y con el apoyo al sistema gubernamental de los políticos de turno.

Nada nuevo, ni que no lo supiéramos ya, dijo el informe de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), sobre los problemas de la institución. Si se hicieran auditorías, o informes, con cierta profundidad, en casi todas las otras instituciones saldrían las fallas, las incompetencias de los jerarcas , las gollerías de turno, los chorizos, los privilegios y todas esas cosas que han sido la base del clientelismo político tradicional de Costa Rica.

Se nombran comisiones y comisiones para lo que ya sabemos: llegar a nada, perder tiempo y recursos, analizando lo que todos sabemos y mencionamos arriba, y que, siendo problemas estructurales tienen componentes que van desde la corrupción a lo interno de la institución, el deslinde entre su junta directiva y las políticas reales que se llevan a cabo, el poder de los médicos, que induce a la huelga pero no participan, sector y esta privilegiada que es también una fuente de apoyo para los partidos tradicionales. Para muestra un botón: esa falta de voluntad de cumplir la Ley de Protección al Trabajador la culpa determina que se deben traspasar a la institución un 15% de las utilidades de las empresas públicas, megamillonarias, que bien puede estimarse en más de 600 mil millones de colones y otras leyes vigentes, pero sin cumplimiento, las cuales el Poder Ejecutivo ni cumple, ni traslada, ni paga, sin que a la fecha se hayan planteado estudios serios sobre esta temática.

Los problemas, crisis, gestión ejecutiva, la independencia, la valoración interna de esos problemas, todo eso, deben ser parte del análisis de la actual situación de la institución, examinados como algo real, acumulado en el tiempo, en donde la participación de los usuarios no se confunda con la participación sindical, porque la entidad es de toda la ciudadanía y no solo de los que están prendidos a las ubres de la institución, la cual tiene, como todas, personal de excelencia, mediocres planilleros, incompetentes directivos, así como la gran división entre los médicos, los asistentes, los de enfermería, etc., que muestran un rostro poco grato a la ciudadanía, que es la gran ausente en la toma de decisiones sobre la institución, a pesar del esfuerzo de algunas personas para incorporarlos al análisis integral.

La Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) solo refleja lo que ocurre a lo externo, en el cuepro social del país. La crisis política acumulada a través de casi tres décadas, las políticas erráticas e improvisadas, las superfechorías en las políticas sociales y el predominio de los tecnoburócratas, polivantes, pertenecientes a la llamada "meritocracia", que hoy están en un cargo y mañana en otro puesto; plomeros de las argollas políticas, que se han ido quedando sin personas competentes y no solo serviles. Es también un reflejo de las políticas neoliberales salvajes, aplicadas por nuestros gobernantes para proseguir con el lugar común de los organismos internacionales, aunque en otras latitudes se haya desquebrajado (Islandia, Irlanda, Grecia) y en los mismos Estados unidos, que deberían recetarse su propio ajuste estructural.

El otro problema es el humano. El sentido de convertirse, hacerse, transformarse en máquinas insensibles por parte de los empleados de la medicina estatal (¿nunca ocurre esto en la privada?), en donde el volumen de usuarios abruma a los encargados de ofrecer los servicios, la deshumanización progresiva ante el dolor humano, el ausentismo, médicos y enfermeras, las incapacidades, los privilegios convertidos en gollerías, más un cúmulo de asunto0s que por igual afectan a todas las instituciones públicas... y privadas, aunque usted no lo crea. Es indudable que todo lo anterior nos muestra un estado en proceso de descomposición, donde el desperdicio de los medicamentos, las consultas perdidas, los internamientos en época de festivos, el descuido institucional a los ancianos, etc. Cada entidad pareciera que necesitara una intervención permanente, separación de empleados, destituciones de jerarcas, encarcelamiento de alcahuetes, fácilmente perceptibles por la ciudadanía y sujetos de castigo, simbólico, por parte de la opinión pública.

No se trata de buscar solo culpables... Sino más bien de los responsables, e incompetentes, nombrados por seudo relevancia política, dentro de la moda de la famosa meritocracia, que pareciera ser la culpable, realmente, del desastre total. Toda ella inventada a partir de los años ochenta y que rampantemente han administrado, por delegación, la pulpería estatal.

Pero lo gracioso es que nadie sabe a quien interviene. Si las juntas directivas de las instituciones, al Poder Ejecutivo, al Legislativo. O si se necesita una barrida total. Empezando por los que sostienen la escoba, pero no hacen su labor con competencia.