El Cervantes del Caribe - TicoVisión |
Escrito en 01/01/11 a 10:06:34 GMT-06:00 Por Administrador |
TicoVisión 01 de Enero de 2011 TicoVisión Redacción Costa Rica El Cervantes del Caribe Rafael Paniagua Rivas, quizás una de las mentes más desperdiciadas de Nicaragua, que tomò como excusa el amor para esconder su talento y evadir las molestias de la fama, decía que Cien años de Soledad era el Quijote y Gabriel Garcìa Màrquez el Cervantes del siglo XX. Ya ausente porque se rindiò ante la inevitable muerte, y siempre presente por el recuerdo de su ironìa incisiva que usaba para reírse de todo y de todos, le doy toda la razòn en ambas afirmaciones. Asì como Creso convertìa en oro todo lo que tocaba, Gabo convierte en terciopelo todo lo que escribe. Su pluma tiene la virtud de convertir las palabras simples en notas de oro de una magistral sinfonìa. Lleno de curiosidad, un ansioso Aureliano le pregunta a un asombrado Jose Arcadio, que se siente al hacer el amor. Y Gabo, el rey del realismo mágico dice: “Es como un temblor de tierra” y con ese artificio de fantasìa nos remonta a ese ùnico y sublime momento de nuestra vida en que dejamos de ser niños para adentrarnos en el mundo de los adultos entre los brazos de una amable y experta cortesana. Yo le pondría, Oda a Clinton, al escrito en el que el premio Nòbel de literatura de 1982 narra su encuentro con el que en ese entonces era el Presidente de los Estados Unidos, William Jefferson Clinton, acaecido en una cena que el escritor William Styron le ofreció en su casa veraniega en la elitista Marta`s Vineyard una noche de 1995. “Bill Clinton impresiona desde que uno lo ve, con su metro ochenta y siete de estatura, su poder de seducciòn que te hace sentir como que si lo conocieras de toda la vida y el fulgor de su inteligencia que permite hablarle sobre cualquier asunto, por espinoso que sea, siempre que se le sepa plantear,” escribe el laureado novelista. Estaba presente Carlos Fuentes y dice el màs famoso de los colombianos, “que esa noche vivieron un buen capitulo de sus memorias.” Eran catorce invitados, por aquello de que 13 es mala suerte, pero todo se redujo a un intercambio literario entre el Presidente del país más poderoso de la tierra y los tres escritores. Yo me los imagino sentados en elegantes sillones recibiendo de frente la brisa salada del Océano Atlántico, en el momento en que el Presidente Clinton le decìa al escritor colombiano que estaba hablando en serio cuando dijo en publico que su libro favorito era Cien Años de Soledad, confesiòn que desvirtuaba lo que habìa dicho Garcìa Màrquez, que se trataba de un recurso electorero del Presidente Clinton para ganarse el voto latino. Leer ese escrito es como haber estado presente en esa reuniòn de titanes. “¿Cuáles son sus enemigos señor Presidente?” le preguntò el escritor mejicano Carlos Fuentes. Su respuesta fue brutal: “Mi ùnico enemigo es el fundamentalismo religioso de derecha.” Rodeado por un servicio de seguridad que jamàs lo dejò terminar la escaramuza amorosa de turno, no tenìa màs remedio que ingeniàrselas para encontrar el lugar y el momento apropiado para dejar salir, siempre a prisa, la lava aceitosa de sus erupciones pasionales. Mònica Lewinsky, la menos atractiva de las compañeras de aventuras sexuales del Presidente Clinton, fue la màs famosa de todas, por las precipitadas sesiones de sexo oral sentado en el sillòn presidencial mientras hablaba por telèfono con un senador; por la mancha acusatoria de semen en su vestido claro y por el habano aromàtico pero insensible con el que el presidente tuvo que sustituirse. Lo que para cualquier periodista hubiera sido una crònica roja sobre los amores clandestinos del Presidente Clinton, para Garcìa Màrquez fue un relato magistral del perfil humano de un hombre excepcional acosado por un servicio de seguridad que estaba màs para impedir que saciara sus ardores primarios, que para protegerlo de los peligros propios de su cargo. El acoso judicial del que fue vìctima de parte del fiscal especial Kenneth Starr, solo se puede comparar con el acoso que sufriò Hester Pryme, la protagonista de la novela de Nathaniel Hawthorne, al verse forzada a lucir la A de de adúltera de color escarlata, en el centro de su pecho. Garcìa Màrquez hace una analogía genial entre Hester Pryme con su A de color escarlata seguida de un inquisidor tocando un tambor para que la gente la viera, y Bill Clinton cargando con la vergüenza que le marcò a fuego el fiscal Kenneth Starr al hacerlo perjurar, con tal de negar sus aventuras sexuales con Mònica Lewinsky. “Es mucho màs digno ser perjuro en defensa del fuero interno, que ser absuelto contra el amor.” Frase marqueziana solo concebida por la mente prodigiosa del Cervantes del Caribe: Gabriel Garcìa Màrquez, el hijo del telegrafista de Aracataca. |
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