POTENTADOS O VIDA, TU DECIDES - Por Darío Botero Pérez - TicoVisión
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Opinión-Análisis
POTENTADOS O VIDA, TU DECIDES - Por Darío Botero Pérez - TicoVisión


15 de Junio de 2010
TicoVisión
Por Darío Botero Pérez


Apocalipsis verosímil

Todo parece indicar que el reto milenarista (o de “fin del mundo”) de nuestra generación tiene más fundamento que los temores de unas beatas reprimidas, incapaces de limpiarse la mácula de su menarquia, lo cual las convence de que eso demuestra que el pecado se volvió inherente al ser humano, de modo que no hay agua bautismal que lo borre.

Por ende, para sus “mentalidades” sólo queda asegurar la extinción de los traidores a dios y a la pureza, para partir serenamente a la “otra vida”.  Eso, si queremos salvar el alma, pues todo lo material está condenado porque es propicio a la tentación que lleva al pecado.

Independientemente de supersticiones milenaristas, sin ser aficionado a las “tradiciones” -al contrario del obispo que quiso establecer algunas al reconocer su poder de alineación-, es racionalmente claro que estamos destruyendo el mundo porque nos subordinamos a unos criminales arrogantes que se caracterizan por su brutalidad.

Como consecuencia, el fin de los tiempos se nos convierte en una realidad cotidiana que no podemos ignorar, independientemente de lo ciegos, crédulos, honorables o mansos que seamos.

Inclusive, los mensos (aunque se consideran los seres más astutos) pero codiciosos potentados, que se creen protegidos en sus búnkeres, también se extinguirán si persisten en seguir aplicando las atrocidades del neoliberalismo, cuyas recetas son desastrosas y mortales.  No pueden evitar acudir a ellas porque carecen de alternativas para seguir en la cima.

Pero los efectos de sus medidas conducen a la ruina a todos los países que las aplican, al tiempo que profundizan las diferencias sociales y aumentan la pobreza al poner a los pobres a pagar los estropicios causados por los ricos, tan ineptos y codiciosos; tan perversos e inútiles.  

Pronto lo van a aprender los europeos y ya lo sabemos los latinoamericanos y los africanos, entre tantas víctimas del BM, el FMI y otras agencias al servicio del absurdo y ruinoso modelo económico neoliberal.  

En esencia, su propósito es socializar las pérdidas y seguir privatizando e incrementando las ganancias para los potentados y sus lacayos.  Como resultado, la desigualdad en la distribución del ingreso nacional crece, de modo que los ricos salen más ricos y los pobres más pobres, sin atenuantes ni misterios.  

Eso es lo que el “socialista” Rodríguez Zapatero les está proponiendo a sus electores, en una demostración plena de que los representantes no les sirven a los electores sino a los dueños del mundo.  No hacerlo sería condenarse a la miseria por ostracismo o abandono.  

Los pobres nada tienen para ofrecer, pero los potentados todo lo controlan. Por tanto, no es difícil saber a quien le va a servir un mediocre, que es la característica típica de la inmensa mayoría de politiqueros o políticos “profesionales”.  Carecen de cualquier alternativa.  

Por eso, las fórmulas que acabaron con los entables nacionales surgidos en los países dependientes (o semicolonias del tercer mundo) a raíz de las políticas saludables de sustitución de importaciones, son las mismas que los potentados les recetan a los países europeos que van cayendo a medida que la crisis avanza y los usanos se la contagian a sus presuntos “socios” que, a la hora de la verdad, no son más que otras víctimas de los más poderosos emporios transnacionales.

Cualquier medida sana afectaría las ganancias de los potentados, lo cual desvirtuaría el sistema jerárquico e inicuo que les ha permitido posar de superiores y reclamar la mayor parte de la riqueza social como su derecho natural.

La lucrativa y antinatural ilegalización

Al aplicar las medidas que les imponen las agencias neoliberales, algunos países dependientes han podido ocultar la ruina causada por las desnacionalizaciones exigidas, tanto como por la apropiación y el saqueo de las riquezas naturales que, de pertenecer a alguien, serían de los pobladores del terruño respectivo.  

Lo han logrado en la medida en que transforman su estructura económica productiva por el negocio de los alucinógenos ilegalizados, altamente rentable porque, por las mismas razones del ya tolerado homosexualismo, la adicción a las drogas está garantizada genéticamente, a pesar de los moralistas camanduleros.

Pero, si es rentable, también es sumamente peligroso, pues frecuentemente hay que pagar con la vida para poder acceder al lucrativo negocio inventado al ilegalizar los alucinógenos, que tantos seres humanos aprecian y consumen, pero que los camanduleros, espantados en su intimidad moral, según cacarean, exigen que sigan siendo prohibidos.  

No tienen inconveniente en tildar de enfermos a los adictos, aunque tanta gente triunfadora sea aficionada a los alcaloides, por ejemplo. Entre ellos, famosos pilotos de fórmula 1 o exitosos agentes de bolsa o destacados líderes de opinión, incluyendo bastantes políticos y uno que otro líder espiritual.

En su infinita idiotez interesada (pues la prohibición en USA del alcohol en los años 1920 refuta todos sus infundios), pretenden estigmatizar, castigar o hasta “curar” a los incurables adictos.

Ladinamente proceden como si la manifestación verdaderamente grave del “problema” no fuese la violencia que despierta la codicia de los bandidos que se lucran por la ilegalización (que es el verdadero aunque artificial “problema”), sino el deseo que anima a muchos adictos de trascender o, simplemente, de relajarse y aliviar las tensiones  generadas por esta sociedad psicópata, tan alienada gracias a las absurdas promesas de un consumismo enfermizo e insatisfactorio, que confunde confort con bienestar, o tener con ser.

La arbitraria ilegalización de prácticas milenarias, desde que no afecten a terceros contra su voluntad, que tienen fundamentos culturales y genéticos, equivale a mantener abiertos los pozos que están envenenando el océano y destruyendo la vida y el medio ambiente a un ritmo infernal.  

Ambas actitudes desplazan la atención de la fuente del problema para dedicarse a intentar reparar sus consecuencias, lo cual les sirve para mostrarse acuciosos e interesados en el bien común.  Para el derrame,  recogiendo manchas de petróleo o limpiando pelícanos.  Para los adictos, tratándolos como delincuentes o como enfermos, en un claro atropello a sus derechos intrínsecos.  

Pero los problemas no desaparecerán mientras los pozos sigan abiertos o la ilegalización continúe dándoles dividendos a los prohibicionistas, socios ocultos del sucio negocio montado alrededor de deseos legítimos, aunque no universales, pues hay gente que desprecia esas sustancias que les permiten ver otras realidades ajenas a la frustrante cotidianidad, de modo que no hay riesgo de que caigan en el detestado vicio.

Para mantener esas rentables apariencias de moralidad superior, los beneficiarios de la ilegalización de los alucinógenos insisten en reprimir o regenerar viciosos, y en perseguir algunos intermediarios de poca monta o mala estrella, para hacernos creer que combaten el “problema” de la droga.

Intentan que olvidemos que tal problema es artificial, de modo que desaparecería si el enfoque es racional y bien intencionado, no una distorsión que pretende estigmatizar determinantes biológicos o naturales que no desaparecerán, así como no desaparece el deseo sexual, por mucho que las personas mojigatas se esmeren en condenarlo.

Por eso, los confesores católicos jamás carecerán de clientela mientras sus clientes consideren que sus comportamientos son pecaminosos y no simples expresiones de su naturaleza.  Ni los siquiatras y sicólogos dejarán de tener pacientes inconformes con su forma de vivir.

Y los adictos a las drogas, inclusive quienes no se consideran delincuentes ni transgresores de leyes verdaderas, tendrán que acudir a los sórdidos sitios de vicio  (ollas) mientras las autoridades aliadas de los capos insistan en castigar como delitos las adicciones a las drogas del placer, tan próximas a los ritos de muchas religiones.

Desde luego, las decisiones arbitrarias de los potentados los benefician a ellos mismos.  Su propósito es dirigir la atención de la opinión a problemas falsos y, por tanto, insolubles.  De tal manera, los peores enemigos de la vida posan como sus más dedicados y escrupulosos defensores.  

Tan hábil y canallesco comportamiento queda plasmado en el “noble” y decentísimo propósito de “un mundo sin drogas”.  

Reto definitivo del poder

Es algo que seduce a los reprimidos incapaces de pensar y reflexionar, pero resueltos a dar su vida por sus “sabios” verdugos, de cuya honestidad están seguros por su capacidad de convicción que, más bien, es de seducción, pues la convicción requiere argumentos sólidos, y los prohibicionistas no poseen ninguno.

Para su fortuna, sus seguidores no los requieren porque ya sus cerebros están secos, y sus corazones, comprometidos con la defensa de los intereses de quienes se los secaron.

Todos ellos atacan los intereses de la vida y del mundo, que los desprecian y repudian; que ya no los soportan más ni seguirán creyéndoles sus mentiras.  La democracia directa los aplastará, pues las sociedades jerárquicas han perdido toda justificación.  

Los gobernantes al servicio de los potentados demuestran su impotencia para resolver los problemas que causan a su arbitrio y sin considerar los aterradores daños al ambiente y la vida, en todos los continentes y en todos los sagrarios naturales.  Así refrendan su caducidad definitiva.  

Por eso, cada uno debe expresarse e intervenir en los asuntos que le competen, pues ningún “representante” está interesado en resolvérselos a su favor. Su compromiso mortal es con los potentados.

Y el desastre del Golfo nos compete a todos, y es urgente expresarnos y develar las maniobras que aplazan su solución, agravando las consecuencias con cada segundo que el derrame sigue.  Es un desafío definitivo y universal.  

¿Intervendrás o prefieres que los “expertos” lo resuelvan?

Visiones de la realidad

Si entendemos la realidad (o verdad verdadera) quienes no somos potentados y, por ende, no tenemos intereses creados para promover la depredación de la naturaleza y la extinción de especies (como sí los tiene la BP, por ejemplo),  podemos y debemos abrir los ojos para ver con claridad y sin prejuicios.

Una vez vistas las cosas como son y no como nos las pintan los manipuladores de la opinión para ponernos al servicio de los intereses de los potentados, no tendremos más remedio que dejar de creer todas sus mentiras.

Así será fácil dejar de ser tan tontos y serviles.  Podremos recuperar la dignidad y la soberanía que nos permitan ejercer plenamente como ciudadanos y repudiar a los presuntos “representantes”.  

Éstos se los inventó la democracia liberal para distribuir el poder entre grupos elitistas que exigían y siguen exigiendo su derecho a ejercerlo, aunque excluyendo siempre a las mayorías.

Así pueden privarlas de sus fueros y garantizar su explotación por los potentados, quienes (además de los mismos políticos) son los verdaderos representados y protegidos por quienes ocupan los cargos públicos de “elección popular” y por la fronda burocrática correlativa.

Juegos de intereses

Es natural y vital tener intereses personales. Por tanto, es legítimo defenderlos.   Son la expresión básica del instinto de conservación, que en algunos se vuelve contraproducente, como en los avaros.

Desde luego, los potentados que destruyen el mundo por su egoísmo miope, también tienen intereses y el derecho a defenderlos.  Pero nadie tiene derecho a imponerlos, como es su costumbre.

Desgraciadamente, en los hechos, los Estados están claramente al servicio de los potentados, contra los derechos de las mayorías.  Se dedican a defender los intereses de las élites, sobre todo desde que perdieron su razón de ser como protectores del patrimonio público y proveedores de servicios fundamentales, como la salud, la educación, los servicios públicos…

El liberalismo -padre del capitalismo clásico o de libre competencia, y enemigo declarado de los monopolios y oligopolios privados que la impiden hasta eliminarla-, le había asignado al Estado funciones vitales que el neoliberalismo privatizó, decretando su desnaturalización teórica y la ruina inevitable para las mayorías, privadas de cualquier posibilidad de convertirse en propietarias.  

Más bien, esas mayorías están destinadas a servirles humildemente a los propietarios potentados, auténticos paladines del individualismo y demostración incontrastable de lo que todo el que lo desee puede alcanzar en esta sociedad de las oportunidades, como a todos nos quieren hacer creer.

Desde entonces, es evidente que el Estado se ha convertido en el sirviente y protector de los potentados, perdiendo su condición de máxima expresión de la autoridad, residente en la sociedad o perteneciente al “pueblo”, el único y verdadero soberano que, bajo los criterios del liberalismo, la delega en unos presuntos “representantes” idóneos, aunque la realidad siempre demuestra que son lacras, o poco menos, para los representados.

Renunció a sus más sagrados deberes para cederles su explotación a los potentados.  Lo que eran sus obligaciones con todos los miembros de la sociedad lo ha convertido en coto de caza para los estafadores más desalmados y ambiciosos, auténticos enemigos de la vida y el planeta.

Caso de urgencia manifiesta

El aterrador derrame de petróleo en el Golfo de México se ha convertido en una demostración palpable para todos de la decadencia definitiva de las economías consumistas y de las sociedades jerárquicas, que excluyen y discriminan por principio y definición.  

Se puede interpretar como un grito desesperado de una madre que espera que reaccionemos exigiendo el fin definitivo de la era del petróleo.  

Es vergonzosa y mortal la actual impotencia de USA para obturar los pozos petroleros abiertos en las profundidades por la BP, cuyos derechos de propiedad serían sagrados.

En su papel de marioneta de los potentados, Obama observa junto a los demás humanos la destrucción acelerada del medio ambiente mientras sigue el libreto que le trazó la BP para mantener abiertos los pozos y poder recuperar algo del crudo, aunque los daños ecológicos sean crecientes y cada vez más difíciles de atenuar, mientras repararlos completamente es imposible.

El enorme desastre y la ineptitud del Imperio demuestran sin lugar a dudas que estamos a merced de los potentados y sus intereses.  Obama se ha limitado a prolongar el desastre dejándoles la iniciativa a quienes lo causaron, y propiciando que el tiempo corra.  

Así se demuestra, para todos los que tienen capacidad de reflexionar, dignidad e independencia mental, el peligro de conservar un sistema tan perjudicial.

Nadie diferente a cada uno de nosotros, expresándonos contundente y multitudinariamente, podrá obligar a los criminales a que asuman su responsabilidad y procedan de inmediato a obturar los pozos, aunque no puedan seguir extrayéndoles petróleo.

Esta tragedia tan impresionante permite definir con toda nitidez los intereses de las mayorías solidarias con la vida.

Las diferencia claramente de los potentados, cuyo gran interés, en este caso, sigue siendo conservar sus pozos y sacarle al derrame todo el provecho posible.  

No obturarán los pozos, ni permitirán que otros lo hagan, si ello significa perder esa riqueza, que es de ellos y de nadie más, aunque no es claro cuáles son las razones para que dispongan de semejantes privilegios  y puedan seguir destruyendo la naturaleza sin contemplaciones y ante la impotencia del mundo entero.

Les interesa el petróleo que pueden recuperar, no los daños cada vez más abundantes que está causando el que se les escapa.  

Por eso, su mayor esfuerzo es ver si con campanas o cualquier otro embeleco pueden seguir lucrándose de unos yacimientos tan ricos.  De ninguna manera han considerado lo que toda la humanidad exige: que tapen las mortales bocas ya.

¿Será que el petróleo sí les pertenece a las grandes petroleras (las famosas siete hermanas)?

Es hasta dudoso que le pertenezca a la humanidad, pero los potentados inescrupulosos no se plantean esas sutilezas éticas.

De todos modos, este desastre nos obliga a quienes no somos potentados a defender nuestros propios intereses.

Y éstos se pueden resumir como la necesidad urgente de detener todas las agresiones contra el planeta, dejar de destruir el medio ambiente y proteger la vida.

Una medida práctica es prohibir el uso de combustibles fósiles y de origen vegetal, adoptando masivamente las tecnologías limpias y económicas.

Ya están disponibles y su producción a gran escala constituiría una fuente inmensa de empleos de calidad, capaz de superar el desempleo y mejorar la calidad de vida de todo el mundo, menos de los potentados cuyos privilegios no estamos en condiciones de seguirles garantizando ni ellos van a seguir disponiendo de la fuerza que nos obligue a someternos a sus caprichos y aplaudir sus aberraciones.

El asombroso tabaco

No hay dudas médicas (ni racionales) de que la contaminación atmosférica ha causado graves daños a las vías respiratorias.  Es algo evidente en las ciudades donde abunda la polución causada por los combustibles que el capitalismo salvaje o neoliberalismo insiste en obligarnos a consumir.

Pero los gobernantes y las ONG al servicio de los potentados insisten en asignarles las culpas por las EPOC (enfermedad pulmonar oclusiva crónica) e IRA (Infección respiratoria aguda) a los fumadores, aunque las víctimas sean no fumadores.  

Tal sindicación pone furiosos a éstos, y les impide cavilar.  No se les ocurre pensar que los pueden estar engañando.  Sin duda, la mayoría son buenas personas. Confían en “sus” autoridades, eso es todo.  Cuando se convenzan de que han estado siendo engañados, cambiarán.

Es una medida magistral para mantener enfrentada a la población mientras las “autoridades” hacen sus negociados y protegen a los peores contaminadores, de cuya actividad criminal es de mal gusto hablar, pues puede servirles a los fumadores para justificar su abominable vicio, e impide que los depredadores sigan lucrándose a costa de la salud de los seres vivos y del planeta, sin que sus víctimas lo sospechen.

En consecuencia, culpar al tabaco de las afecciones respiratorias parece adecuado para ocultar los enormes daños a la salud causados por los combustibles fósiles y los biocombustibles, tanto como para garantizar la impunidad de los enemigos de la vida que insisten en impedir que los remplacemos por tecnologías limpias y suficientemente probadas.

Esto es particularmente cierto cuando esos combustibles tienen una carga contaminante tan enorme como la de los usados en Medellín y producidos por ECOPETROL, que nos están envenenando y cuyo efecto se agrava a medida que la administración de Alonso Salazar, siguiéndole los pasos a su predecesor, Sergio Fajardo, sigue dedicada a talar y podar los árboles patrimoniales, ante la complicidad criminal del Área Metropolitana, que es la autoridad ambiental pero ni se entera de las agresiones programadas por los particulares que nos privan de nuestro patrimonio y consumen el presupuesto.

Es increíble y demostrativo de los daños causados por el neoliberalismo a todos los niveles, que el crimen ecológico y ambiental sea autorizado mediante contrato suscrito por la Alcaldía y el Jardín Botánico con particulares, flamantes propietarios de motosierras y afanados por usarlas para que su inversión produzca.

Para acabar de ajustar, el anacrónico Metroplus no será eléctrico.

Soluciones reprimidas

Es claro que hace años existen prototipos de energías limpias cuya producción aportaría empleos de calidad, mejoraría radicalmente las condiciones de vida de los miserables y suspendería las agresiones a Pacha Mama nacidas de la simple codicia de los potentados y de la perversa obsesión de los sionistas.  

Al efecto, anexo un vídeo sobre los autos impulsados por energías limpias, que existen desde hace varios lustros pero que los lacayos de los potentados se niegan a adoptar, mientras siguen destruyendo el planeta y extinguiendo la vida.

Desde luego, esas y otras tecnologías limpias pueden adaptarse para los hogares y las empresas, pero eso les quitaría fuentes de ingresos a los propietarios privados, dedicados a apropiarse de todo lo que produzca lucro financiero, por estratégico y ajeno a los intereses particulares que deba ser.  

La salud y el agua potable lo ilustran bien.  Es fácil entender que deberían sustraerse al mercado y dejar de convertirlas en negocios.  Pero los gobernantes no lo hacen porque sus amos lo prohíben.

Es más, desde su punto de vista, la adopción de tecnologías limpias contribuiría a proteger el planeta, lo cual va contra sus planes de destrucción, tan adelantados por los sionistas pero a los que se suman muchos potentados más.

Desde luego, para todos, su adopción sería lo más saludable, en todos los sentidos, incluyendo la generación de empleos de calidad y abundantes, si los intereses de los potentados no prevaleciesen.  

El lío es que afecta intereses creados sumamente arraigados, pues muchos depredadores y potentados viven de explotar la llamada “sangre de la tierra”, y mientras no se sientan suficientemente recompensados no abandonarán sus actividades criminales.

Semejantes actitudes y decisiones demuestran las canalladas de los potentados, sin dejar lugar a dudas, de modo que su caducidad queda decretada y confirmada, sin atenuantes.

Dueños del mundo y la creación

Incidentalmente, no podemos aceptar que la Tierra (a la que tan mal tratan y tanto dañan) sólo les pertenezca a los sionistas como parte del mobiliario que Yahvé,  por simple capricho, les otorgó contra todo derecho, despreciando al resto de su creación, según les hacen creer a los niños judíos para convertirlos en sionistas, si carecen de capacidad reflexiva y amor propio.

Su “complejo de superioridad” es una declaración de guerra contra el resto de la vida.  

Sin ir muy lejos, el episodio con las flotillas de la libertad y su exigencia de impunidad para unos crímenes vergonzosos e imperdonables, cometidos a mansalva y sobre seguro, los retratan como los peores enemigos de la humanidad.

Siguen reclamando impunidad y tratos privilegiados, a pesar de que, ante todo el mundo, masacraron gente pacífica, ajena a las habilidades asesinas de los jóvenes judíos entrenados para matar en defensa de los privilegios de los sionistas.  

Los tiene sin cuidado caer en peores excesos que los que los nazis cometieron contra ellos y contra muchos más, durante la segunda guerra mundial.   Así confirman que, efectivamente, son el más persistente factor de inestabilidad política y malestar social que ha infestado la Historia.

Eso explica su abuso centenario contra los palestinos, uno de cuyos más recientes episodios pudimos presenciar en vivo y en directo, entre diciembre de 2008 y enero de 2009, cuando resolvieron castigar ejemplarmente a los pobladores de la franja de Gaza, que insisten en tener derechos y lo demuestran   atacando con armas primitivas a los invasores sionistas.

Desde que Moisés les señaló en la lejanía dónde quedaba su “tierra prometida”, resolvieron que era la de los camitas.  Desde entonces no han dejado de matar a sus ocupantes originales.  Eso les ha permitido destacarse como guerreros, pues los anima su fanatismo.

Pero, la humanidad no puede seguir tolerando su mesianismo criminal.  Llegó la hora de exigir que respeten a la comunidad internacional, tanto como la dignidad intrínseca de todos los seres humanos que, de ninguna manera, son inferiores a los descendientes del tramposo Jacob.

Este personaje cambió su nombre por el de Israel, otorgándoles una identidad a sus descendientes, pero ninguna tierra, aunque sí les hizo creer que su dios les había prometido en sueños la ocupada por sus lejanos primos, también descendientes de Noé.

Con semejantes argumentos y derechos, los sionistas pretenden justificar sus actos megalómanos y  abusivos.  

Sin reparos ni escrúpulos, ofenden la sensibilidad de las personas decentes, al tiempo que despejan cualquier duda sobre su naturaleza criminal irreductible.  

No dejan ninguna duda sobre el inminente peligro que sus mesianadas significan para la conservación de las especies, incluyendo la humana.

Ante tanta desmesura racial, infundada y absurda, la humanidad no puede seguir tolerando el mesianismo de los sionistas.  Es indispensable exigir masivamente que respeten a la comunidad internacional.  

En consecuencia, es obligación de la humanidad decente exigir que rápidamente les devuelvan a los palestinos las tierras que les han arrebatado después de la abusiva creación del Estado de Israel.

Sin duda, la existencia de este nuevo Estado se debe respetar, pues ya alberga un pueblo que, como todos, tiene derecho a existir disfrutando las condiciones para hacerlo con dignidad.

Pero hay que exigirles que se limiten a ocupar los territorios que les asignó la ONU.  

Es necesario que devuelvan los que han ocupado por la fuerza, mediante sus victorias contra árabes, musulmanes y palestinos, alcanzadas gracias a su evidente superioridad militar, a su sofisticado armamento y al apoyo incondicional de USA, su inmensa colonia occidental

Lo que significa el esfuerzo sionista por darles cumplimiento a sus profecías terminales, es su plena identificación con la Historia.  

Sobresalen en ella desde su origen, y están resueltos a desaparecer con ella, ya sea por extinción (si cumplen su misión exterminadora, después de reconstruir su famoso templo, en el que Yahvé instaló sus transmisores), o por desplazamiento (si, más bien, los demás les arrebatamos el poder e instauramos la Nueva Era, con su “sociedad del conocimiento” capaz de garantizarnos un futuro basado en el reconocimiento de la dignidad y la soberanía de todos; esto es, de la “igualdad esencial”, que a todos les garantiza su singularidad, pues cada uno es único).

En consecuencia, tanto como los potentados en general, los sionistas, que han prevalecido por la fuerza y les niegan a las mayorías el acceso al conocimiento para mantenerlas subyugadas más fácilmente, no tienen ninguna función en la Nueva Era.

Son fanáticos que se autoexcluyen del futuro al considerar que sus absurdas teorías creacionales constituyen el saber auténtico, definitivo, completo, sublime e incuestionable.  

Según sus delirios, sus creencias a todos nos obligan a ofrecer nuestras vidas para que ese pueblo elegido realice sus profecías.  

Y nadie tiene derecho a chistar ni a dudar, pues nadie es superior a Yahvé ni puede cuestionar su grandeza ni burlarse de sus arbitrariedades ni de sus estupideces, así sean tan evidentes e insostenibles.

Para semejantes teorías o creencias, la ciencia y la técnica -que nos auguran un futuro luminoso, una vez las mayorías se las apropien-, no serían más que ilusiones o engaños de los sentidos, inculcados por el enemigo malo para nublar nuestras mentes, alejarnos de la “verdad revelada” (la única confiable y auténtica) e inducirnos al pecado, sobre todo al peor: la desobediencia a Yahvé, el caprichoso creador de todo, según sostienen en sus libros “sagrados” los sionistas, sus hijos favoritos.  ¡Qué tal su megalomanía y desmesura!

Caducidad palpable de los potentados

Como los atropellos de los potentados, aunque no sean sionistas, son constantes y cada vez más graves, de modo que no se trata de retórica, me permito agregar dos anexos sobre inversiones mineras, aunque el central es el de los autos eléctricos porque presenta realidades indiscutibles que denuncian canalladas innegables y que tenemos que castigar lo más pronto posible.

En el primero, los infelices mineros que pasan su vida en socavones -seres “inferiores” para las oligarquías pero dueños legítimos de su mina, la “Frontino Gold Mine”-, son despojados por el Estado arbitrariamente y sin fundamento legal, para entregársela a “inversionistas” extranjeros, que no son mineros pero sí son estafadores reconocidos.

En el segundo, los desamparados páramos, legalmente protegidos, en teoría, rinden su belleza y su pureza a los sucios intereses de unos extranjeros, quienes tal vez sí sean mineros, aunque eso poco importa en la lógica de la depredación imperante.

Lo que importa y duele es que están resueltos a destruir nuestras más sagradas catedrales naturales, porque sí; para corroborar que son asesinos enemigos de cualquier forma de vida, que sólo consideran valiosos el dinero y el poder que se puede comprar con él.

Los mueve el superior deseo de destruir el mundo para confirmar sus personales grandezas o, en el caso de los sionistas, para cumplir su diabólica misión “divina”.

Aleteos de vida

También aprovecho para difundir la propuesta de Adolfo Pérez Esquivel quien pide otorgarle el premio Nobel de Paz a Evo Morales.

Si alguien lo merece, entre los gobernantes actuales, es él, porque carece de parangón su empeño por defender a la madre común, nuestra Gaia, nuestra Pacha Mama, nuestra Tierra, tan bella y vilipendiada por los viles que han esclavizado a nuestra especie y han hollado hasta las entrañas de la madre común.

Tampoco puedo abstenerme de difundir un trabajo que le atribuyen a Facundo Cabral y que es un canto a la vida, pues es la defensa incondicional de ésta lo que nos debe hermanar y darnos las fuerzas para vencer a los enemigos comunes.


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