incluir las garantías ambientales, y otra reforma constitucional para que el agua sea considerada de dominio público, están paralizados en la corriente legislativa desde hace ya bastante tiempo.

Aún no se le da el lugar que corresponde a la discusión de estos proyectos, a pesar de la gran controversia en cuanto al tema ambiental que se ha presentado en estos últimos años, por ejemplo, el caso de la construcción del acueducto en Sardinal, la contaminación de piñeras en las fuentes de agua, la minería en Crucitas, la construcción de megaproyectos hidroeléctricos, entre otros.

Sin beneficio para la mayoría. Cabe señalar que estos proyectos, tan controvertidos, han sido promovidos por el anterior gobierno, el mismo que de manera más contundente frenó la discusión y aprobación de la reforma de la ley de aguas. El texto “mejorado” que ha venido promoviendo el Ministerio de Ambiente deja la puerta abierta para que gran parte de los capitales privados estén tranquilos, pues su posibilidad de inversión no sería afectada en mayor grado. Ahora esto resulta más evidente, ya que actualmente se viene promoviendo, por parte del oficialismo, la apertura a la producción privada de electricidad, incluida la hidroeléctrica. Es curioso rescatar en este caso que, de haberse aprobado las reformas a la Constitución Política en cuanto al agua como dominio público y la inclusión de las garantías ambientales, dicho proyecto de ley no sería posible.

La falta de una legislación actualizada y eficaz está ocasionando que se legitimen acciones políticas que no benefician a la mayoría. Pero también la falta de acciones políticas concretas (como la búsqueda del diálogo y la iniciativa para promover acciones en beneficio de todos, ya sea por parte de legisladores o por la misma ciudadanía) provoca que este tipo de legislación no se lleve a cabo. Ya es hora de que dicho círculo vicioso termine y que, por el contrario, se llegue a un equilibrio entre intereses particulares e intereses generales, especialmente en el caso del agua, ya que todo individuo debe estar consciente de que sin agua no hay vida.