Colombia.-A nadie sorprende que el gobierno de Nicaragua haya concedido asilo político a Rubén Darío Granda, hermano de Rodrigo Granda, conocido como el "canciller" de las Farc. Rubén Granda es requerido por la justicia colombiana bajo cargos de financiación del terrorismo y concierto para delinquir agravado. Se le acusa, entre otras cosas, de servir de testaferro de las Farc.


El amor de Daniel Ortega por las Farc y sus criminales es ya legendario. El ex guerrillero, hoy presidente de Nicaragua, no pierde oportunidad de manifestarlo. Recordemos cómo, después de la destrucción del campamento de Raúl Reyes , segundo de esa organización terrorista, mandó a Ecuador un avión del ejército nicaragüense a rescatar a tres guerrilleras, Doris Torres Bohórquez, Martha Pérez Gutiérrez y Nubia Calderón, alias "Esperanza", miembro de la Comisión Internacional de las Farc. Quienes según él, se encontraban haciendo "unos estudios" en dicho campamento.

Algún tiempo después, otorgó asilo político a la mexicana Lucía Morett, otro "angelito", que también estaba en el campamento terrorista, seguramente haciendo "retiros espirituales".

En 1999 condecoró con la máxima orden sandinista a su amigo Manuel Marulanda Vélez, "Tirofijo", alias de Pedro Antonio Marín, jefe supremo de las Farc. Su tristeza fue inmensa cuando ese asesino murió, al cual llamó: "luchador extraordinario", para rematar con esta perla: "le digo a los hermanos de las Farc que tenemos que seguir batallando para que se alcance la paz en Colombia". ¿Será que Ortega no sabe a cuántos han asesinado, torturado y secuestrado las Farc?

En total, con este Granda y su mujer, van seis personas relacionadas con el grupo narcoterrorista que han recibido asilo político en Nicaragua. Vaya uno a saber cuántos más andan en ese bello pero sufrido país, bajo la protección de Ortega, sin que la comunidad internacional lo sepa.

Debe ser duro para Daniel Ortega, poseedor de un gigantesco ego, tener que vivir a la sombra de Hugo Chávez y de las migajas económicas que éste le lanza, cada que requiere de su voto o de su "amistad política". Ante los permanentes exabruptos revolucionarios de su amigote venezolano, el "pobre" Ortega se ve permanentemente relegado a un segundo lugar, o quizás a un tercero o cuarto, después de Evo y la Kirchner, personajes mucho más folclóricos y llamativos que él. No en vano está siempre buscando la oportunidad de atraer la mirada internacional.

Sería importante que alguien le recordara a Daniel Ortega que el asilo político, de acuerdo a todas las convenciones internacionales, es para perseguidos políticos y no para aquellos acusados por las cortes de un país legalista, como es Colombia, de ser terroristas, narcotraficantes, criminales comunes, ni para sus aliados o testaferros.