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Nicaragua: Pedro Joaquín ¡vive! - TicoVisión |
Publicado en 06/10/12 a 06:17:14 GMT-06:00 Por Administrador |
Lo que necesitamos son leyes fuertes, por su justicia y su vigencia efectiva, que generan respeto y convivencia, y no “hombres fuertes” que siembran encono y violencia. 06 de octubre de 2012 | TicoVisión | Redacción - | Opinión | San José, Costa Rica | Tribuna para el Libre Pensamiento Por Edmundo Jarquín El pulso de la semana En enero de 1998, con motivo del vigésimo aniversario del asesinato de Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, publiqué el libro titulado “Pedro Joaquín: ¡Juega!”. Es un breve perfil biográfico ( 1924-1978 ) sobre el telón de fondo de la historia que le tocó vivir, que fue, en efecto, la de la dictadura somocista (1932-1979), y la más amplia de nuestra historia republicana. Ahora que la Asamblea Nacional, en un acto de justicia histórica, le ha declarado “Héroe Nacional de la República de Nicaragua”, quisiera volver sobre algunas de las reflexiones que entonces, en el extranjero y alejado de la política, hice. Al intentar leer la vida de Pedro Joaquín sobre nuestro trasfondo histórico escribí: “Los nicaragüenses, que hemos sido una de las sociedades latinoamericanas más profunda y radicalmente desgarradas por nuestras pasiones y odios políticos, y por nuestras rivalidades personales, familiares y regionales, que nos han conducido a los mayores excesos de guerras civiles e intervenciones foráneas -siempre, invitadas por, o al menos con la complicidad de nosotros mismos-, hemos tendido a ver nuestra historia con el prisma de nuestra radical intolerancia: hay historia liberal, en la que los villanos son los conservadores; historia conservadora, es decir, escrita por los conservadores, en la que todos los males recaen sobre los liberales; historia antisandinista, en la que no cabe el menor asomo de bondad en la lucha del General Sandino y sus seguidores; finalmente, historia escrita desde la óptica del FSLN, en la que todo lo que no era FSLN era malo o inexistente”. Y agregaba: “Si las generaciones actuales no toman apropiadas lecciones de esa recurrencia bárbara, y cortan con ella de un tajo asegurando que la construcción democrática que vive Nicaragua no se revierta, entraremos al siglo XXI prisioneros de los fantasmas y horrores de nuestro nada envidiable pasado”. Y con una suerte de temor premonitorio escribí: “Eso ocurrió en el tránsito del siglo XIX al siglo XX y eso podría ocurrir en el próximo cambio de siglo y de milenio si no aprendemos, especialmente, de la historia de la segunda mitad de siglo XX. Recordaba, citando al historiador Arturo Cruz Sequeira, que “la incapacidad de hacer la transición política a finales del siglo XIX, tal como ocurrió a finales de los años setenta de este siglo (XX), hizo que los logros económicos de los “treinta años”, como los del régimen de los Somoza, no fueran sostenibles”. Como se conoce, Pedro Joaquín fue un inclaudicable luchador cívico por las libertades y la institucionalidad democrática. Indicaba que nuestra historia “está llena de héroes y mártires guerreros…….Ya no necesitamos más. Frente a ese prototipo del héroe nicaragüense, guerrero, Pedro Joaquín emerge como un anti-héroe. Es decir, como un héroe civil, cívico, ciudadano. Pedro también empuñó las armas, pero con el objetivo de que nunca más los nicaragüenses tuviésemos que hacer los mismo”. Y al derivar las lecciones que nos dejaba Pedro, su lucha y su vida, anoté: “Necesitamos héroes civiles. Ciudadanos que ejerzan sus derechos y cumplan con sus deberes, que paguen sus impuestos y demanden del gobierno sus responsabilidades; gobernantes modestos y eficientes; funcionarios probos y jueces honestos; militares respetuosos de la ley y protectores de los civiles -sí, un militar puede ser un héroe civil-; requerimos vecinos preocupados por su barrio, por las escuelas y centros de salud de su vecindario; empresarios honrados, que innoven e inviertan; creyentes tolerantes de las confesiones de los otros; precisamos mujeres y hombres solidarios con los desvalidos, con los excluidos y vulnerables, y jóvenes que trasciendan el vértigo egoísta de la satisfacción inmediata. Demandamos que la política sea una vocación de servicio público y una forma superior de la solidaridad social. Sencillamente necesitamos ciudadanos, esos héroes cotidianos que han escaseado en nuestra historia sangrante y enconada”. Como se apreciará, si su vida inspiró esas reflexiones, Pedro Joaquín ¡vive! Ley fuerte, no “hombre fuerte” Ya que el tema de Pedro Joaquín Chamorro motiva una reflexión histórica, quisiera hacer una semejante derivada del caso de los 40 taxistas que han sido encauzados por realizar tranques que derivaron en disturbios, interrupción del tránsito y obstrucción de funciones. El hecho se presta a varias lecturas. Una, de carácter más general, es que ya pareciera ser parte de una escuela, preocupante por cierto, que en Nicaragua nada se puede obtener si no es a través de la protesta y, con frecuencia, protesta haciendo uso de la fuerza. Esta semana fueron los taxistas; en otra ocasión, los militares retirados; o los cañeros, o los del Movimiento No Pago, o los vecinos de Las Canoas, carentes de servicios básicos. Si esto es así ahora, en que hay bonanza de exportaciones, mucha cooperación externa, crecimiento económico, sobre recaudación fiscal…..¿qué ocurrirá cuando lleguen las vacas flacas? Otra lectura, más histórica y específica, pero complementaria de la anterior, es que ha sido Ortega y el Orteguismo quienes más han promovido, desde 1990, con tranques y asonadas, esa cultura de la protesta violenta para obtener resultados. Y la continúan promoviendo, porque rutinariamente violan las leyes, y cuando la ley no vale, pues empieza a valer la fuerza. Claro, cabe otra lectura y hay quienes la hacen: ahora Ortega, desde el gobierno, no permite lo que hacía desde la oposición. Ortega está particularmente interesado en esta lectura, porque refuerza la idea de que solamente él puede “controlar a este país”. Es decir, Ortega como factor de estabilidad. No solamente yo he escuchado reflexiones como la siguiente: “es mejor tenerlo en el gobierno, pues da estabilidad, que en la oposición, que fomenta la inestabilidad”. Son, en definitiva, reflexiones que alimentan la cultura del “hombre fuerte”. Pero como lo demuestra nuestra historia, los “hombres fuertes” inevitablemente terminan en violencia y confrontación. Lo que necesitamos son leyes fuertes, por su justicia y su vigencia efectiva, que generan respeto y convivencia, y no “hombres fuertes” que siembran encono y violencia. |
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