coherentes con sus discursos cargados de violencia y de reto, pero no son ellos los que sufren el embate de esas represalias, sino sus pueblos inocentes e inermes los que mueren y sufren los bloqueos comerciales. Los gobernantes y sus familias al igual que las ratas que abandonan el barco que se va a pique, llenan sus maletas de dinero robado al pueblo pobre y se embarcan en sus aviones privados de lujo, como el de Evo Morales  en el que quiso sacar a escondidas a Snowden de Moscú.

Daniel Ortega le lanza un reto a los Estados Unidos al darle asilo a su enemigo declarado, el espía y traidor Snowden, poniendo en práctica su criterio parcial que es el que lo pone en la disposición para ofrecer ese asilo y no el espíritu generoso con que quiere engañar al mundo. Ortega de generoso no tiene nada, más tiene el león herido y enjaulado al perder su libertad animal. Ortega lo hace por irresponsable, por roba cámaras, por su vocación de terrorista.

Somos nosotros los que vamos a sufrir las consecuencias y por esa razón es hora de ponerle un alto al terrorismo islámico y a los que lo apoyan. Es hora de detener a los países del ALBA, a cuyos gobernantes hay que sentarlos en el banquillo de los acusados, para que sean castigados por la reedición de los juicios de Núremberg por sus crímenes de lesa humanidad en su empeño por destruir la civilización occidental. Los venezolanos, los bolivianos, los ecuatorianos, los nicaragüenses debemos enfrentarnos directamente con nuestros gobernantes y acusarlos de traidores a la raza, a la religión y a la ideología de nuestros antepasados, porque nos quieren entregar al poder de la media luna para ser exterminados y borrados de la faz de la tierra.

Ya Ortega nos hizo retroceder 100 años, ya nos hizo enfilarnos para recibir un mendrugo de pan podrido y nos hizo retroceder a la era del coche de caballos. Nos recetó hambre y miseria y ahora nos está recetando muerte y esclavitud. Nos quiere condenar a morir como chivos degollados por los cuchillos malditos de los iraníes y de los aberrados de las arenas del desierto. Tenemos que detenerlo a como dé lugar, aunque caigamos muchos en el empeño de lograrlo. Pero es mil veces preferible esa muerte, que morir degollados como ganado de matadero con el alfanje de Mahoma, o vivir esclavos de los antípodas amarillos, a quienes el entreguista Daniel Ortega les regaló el país entero. ¿Miedo a Ortega? Ya no. No se puede vivir con miedo, es mejor morir con miedo, antes de claudicar.