"Sus instructores les dicen que la yihad (guerra santa) es imperativa, y que irán al paraíso luego de matar a muchos infieles y no creyentes en el Islam, pero eso es totalmente erróneo", afirmó.
Rehmen dijo lamentar particularmente la tendencia de los radicales de atacar mezquitas y funerales para maximizar el número de muertos.
Anwarullah, quien preside los rezos en Mardan, en la provincia de Khyber Pakhtunkhwa, alertó que "todos los que se hacen explotar y matan a musulmanes inocentes no hallarán un lugar en el paraíso, como les prometen sus instructores".
"No hay una segunda opinión sobre el hecho de que los ataques suicidas no están permitidos por el Islam. Es claro como el agua que los que desobedecen los mandamientos divinos y optan por convertirse en atacantes suicidas terminarán en el infierno, que alberga a los infieles", afirmó.
Por su parte, Qari Jauhar Ali, clérigo de Charsadda, uno de los 25 distritos de Khyber Pakhtunkhwa, señaló que quienes perpetran atentados suicidas no reciben las solemnidades funerarias, de suma importancia en la cultura islámica. "Ni se les da el baño ritual ni se le realizan los demás ritos cuando son llevados a la tumba", dijo a IPS.
En el distrito de Bannu, en Khyber Pakhtunkhwa, el erudito musulmán Maulana Muhammad Shoaib dijo lamentar especialmente el caso del joven Ahmad Ali, de 17 años, quien se inmoló en enero en Peshawar.
Los líderes religiosos que condenan públicamente los atentados suicidas se convierten ellos mismos en objetivos de ataques por parte del Talibán, que pretende silenciar toda interpretación del Islam contraria a la suya.
Algunos de los religiosos asesinados en los últimos años por el Talibán fueron Sarfaraz Naeemi, Muhammad Farooq Khan y Maulana Hasan Jan, todos abiertos críticos a los ataques suicidas.
Muhammad Shafique, del Departamento de Ciencias Forenses del Colegio Médico Khyber, dijo a IPS que los cadáveres no reconocidos en los atentados terroristas eran enterrados para luego ser identificados por su ADN, no así los restos de los atacantes suicidas.
"Nunca enterramos los restos de atacantes suicidas recuperados en una explosión, sino que los usamos con fines forenses", señaló.
Abdul Jamil, padre de Abdul Shakoor, quien se inmoló en un ataque contra un convoy de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en Kandahar en abril de 2010, dijo lamentarse por no haber podido celebrarle los ritos funerarios a su hijo.
"La gente realiza funerales incluso para quienes mueren en otros países y que no pueden traer a sus aldeas nativas, pero a mí se me negó eso", dijo Jamil.
Un residente de Surkh Dheri, en Charsadda, Abdul Shakoor desapareció en enero de 2010. Tres meses después, un grupo de talibanes le informaron a su padre que había perpetrado un atentado suicida en Kandahar y que "se había ido al paraíso".
"Yo no podía creer que el Talibán entrara a una mezquita por la mañana y me diera esa noticia. Para mi pesar, ellos me felicitaban, pero todavía los maldigo por lo que le pasó a mi hijo", dijo el padre a IPS.
"Ofrecer condolencias a familiares de un fallecido es un importante acto de cordialidad, pero yo no recibí a ningún doliente por la muerte de mi único hijo", lamentó.
"Como la gente desaprueba los atentados suicidas, nadie vino a ofrecerme condolencias", señaló.
"Morir de esta forma es doloroso para los padres, que no tienen esperanza de recibir la misericordia de Alá por sus hijos, ya que violaron los mandamientos islámicos", agregó.