De todos es conocido que los controles en nuestro país no son lo más eficientes posible, por lo que no hay una garantía real de que esa semilla transgénica no afecte nuestros cultivos, ya sea por polinización o por trasiego de semilla.

Si una parcela vecina con maíz autóctono resulta contaminada por la semilla modificada la empresa puede acusar al vecino de “robarle su semilla”, ¿podrá el vecino pedirle a la transnacional lo mismo? ¿Tendrá el vecino la suficiente capacidad económica para defenderse y cobrarle a la transnacional por contaminar sus siembras?

El 50% ó más de nuestras exportaciones agrícolas van a Europa, continente que tiene una clara política de no consumo de transgénicos. Nuestro país se ha abanderado como país ecológico y se hacen esfuerzos para mejorar las buenas prácticas verdes. Si bien es cierto Costa Rica no exporta maíz, es importante contestarse estas interrogantes: ¿Cómo afectará la imagen y credibilidad un permiso para siembra de semilla transgénica? ¿Se sentará un precedente para que se soliciten nuevos permisos transgénicos para otros cultivos que si exportamos a Europa?

Por último es importante además evaluar ¿Qué le va a quedar al país de esta negociación, cuáles van a ser los beneficios económicos, si sólo se va a usar nuestro patio para producir una semilla que otro va a vender? ¿Cuáles son los objetivos de este mejoramiento genético (¿amarrar al productor a un paquete tecnológico de herbicidas producido y promovido por Monsanto u otras transnacionales?). ¿Cuál podría ser el impacto sobre las poblaciones de mariposas/larvas benéficas? ¿En manos de quién va a estar la defensa de nuestro patrimonio de biodiversidad?

¡Piensa Costa Rica, piensa y despierta!