Jean Daniel y ¡la prisión judía! - TicoVisión |
Escrito en 13/06/10 a 08:01:37 GMT-06:00 Por Administrador |
13 de Junio de 2010 TicoVisión Por José Carlos García Fajardo Jean Daniel y "la prisión judía" Jean Daniel, uno de los más grandes periodistas e intelectuales de nuestro tiempo, ha publicado La prisión judía. Una obra fundamental para entender el grave problema sionista en el polvorín de Oriente Medio. Nacido en el seno de una familia judía sefardí en la Argelia colonial francesa, educado en la escuela laica y en los principios y valores de la República. Resistente contra los nazis y fundador del semanario Le Nouvel Observateur, como lo describe Javier Valenzuela, Jean Daniel ha estado siempre en el lado responsable en todos los debates de los últimos sesenta años. Del calibre del también judío, Edgard Morin, estamos ante dos de los más clarividentes y serios intelectuales de nuestro tiempo. Como periodista, Jean Daniel brilla con luz propia e ilumina uno de los más graves problemas de nuestro tiempo: la presión suicida de un sionismo exacerbado en Oriente Medio, capaz de encenderlo todo con tal de mantener su exaltada idea de sí mismo. Hay muchísimos judíos, no sólo en el Estado de Israel sino en toda la diáspora, que no comparten esa locura del Gran Israel y hay no pocos rabinos que consideran blasfema la conquista de Jerusalén y el establecimiento de un Estado sionista antes de la llegada del Mesías. Muchos judíos que no practican la religión hebrea se sienten coaccionados por este concepto de la “prisión judía” que Morin y Daniel abordan con valentía. Por el bien del auténtico Israel, como en su día lo fue por el bien del auténtico pueblo alemán, debemos hacer frente a la ideología de un sionismo excluyente, como lo fue el nazismo como llaga del gran pueblo alemán. No podemos permanecer impasibles ante la oposición al reconocimiento de un Estado de Palestina al igual que existe el Estado de Israel, aunque con las fronteras de 1967, como exigen las resoluciones del Consejo de Seguridad y el Derecho Internacional. Ya ha habido elecciones democráticas en Palestina, supervisadas por instituciones internacionales y venció Hamás. Ahora dicen los políticos de la extrema derecha de Israel y de EEUU que ese gobierno no vale porque “no reconoce a Israel”. Nunca podrán reconocer al Estado de Israel si antes éste no regresa a las fronteras de 1967, devuelve los Altos del Golán, abandona Cisjordania y deja libre del todo a Gaza, destruye el muro construido sobre terrenos palestinos, reconoce el derecho al regreso a su tierra de los palestinos que padecen en el exilio desde hace medio siglo, devuelven mutuamente sus prisioneros y se retira de Jerusalén Este. También tienen que desalojar todos los asentamientos de colonos judíos edificados sobre territorio palestino. El Derecho Internacional lo exige. Jean Daniel, denuncia la identidad comunitaria y opta por la ciudadanía en su obra La prisión judía. El gobierno de Israel califica sistemáticamente de “antisemita” a cualquier gentil que discrepe de su política belicista. Si el que opina es judío, éste “se odia a sí mismo”. Razonamiento tan falso como lo fue el concepto de superioridad de la raza aria que llevó al criminal Holocausto. La limpia y documentada reflexión sobre la condición judía que constituye el ensayo de Jean Daniel no puede ser más oportuna. No es partidario de nacionalismos e integrismos excluyentes y ha tenido que afrontar no sólo la cuestión judía en general, sino la de su propio judaísmo. Hay unos quince millones de judíos en el mundo -de ellos cinco millones en Israel- y muchos han optado, según Jean Daniel, por encerrarse en “la prisión judía”. Así la describe: “Se puede salir de la religión, pero nunca se sale del pueblo judío y de su destino único, incluso si uno se declara no creyente. Se está condenado a la pertenencia”. Esa prisión se encuentra “en las mentes”; sus muros invisibles son “la esencia, la eternidad, el absoluto”, y su carcelero, el mismísimo Dios, según Jean Daniel. De modo que, al final, resulta que “el judeocentrismo es un encarcelamiento común al pensamiento judío y al pensamiento antisemita”. Jean Daniel opta por situarse en una línea de disidencia en la que incluye a Baruch Spinoza, Heinrich Heine, Simone Veil, Henri Bergson, Hannah Arendt, Edith Stein y Edmund Husserl. Como Spinoza, escribe, “no consigo creer realmente que el pueblo judío, a pesar del milagro de su perennidad, sea el único testigo de la humanidad, así como el único instrumento de la divinidad. Y rechazo sobre todo que se comporte como si, con el pretexto de que se le persigue haga lo que haga, pueda abandonarse a hacer lo que le parezca, tanto bueno como malo. Como si en nombre de su elección o de su maldición, pudiera arrogarse una moral diferente a la de los demás”. El Estado de Israel se desarrolla hoy “alimentando un nuevo antisemitismo árabe”, señala el autor. Y es que, en contra de lo que dicen muchos judíos, y no pocos gentiles, el fundador del semanario Le Nouvel Observateur no cree que nos encontremos ante el resurgimiento del mismo fenómeno antisemita en una tierra diferente. Los que sostienen lo contrario –“infieles, a mi modo de ver, al mensaje de Auschwitz”- no distinguen entre “las barbaries de las que fueron víctimas simplemente por haber nacido y existir” y las vicisitudes que ahora afrontan “a causa de lo que hacen, libre y soberanamente”. “Los israelíes son dueños de su destino nacional”, recuerda el pensador judío. “Están en el hacer y ya no sólo en el ser. Y he aquí que algunos de ellos, ofuscados para siempre por la fatalidad del mal, se muestran incapaces de distinguir entre los desastres que sufrieron en Auschwitz y las guerras que libran en Israel, en igualdad de condiciones con sus enemigos”. Jean Daniel aporta con La prisión judía un importante instrumento intelectual y también una propuesta de conducta ejemplar y sencilla: “He llegado a la conclusión de que los judíos sólo deberían retener de su Elección la exhortación a ser los mejores, y de la Alianza, la obligación de hacer de Israel un faro de las naciones. Si esto se considera imposible, entonces todo el mundo es judío y nadie lo es. En este caso, la prisión es cruel, gloriosa, absurda, eterna. Como la condición humana. Pero el oficio del ser humano no consiste en elegir la servidumbre voluntaria”. José Carlos Gª Fajardo Este artículo fue publicado en el Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS) el 06/03/2007 |
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