La mayoría de los israelíes consideran que el histórico reclamo palestino es "una amenaza existencial".
Creen que el cumplimiento del "derecho de retorno" destruiría su estado desde adentro, dado que la absorción de millones de palestinos alteraría irrevocablemente su mayoría judía.
Según Odeh, "hay suficiente lugar para musulmanes, judíos y cristianos. Debemos vivir juntos, igual que nuestros abuelos".
Algunos esperan que el fantasma de esa sentimental solución de un solo estado termine alentando a Israel a negociar una solución política de dos estados, y que Palestina absorba a la mayor parte de los refugiados.
Odeh personifica la historia de su pueblo. Poco después de su desplazamiento forzado, su padre falleció; tenía "el corazón roto", dice. La familia se reasentó en Jerusalén oriental.
Él trabajó en una videoteca en Kuwait, estudió derecho en Beirut y militó en el Frente Popular para la Liberación de Palestina. Tenía 27 años cuando Israel conquistó el oriente de Jerusalén.
Al regresar, resistió la ocupación. Sentenciado en 1985 por un tribunal israelí a tres cadenas perpetuas consecutivas por "actividades terroristas", fue liberado en un canje de prisioneros.
Actualmente es activista por los derechos humanos y autodesignado custodio de la memoria de su aldea.
Lifta es un paraíso para los hippies sin techo que la eligen y un refugio para los soldados con licencia en busca de serenidad. Y es una de las últimas aldeas vacías en pie después de la guerra de 1948.
En aquel entonces se destruyeron 500 de esas aldeas palestinas. Por lo general, lo que queda son terrazas, piedras mohosas y hierbas que señalan cementerios abandonados, añosas higueras silvestres o perales, y restos de muros.
Al seguir a Odeh en su recorrido por la aldea de su infancia, el visitante no puede dejar de admirar la belleza del lugar y la dignidad que de él emana, las cicatrices que la naturaleza y el tiempo fueron infligiendo, la invasión de la ciudad moderna y la nostalgia por el paraíso perdido.
En 1959, un decreto convirtió a esta codiciada zona en reserva natural. Queriendo emular la preservada aldea de Ein Hod, donde ahora vive una comunidad artística israelí, urbanistas de la Autoridad de Tierras de Israel intentaron convertir Lifta en un barrio lujoso.
Pero exhabitantes del lugar, respaldados por organizaciones israelíes de derechos humanos apelaron al tribunal distrital. En febrero, el plan se archivó… por ahora.
"Queremos preservar Lifta tal como está, renovarla como museo histórico abierto para todos", insiste Odeh.
"¿Por qué quieren destruir este patrimonio cultural? ¿Para construir chalets?", pregunta.
"Palestinos, cristianos, judíos, musulmanes… Eso no importa. Lo que importa es poner fin a la ocupación, crear un estado democrático", dice Odeh. Y murmura: "La historia no irá siempre en la dirección equivocada".
Entonces Odeh vuelve a su casa, que se encuentra a pocos kilómetros de aquel que alguna vez fue su hogar.