Cuba y las damas de blanco reprimidas y algunas detenidas. A la vista estaba la falta de libertad y la violación de los derechos humanos de los cubanos.
El papa aterrizó en Santiago de Cuba y se cumplió con todo el protocolo conocido, pero fuera del aeropuerto estaban miles de cubanos ansiosos por escuchar el mensaje papal. Ellos esperaban esperanza, un rayo de luz en las tinieblas, una crítica al régimen dictatorial que por más de cincuenta años los ha mantenido prisioneros dentro de la isla, pobres y sin futuro.
Poco a poco se fue viendo la naturaleza real del viaje del papa a Cuba. No era político, no llevaba el mensaje de la esperanza, sino el de la resignación; no se escuchó la dura crítica al régimen de Fidel Castro, pero se observó una cordial comunicación con el tirano. Prefirió sentarse con Fidel, que con las damas de blanco para calmarles su angustia.
Se dijo que no era una visita política, fue diplomática, porque es más importante para el Vaticano fortalecer al clero de Cuba para que haya un mejor entendimiento con el régimen comunista, que tratar de acercarse a los que sufren en las cárceles castristas. Se preocupó por lograr que la Iglesia Católica de Cuba sea un interlocutor privilegiado del comunismo y olvidó abogar por los prisioneros de conciencia que se mueren lentamente en esas ergástulas del odio.
“Los llevo en mi corazón y oro por los cubanos de aquí y por los de allá. Oro por los niños, por los ancianos, por los jóvenes, por todos para que fortalezcan su fe.”
Ya el papa había visto la represión en la primera misa que ofició. Vio como sacaban con lujo de violencia a un cubano, solo porque gritó que en Cuba no había libertad. El papa vio como lo vapuleaba un miembro de la Cruz Roja cubana con la camilla que sirve para auxiliar a los enfermos, pero no protestó.
Los cubanos, dijo un periodista, esperarán el mensaje de esperanza y misericordia del papa hasta que este ponga un pie en el avión que se lo llevará de Cuba. El papa puso un pie en el avión y los cubanos dejaron de esperar.