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En busca de Orlando Sánchez Diago - TicoVisión |
Publicado en 18/10/12 a 08:48:39 GMT-06:00 Por Administrador |
En pocos días Orlando se ganó completamente la simpatía de todos los jugadores de los Dodgers. Recuerdo esta anécdota como si hubiese sucedido ayer. 18 de octubre de 2012 | TicoVisión | Redacción - | Deportes | San José, Costa Rica | Tribuna para el Libre Pensamiento En busca de Orlando Sánchez Diago Por René Cárdenas (El Chelito Cárdenas) En 1958 me hice cargo de la narración de los juegos de los Dodgers que se efectuaban en la majestuosa estructura del Coliseo de Los Ángeles y, cuatro años más tarde, retorné por tercera vez a Nicaragua a narrar el beisbol profesional de invierno. Eran 154 partidos en las Mayores y 90 en el país que me vio nacer. Esto constituía para mi una vida de beisbol en cada instante de mi existencia. Un reto encantador especialmente cuando se viven años de juventud. Mediante la invitación de una agencia de publicidad de Nueva York que manejaba el paquete radial y televisivo de los Dodgers, recibí la sugerencia de renunciar a los Dodgers y aceptar el puesto de narrador y director del paquete radial de un equipo que jugaría en Houston y que se llamaría Colt .45s en un estadio en construcción que llevaría el mismo nombre y más tarde en uno con techo y aire acondicionado. Esto último se me hizo difícil creer. Todo aquello me sonaba a pura ficción, especialmente cuando me confirmaron que al cabo de tres años se jugaría la pelota en un estadio con techo y aire acondicionado. Como los proponentes eran los compradores del derecho y al mismo tiempo patrocinaban el paquete se me hizo difícil decir que no y, también porque por naturaleza soy partidario de las aventuras y de los nuevos retos. Para mí no fue fácil dejar de narrar los juegos de los Dodgers, un equipo que hizo historia al trasladarse de Nueva York a Los Ángeles para introducir el beisbol en la costa del oeste e iniciar una era que hoy sigue siendo una mina de oro, y que también fue un elemento importante para estabilizar la economía y la existencia de las Ligas Mayores. Pero debo de decir que además del reto y la posición que me ofrecieron, el incentivo económico para una joven familia como la mía en ese momento, fue algo sumamente positivo. Así que en 1962 inicié una nueva etapa en mi carrera de narrador de beisbol de Liga Mayor. Mi primera responsabilidad fue la de buscar, seleccionar y contratar la persona que compartiría las narraciones conmigo. Pensé en muchos narradores que sabía que existían y que personalmente no conocía; otros que solamente habían sido recomendados por diferentes personas y, por el término de dos semanas pasé devanándome la cabeza por encontrar al que debía ser la persona que me acompañara. De súbito, recordé que en el beisbol invernal de Nicaragua, había conocido a Orlando Sánchez Diago, que narraba la pelota de invierno para la emisora de Anastasio Somoza. El cubano era todo un perfecto caballero, conocedor profundo del beisbol y uno de los más populares en la escena de la radiodifusión deportiva de Cuba. Sin pensarlo más me entregué rápida y completamente a la tarea de averiguar el paradero de este personaje. La búsqueda comenzó en enero de 1962, poco después que la bella Cuba cayó en manos del comunismo, razón por la que miles de personas, entre ellas Sánchez Diago, salieron de la isla rumbo a todas partes del mundo. Los cubanos refugiados en Houston, en su mayoría abogados, ingenieros y médicos, conocían a Orlando, pero ninguno de ellos me pudo informar de su paradero. Seguí todos sus consejos para encontrarlo, pero todo fue en vano. Era como si el narrador hubiera desaparecido de la faz de la tierra. El tiempo pasaba y ya se acercaba la fecha de los entrenamientos de primavera. Todo estaba listo en Houston. La cadena de radiodifusoras se componía de 7, en Houston, Dallas, San Antonio, Corpus Christi, Brownsville, Reynosa y Laredo. La expectativa general era grandísima por tratarse de un equipo nuevo en las Ligas Mayores, con nombre de pistola del oeste y que estaría en la ciudad espacial. El estadio estaba al terminarse, los anuncios comenzaron a transmitirse para crear el ambiente beisbolista de Liga Mayor por primera vez en la historia del Suroeste de Texas, pero yo no tenía el compañero con el que compartiría las narraciones del nuevo equipo. Recuerdo que partí con el club a la pequeña ciudad de Apache Junction, a unas 20 millas al Oeste de Mesa, Arizona, a comenzar el entrenamiento primaveral el 17 de febrero de 1962 y yo pasaba horas interminables en el teléfono indagando el paradero de Sánchez Diago. Me di cuenta que los cubanos estaban dispersados en todas partes de América y sus grupos estaban completamente desorganizados y sin mucha información, en esa época las comunicaciones telefónicas eran costosas, y no existía ese maravilloso medio de hoy que es la Internet, en otras palabras, nadie sabía el paradero de nadie. Los Colt .45s fueron a jugar a Palm Spring, California, contra los Angelitos, cuando en el hotel recibí una llamada de un aficionado para decirme que Orlando estaba viviendo como refugiado en Caracas, pero era todo lo que sabía. En poco minutos até cabos y llamé a Caracas para hablar con Oscar "El Negro" Prieto, viejo amigo y colega de la narración y me dijo que él lo había tenido narrando algunos juegos del equipo Leones de Caracas. Me dio su número y por fin establecí contacto con Orlando. Le ofrecí el trabajo y me contestó: "¿En qué quieres que me vaya?". Luego aceptó los términos, pero a continuación agregó: "Mi visa de trabajo de Los Estados Unidos está vencida y mi pasaporte cubano también. En otras palabras no existo". Sentí que Orlando me había dado un golpe bajo con esa información, pues yo quería traerlo a narrar conmigo, él quería venir, pero la "documentación" para viajar no le favorecía, "no existía"... ¿Qué podía hacer yo en esas circunstancias? Después del juego regresamos a Apache Junction y pasé toda la noche pensando qué diría al equipo para solucionar el problema. En la mañana siguiente llamé a mi jefe, al dueño del equipo, al hombre que me dio el contrato, al visionario Roy "Judge" Hofheinz. Expliqué la situación y me dijo: "No tengo tiempo para discutir esto por teléfono. Toma un avión y me buscas mañana". Siguiendo las instrucciones retorné a Houston y me di cuenta que el tema no se resolvería inmediatamente porque Hofheinz que calzaba botas altas llenas de lodo, estaba muy ocupado y no me atendería tan rápido como se necesitaba. Caminaba en cuerpo de camisa y con un casco protector en medio del terreno del estadio en construcción dirigiendo diferentes cuadrillas de trabajadores que laboraban tediosa y apresuradamente. Faltaban pocas semanas para la inauguración de la campaña y todo tenía que estar listo para el primer juego programado para el día de su cumpleaños el 10 de abril de 1962. Luego de pasar horas y horas tratando de hablar con el Juez durante tres días, al fin me concedió audiencia en su oficina principal a la orilla del estadio donde estaba concentrado el personal administrativo de la nueva organización. Después que minuciosamente le expliqué todos los detalles me dijo mientras encendía un gigantesco puro: "Y a ti qué se ocurre para solucionar esto? --¿Tiene usted algún amigo de influencia en Washington? -- le pregunté. Luego de pensar unos segundos y de darle vueltas y vueltas al puro entre los dedos de la mano derecha, murmuró un poco y dijo: --¿Qué te parece el Vice Presidente de Los Estados Unidos? --Fenómeno dije para mis adentros y luego con voz temblorosa le dije: "Simplemente fabuloso". --"Dirigiéndose a su secretaria Mary Frances, le dijo: "llama a la Blair House y diles que quiero hablar con Lyndon (Johnson) ahora mismo", dijo el Juez. "The Blair House" era la residencia oficial del Vice Presidente. Hoy no sé si eso existe todavía. Unos cinco minutos más tarde, los dos personajes comenzaron a platicar de política y al final el Juez Hofheinz, le contó al Vice Presidente la misma historia que yo le había explicado. Luego de colgar el aparato telefónico, El Juez se volteó lentamente hacia mí, le dio otras vueltas al puro que ya estaba por la mitad y, dijo calmadamente: "Llama a Orlando y dile que mañana a las diez de la mañana se presente en la Embajada Americana con su pasaporte viejo y ordénale su pasaje aéreo inmediatamente. Y ahora tengo que regresar al lodo, al calor, a la humedad y a los mosquitos de la construcción", y se marchó con el casco puesto. Tres días más tarde fui al entonces pequeño aeropuerto Hobby de Houston a esperar a Orlando. Mientras esperaba desembarcó Peter O´Malley (hijo de Waler, dueño de los Dodgers) acompañado del secretario viajero del equipo Lee Scott y, Peter dijo: "¿Cómo sabías que veníamos?" --"Es una coincidencia, Peter", contesté. "Ahora trabajo para los Colt .45s". "Te felicito y te deseo buena suerte", dijo mientras se alejaba. Como unos treinta minutos más tarde, Orlando arribó procedente de Caracas con un permiso especial extendido por la Embajada Americana y, el senador por Texas J. Casey, si mal no recuerdo, fue el encargado a nombre del Vice Presidente Johnson para que arreglara los papeles de residencia legal de Sánchez Diago. Así se empezó a ampliar una gran amistad de muchísimos años pues Orlando y yo compartimos narraciones de beisbol de los Colt .45s y Astros por muchas lunas, además de todas las narraciones de boxeo efectuadas en el Astrodome y las del Torneo Mundial Eliminatorio para buscar al sucesor de Mohammad Alí. Orlando falleció en Houston en 1985 y nuestra amistad duró toda una vida. Y mientras el Creador me siga dando vida, siempre guardaré estos gratos recuerdos en un lugar muy especial de mi mente. Al escribir estas notas que brotan de mi memoria también recuerdo que el Juez Hofheinz, me dio la oportunidad de organizar una cadena de radio a nivel internacional para narrar los juegos dominicales de los Astros compuesta por México, Centro América, El Caribe, Colombia, Venezuela y Ecuador que tuvo una exitosa duración de tres años. Para las peleas, se agregaban emisoras en todos los otros países de Sur América. La Cadena Radial de los Astros se concibió para dar a conocer el Astrodome al mundo hispanoamericano como la octava maravilla del mundo. El desfile de turistas que visitó la estructura fue de millones a través de los años. Orlando no solamente narró para los Astros en las Ligas Mayores, también lo hizo con los Dodgers por un par de semanas. Mi buen amigo Jaime Jarrín, el titular de esas narraciones, optó por aceptar un contrato para difundir algunas disciplinas con la última Olimpiada celebrada en Los Ángeles y, para suplir su ausencia, conseguí que los Dodgers le otorgaran a Orlando un contrato por ese corto período. En pocos días Orlando se ganó completamente la simpatía de todos los jugadores de los Dodgers. Recuerdo esta anécdota como si hubiese sucedido ayer. Terminamos de jugar una serie con los Rojos de Cincinnati y cuando el auto bus del equipo nos llevó al aeropuerto para tomar el vuelo con rumbo a los Ángeles, Orlando debía de separase del club para viajar de regreso a Houston porque ese día terminaba su contrato ya que Jaime había terminado su responsabilidad con el Comité Olímpico. Cuando Orlando se bajó del auto bus, todos los jugadores se pusieron de pie y le aplaudieron frenéticamente deseándole una grata despedida. El cubiche, se puso impávido en la acera del aeropuerto y, de los ojos bajaron unas cuantas lágrimas de felicidad y contento. El Astrodome existe todavía al Sur de la ciudad de Houston como un ejemplo de la visión de un hombre conocido como Roy "Judge" Hofheinz. En el año 2000 los Astros abandonaron el Astrome para jugar en un estadio nuevo conocido ahora como el Parque Minute Maid. El Astrodome contaba con una plaza de estacionamiento catalogada como la más grande del mundo y que originalmente tuvo un costo de $45 millones en 1965 y una reparación de $50M 20 años más tarde. Debe saberse que sigue en pie, sin inquilino, desbaratándose poco a poco y, con el tiempo desaparecerá lo que fue una joya en la legendaria pradera texana. Los éxitos de sus mejores días solo existen en la mente de unos pocos que trabajamos arduamente para que se construyera y para enseñarlo al mundo. A Orlando le sobrevivieron 3 hijos que residen en Houston: Orlando Jr., Gema y Lin. |
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