Falleció un Alma Pura que se sentía en sus abrazos al momento de encontrarnos, de saludarnos, previos al conversatorio ameno; abrazos que trasmitían el cariño y no el vago compromiso social; abrazos que transmitían la hermandad y el amor sincero nacido del Alma.

Nunca escuché de él una crítica negativa, ni hacia a mi, ni hacia nadie; pero siempre vi y sentí su atención, pues era una persona que se daba a los demás por entero. En una reunión o fiesta era incansable, no lo dejaba a uno mover un dedo, pues velozmente presentía si uno necesitaba un trago, un vaso de agua, un bocado, un… lo que fuera y el corría a traerlo.

Esta Navidad estuvimos juntos en una gran reunión familiar en casa de Alfonso Ayub, mi Tío. Pasamos tan felices y le vi tan lleno de vida como siempre; tan alegre y cordial como siempre. Jamás imaginé que los abrazos que nos dimos celebrando el nacimiento de Isah (Jesús), fueran nuestra despedida para su partida de hoy en la madrugada, a sus solamente 55 años.

Él, ya debe estar gozando del paraíso que todos anhelamos. Debe estar alegrando al Padre; mientras toda la familia queda en esta nave llamada “Tierra”, con el sufrimiento y el llanto por su inesperada partida.

¡Salud, Kalas, con esta última copa y un fuerte abrazo de espíritu a espíritu. Te extrañaré, pero guardaré conmigo tu sonrisa!