3 de julio de 2014.-  En estos días no es posible salir de la casa. Claro, para los que no tenemos que marcar tarjeta. El Futbol nos tiene agarrados del pescuezo. Pero hoy había recreo y salí a hacer vueltas pendientes. No hay que andar muy atento, para toparte con algo que puede ser útil comentar. Había que pagar el agua y la luz, entonces a hacer la cola en el banco. Y ahí esperando con resignación, escuché sin que me lo propusiera, una conversación entre dos adolescentes. Estaban hablando en inglés, y hacían grandes esfuerzos para que las palabras sonaran con acento gringo. Las dos muchachas eran notoriamente de aquí, pelo oscuro lacio, con ciertos mechones claros, de esos de salón de belleza, ojos color café, aunque una los tenía con un toque verdoso, pieles morenas, baja estatura, cómo tantas y tantas que llenan nuestras calles y nuestras casas. A mí no me molesta, faltaba más, que la gente sepa inglés. Lo que no deja de preocuparme es que se pueda llegar a entender que sin ese idioma no se existe. Bien sé que el mundo de hoy obliga a conocer idiomas, eso lo tengo asumido por experiencia propia. Incluso además del inglés, que se ha convertido en idioma universal, estamos ante la necesidad de tener que manejar otros idiomas cómo el mandarín y el portugués, un poco de francés no está de más y el alemán y hasta el ruso pueden subir nuestro nivel de "competitividad", en este mundo cada vez más chiquito.