hay que ponerle cuidado: la corrupción y la inseguridad ciudadana. Ambos van en contra de la libertad y el respeto de los derechos, en el tanto los delincuentes (corruptores y ladrones) se apropian de lo ajeno sin tener derecho. Poco a poco los delincuentes le van quitando el mando a los gobernantes que elegimos.

En la dimensión del índice denominada “Ejercicio del Poder Efectivo para Gobernar” es donde Costa Rica más pierde puntos. El Estado costarricense ha perdido capacidad de implementar políticas que aseguren bienestar y eficiencia económica. En salud y educación, si bien aún tenemos buenos indicadores, los demás países nos están alcanzando. En materia de inversión sufrimos un retroceso. El Estado tiene dificultades para invertir, pero tampoco está dejando que el sector privado lo haga. Como lo demostraron los resultados de la reciente Encuesta de Hogares, la cantidad de pobres va en aumento y la brecha de ingresos entre ricos y pobres va en aumento.

La poca efectividad del Estado para resolver los problemas de la ciudadanía es evidente. En campaña política los candidatos prometen, casi mesiánicamente, que ellos tienen la solución. Pero, cuando llegan al Gobierno, nos entregan otra realidad. Ante las promesas incumplidas, la ciudadanía se decepciona cada vez más. Cuando vemos las prácticas de “filibusterismo” en la Asamblea, ahora hasta de parte de la fracción oficial, nos damos cuenta de que la politiquería domina sobre la búsqueda de soluciones reales. A este paso, nuestra democracia va para el despeñadero.