Se nombra a los altos funcionarios por vínculos de amistad o familiares. Se establecen lazos de complicidad que a menudo poco tienen que ver con el recto ejercicio de la función pública. Se convierten también en lazos ideológicos que terminan pareciéndose más a fundamentalismos cuasi religiosos, cuando no derivan en la cara más abyecta de la corrupción como en los casos ICE-ALCATEL o CAJA-FISCHEL.
Vean esas imágenes patéticas de Chinchilla, con los mismos personajes que desde el inicio de las políticas neoliberales han manejado los hilos de las políticas financieras y económicas.
Se miran como viejos conocidos, contentos de volver a encontrarse;son los de siempre, los Lizano, los de Paula, los Trejos, los Dent... dispuestos, una vez más, a salvar al país. ¿Desde dónde? ¿Desde el último piso del Banco Central? ¿Desde la financiera SAMA? ¿O desde algún otro banco o grupo financiero dispuesto al supremo sacrificio?
Ellos, todos amigos, del PLN o del PUSC, qué importa, siempre han estado por encima de esas pequeñeces, el club que de verdad importa es el de los amiguetes neoliberales; como esa cara desconocida que aparece en el borde derecho de la fotografía, Edgar Ayales, una carrera exitosa en el FMI, futuro ministro de Hacienda. ¡Imagínense, el FMI!, ¿acaso no vamos a tenerle confianza?
Compadrazgos, viejos y nuevos intereses compartidos, amigos, colegas, familiares, de un club reservado, al que sólo se ingresa con la recomendación de otros amigos. Ese club que nos empuja desde hace años a la desigualdad y al desastre.