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La educación, llave del desarrollo - TicoVisión |
Publicado en 02/09/12 a 07:48:43 GMT-06:00 Por Administrador |
La carencia de educación, entonces, actúa como desencadenante de otras falencias en materia de salud, vivienda, mano de obra calificada, alfabetización, civismo, participación democrática, responsabilidad... 02 de septiembre de 2012 | TicoVisión | Redacción - | Opinión | San José, Costa Rica | Tribuna para el Libre Pensamiento Por Silvio Avilez Gallo El mundo del siglo XXI es cada vez más competitivo y los rápidos avances de la tecnología en todos los campos parecen aumentar la distancia que separa a los países desarrollados de los subdesarrollados. Si indagamos un poco más, no resulta fortuito constatar que el foso entre ellos parece insalvable, debido principalmente a dos factores: la generalización de la enseñanza de alta calidad y lo que los gobiernos del primer mundo invierten en investigación y desarrollo. Estos factores no son excluyentes de otros, pero explican en gran medida otras diferencias. Es sabido que en los países desarrollados la educación financiada por el Estado (básica, media y superior) es de muy buena calidad y no tiene nada que envidiar a la enseñanza privada. Ello explica que la mayoría de los estadistas, funcionarios y empresarios de esos países egresa de centros públicos, contrariamente a lo que sucede en los países en desarrollo, donde la educación con cargo al presupuesto nacio- nal ocupa uno de los últimos lugares en la escala de prioridades. Si a esto agregamos que en esos países los sueldos que se pagan a los maestros suelen ser muy inferiores a los que devengan los educadores de los centros privados, se comprenderá fácilmente que el nivel de preparación de los maestros públicos sea deficiente, en comparación con el de los profesores de las instituciones particulares. Esto crea un círculo vicioso que perenniza el problema. La mayoría de la población de los países del llamado tercer mundo presenta un porcentaje elevado de pobreza, lo que repercute negativamente en la posibilidad de que los niños y jóvenes de este estrato de la sociedad asistan a las escuelas públicas, ya que sus padres los envían a trabajar desde temprana edad para aportar a las necesidades del hogar. Además, la familia, como célula básica de la sociedad, ha sufrido los embates del modernismo, vale decir, la destrucción de valores y principios que antaño se transmitían de padres a hijos. En estos hogares, que suelen estar a cargo de un solo progenitor (donde la unión libre ha remplazado al matrimonio tradicional), la primera educación que reciben los hijos es prácticamente nula, lo que se traduce en la falta generalizada de estímulos que desarrollan el cerebro desde los primeros años. En los países del primer mundo, la educación se considera alta prioridad y por tal razón le confieren la importancia que merece en las asignaciones presupuestarias. Asimismo, estos países consagran elevadas sumas a la investigación y desarrollo para promover las inquietudes científicas y técnicas, así como la creación de fondos de becas para favorecer a aquéllos que, teniendo dotes especiales, por falta de recursos no pueden acceder a centros especializados para desarrollar su vocación. La carencia de educación, entonces, actúa como desencadenante de otras falencias en materia de salud, vivienda, mano de obra calificada, alfabetización, civismo, participación democrática, responsabilidad, niveles de empleo y otras áreas del quehacer humano. Lo más trágico de esto es que la inexistencia de estímulo intelectual en el hogar se traduce más tarde en falta de iniciativa y ausencia de razonamiento, que son primordiales para el desarrollo de las capacidades y la personalidad del individuo. Esta circunstancia explica, asimismo, en esos países la explotación que las minorías instruidas hacen de las masas empobrecidas por el yugo de la ignorancia, lo que a su vez da origen al caudillismo, la dictadura, la corrupción, los altos niveles de delincuencia y el florecimiento de actividades ilícitas como el crimen organizado y el tráfico de estupefacientes. Estas lacras no son, por supuesto, patrimonio exclusivo del tercer mundo, pero encuentran un terreno muy fértil ahí donde la pobreza intelectual y material sirve de aliciente a la delincuencia. Cuando se comprenda cabalmente que el gasto en educación en todos sus niveles es la mejor inversión que pueden hacer los países que ocupan los últimos peldaños en la escala del desarrollo global, se habrá dado un paso decisivo para tratar de corregir una situación vergonzosa que denigra la dignidad del ser humano. La educación no sólo es la llave del progreso sino también aquélla que abre la puerta enigmática de la mente y enciende la luz maravillosa del pensamiento. |
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