Nuestro ilustre ex presidente Oscar Arias Sánchez, en medio del escándalo de CRUCITAS se tomó la molestia de escribir todo un ensayo sobre el armamentismo en el mundo y su gran aporte ante la Asamblea General de Naciones Unidas sobre la Transferencia de Armas.  Estoy segura que este artículo lo tenía listo para desviar una vez más la atención, con posiciones casi angelicales que espero sólo impresionen a los más ignorantes.  Que descaro hablar de calentamiento global cuando defiende la minería a cielo abierto, hablar “de repetir en los colegios la historia eterna de campañas bélicas en lugar de asistir a ferias científicas” (idea que dicho sea de paso la copió de “Basta de Historias” de Oppenheimer), cuando el discurso de su partido ha girado una y mil veces sobre las hazañas del 48.  “Hipocresía”, no lo sé, que juzgue el lector.

Claro que las armas matan, pero hay otras formas de matar la vida democrática de un pueblo de las que no habla don Oscar: Como comprar consciencias y amedrentar a humildes trabajadores en medio de un debate nacional sobre el TLC, como pasar por encima de la Constitución Política para lanzarse a la Presidencia, como declarar de interés público nacional un proyecto minero que nada tiene que ver con la vida y el respeto al medio ambiente y mucho menos con la paz con la naturaleza; silenciar a la prensa, coartar la libertad de elección en un referéndum, destruir la naturaleza, promover prácticas contrarias a la vida, acabar con el agro, pero bueno estas seguramente son formas sutiles de matar que no están dentro del tratado presentado por don Oscar.

Hoy que la Sala I ha tenido la valentía de fallar en contra del Proyecto Crucitas y de recomendar al Ministerio Público que determine si procede abrir una causa en contra de Oscar Arias Sánchez, Roberto Dobles Mora y los funcionarios de la Dirección de