Wal-Mart tiene una clara política de compras: "compro su producto a X dólares. El precio no se negocia. Tómelo o déjelo".
Claro, para el vendedor no es sencillo rechazar las seductoras góndolas de una empresa que vende nada menos que 300 mil millones anuales. Los pedidos son inimaginables. Entonces, la respuesta del proveedor suele ser un brutal ajuste de su supply-chain para satisfacer el
precio exigido por Wal-Mart.
Para Vlasic, por ejemplo, esto significa ajustar los procesos desde la granja hasta la distribución, pasando por las fábricas y la parte financiera. Incluso, esto implica presionar a los propios proveedores para obtener descuentos. Esta es la realidad que enfrentan los más de 21.000 proveedores norteamericanos de la galaxia Wal-Mart.
En líneas generales, no hay nada demasiado novedoso en este método. Sin embargo, en los últimos años, el frenesí del outsourcing global agregó nuevos condimentos al cóctel.
Muchas empresas, en su afán de reducción de costos para poder seguir vendiendo a Wal-Mart decidieron tercerizar su producción en países de mano de obra barata.
Y el asunto preocupa en los Estados Unidos. A medida que los proveedores de Walton mudan sus operaciones al exterior, van destruyéndose puestos de trabajo norteamericanos.
Así, el cartelito con "el precio más bajo" está generando una verdadera redistribución del ingreso global desde los Estados Unidos hacia naciones en vías de desarrollo. En definitiva, mire todo lo que hay dentro de un frasco de pickles a tres dólares.