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Félix Arcadio Montero Monge - TicoVisión |
Publicado en 16/08/13 a 06:40:30 GMT-06:00 Por Administrador |
en los últimos años, hemos comentado sobre el devenir del país a partir de los famosos “ajustes estructurales”, mismos que empezaran en la administración gubernativa de Luis Alberto Monge Álvarez... En estos tiempos del imperio de una globalización criminal que atenta contra la Humanidad misma, habida cuenta de su brutal desigualdad (con los ejemplos que dimos en nuestros dos más inmediatos artículos semanales publicados en este mismo espacio); una especie de “regreso al pasado”, en búsqueda de las fuentes originarias de la conformación de la nacionalidad, del ser y de la idiosincrasia costarricenses, sería fundamental. Por Albino Vargas Barrantes * San José, 16 de agosto de 2013.- Algunas de las personas con las cuales, en los últimos años, hemos comentado sobre el devenir del país a partir de los famosos “ajustes estructurales”, mismos que empezaran en la administración gubernativa de Luis Alberto Monge Álvarez (1982-1986), del todavía sobreviviente Partido Liberación Nacional (PLN); saben que siempre hemos planteado que ocupamos una renovación política de carácter estratégico, realmente transformadora radical del estado actual de las cosas en Costa Rica (ese que causa tan gran perjuicio para las mayorías). Y hemos planteado que ello debería basarse en la construcción de un pensamiento de nuevo tipo, si se quiere de corte nacionalista, que recuperara, para un redimensionamiento actual, el gigantesco legado de grandes costarricenses de antaño; hombres y mujeres quienes, pese a tener diversas filosofías políticas, lucharon desde sus diversas trincheras por una sociedad en la cual la búsqueda y la promoción del bien común, fueran el eje fundamental de toda política pública. En estos tiempos del imperio de una globalización criminal que atenta contra la Humanidad misma, habida cuenta de su brutal desigualdad (con los ejemplos que dimos en nuestros dos más inmediatos artículos semanales publicados en este mismo espacio); una especie de “regreso al pasado”, en búsqueda de las fuentes originarias de la conformación de la nacionalidad, del ser y de la idiosincrasia costarricenses, sería fundamental. No estamos pensando en que debemos vivir de la nostalgia, ni pensando en que “todo tiempo pasado fue mejor”. Lo que creemos es que la recuperación, con sentido actual, de qué fue lo que nos dejaron esos y esas costarricenses, podría alimentar un relanzamiento de un proceso cívico-patriótico de corte estructural transformador; que pudiera ayudar a la aglutinación (con sentido estratégico), de todas esas expresiones de lucha que vemos todos los días, en las cuales “los y las de abajo” cuestionan el orden vigente, de una manera o de otra, precisamente por su sesgo excluyente, empobrecedor, corrupto, cínico y antisolidario que se ha venido imponiendo en la política costarricense de los últimos 30 años. La recuperación de la obra y de la acción de esos grandes patricios y patricias nacionales, serviría de fuente vivificadora hacia la construcción de la nueva hegemonía que necesita este país; no solamente ante la constatación del fracaso del modelo neoliberal; sino ante el agotamiento de la oferta político-sistémica que se nota en el escenario de las elecciones generales del 2014; mismo que nos presenta, aún en sus planteamientos más “atrevidos”, la acción política concebida desde arriba hacia abajo. A final de cuentas, lo que se da con este estado de cosas, es darle un nuevo oxigenamiento y revalidación al orden sistémico vigente que se sostiene, sin importarle quién gane. Su hegemonía es de tal calibre que, al no existir el contrapeso desde abajo para neutralizarla, ve con mucha tranquilidad el desarrollo de la “cosa” electoral como algo rutinario y de mera tramitación de la renovación de la “licencia de legitimación” del estado excluyente en que se reproduce, alimentando su capital y su poder. Buscando esas fuentes vivificadoras, hubo un ser humano excepcional que nació en esta tierra costarricense, pero prácticamente nadie en este país conoció de su existencia y, mucho menos le recuerda. Hablamos de don Félix Arcadio Montero Monge, ciudadano nacido en Santo Domingo de Heredia, en 1850; muriendo frente a las costas de El Salvador, un 5 de junio de 1897, en un viaje que lo traía desde Europa (adonde lo habían forzosamente exilado) hacia ese país donde pensaba asentarse ya que había sido desterrado de Costa Rica por la oligarquía criolla de ese momento, la cual lo consideraba una especie de “subversivo” por su pensamiento social. El océano fue su sepultura. Estudió Derecho y fue el último rector del primer centro de enseñanza de estudios superiores que tuvo el país, la Universidad de Santo Tomás, contra cuyo cierre luchó denodadamente; cierre que, fatalmente, se produjo en 1888. Fundó el Partido Independiente Demócrata, lo que se considera como el primer intento de toda la historia nacional por crear un movimiento político de carácter alternativo al liberalismo económico de la época, buscando un desarrollo social incluyente. “De ahí que consideremos que el Partido Independiente Demócrata fue el primer partido que aspiró a representar los intereses políticos de la clase obrera costarricense por embrionaria que hubiera sido la organización política de la misma en este período. Por lo anterior debe considerarse a don Félix Arcadio Montero como el gran precursor de la lucha política de clases en nuestro país y como el primer organizador político de la clase obrera costarricense.” Así conceptúa el historiador don Vladimir de la Cruz de Lemos, el significado de la fundación de este partido. Como todo líder real al servicio de lo popular, también tuvo sus detractores, mismos que estaban con el control de la hegemonía política y económica de la época en que vivió don Félix Arcadio. Lo consideraron un “demagogo”, un “sedicioso”, un “criminal”, terminando por echarlo del país que lo vio nacer. La gran lucha de don Félix Arcadio Montero Monge por la justicia hizo que formulara, con su movimiento, planteamientos más allá de las inquietudes económico-sociales en pro de la igualdad. Luchó contra el militarismo, proponiendo la supresión del ejército en tiempos de paz y el carácter civil de la policía. Abogó fuertemente en favor de la pureza electoral y fue un destacado protagonista del 7 de noviembre de 1889, cuando un movimiento cívico salió a las calles a defender el resultado electoral que le había dado la victoria al Lic. José Rodríguez Zeledón. Luchó contra los privilegios odiosos y creyó que el Estado debía tener el control de las fuentes del crédito. Creyó que los pequeños y medianos agricultores debían tener su banco hipotecario; y, de alguna manera, se inspiró en el Humanismo Cristiano pues afirmó una vez (letras más, letras menos) que “la moral cristiana, en su pura y genuina expresión, puede ser base civilizadora de las sociedades modernas”. La corriente sindical en la cual militamos habrá de celebrar en fecha próxima un congreso ideológico que llevará el nombre de “Félix Arcadio Montero Monge”, para no solamente honrar su memoria y dar a conocer su legado; sino como muestra de que si soñamos tanto como él soñó en el marco del concepto de “Otra Costa Rica es posible”; el pensamiento y la acción de don Félix Arcadio Montero Monge calza, como anillo al dedo, ayudando para que “los y las de abajo” nos dispongamos a la estructuración del desafío estratégico que se necesita en este país, a fin de desterrar la perversa corriente hegemónica de sesgo neoliberal; la cual no quisiera, ni por un minuto, que los legados de este ilustre costarricense fueran de conocimiento masivo, pues revitalizarían lanzamientos movilizatorios de nuevo tipo, dándole contenido de vocación de poder a lo que ya es cosa de todos los días en la Costa Rica de hoy: acudir a la Democracia de la Calle. (Los datos consignados fueron tomados de Wikipedia). * Albino Vargas Barrantes: Secretario General de la Asociación Nacional de Empleados Públicos y Privados (ANEP). Central Social Juanito Mora Porras. |
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