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¿Rabia de Clase?: Postsandinismo, Nicaragua - TicoVisión |
Publicado en 06/08/14 a 11:44:39 GMT-06:00 Por Administrador |
El sandinismo no razonado. ¿Cómo evitar que la juventud sandinista sea domesticada por el poder de la elite corrupta que controla al FSLN y al Estado? La propuesta del diálogo/debate en mención la hizo el mismo Daniel... Por Andrés Pérez Baltodano (Ph.D.) * 6 de agosto de 2014.- En mis dos entregas anteriores presenté las características básicas de lo que en el libro Postsandinismo se identifican como el antisandinismo razonado y el antisandinismo no razonado. En esta ocasión quiero introducir las características de una tercera posición: el sandinismo no razonado que en el libro antes mencionado agrupa las opiniones de aquellos jóvenes que en el blog Generación XXI se expresaron a favor del FSLN de Daniel Ortega, sin hacer explícitas las razones de su apoyo a ese partido. Estas opiniones expresan una adhesión partidaria acrítica, y/o un rechazo estrictamente emocional a cualquier desaprobación que se haga de las actuaciones del sandinismo en el poder. Así pues, al igual que el caso del antisandinismo no razonado que discutimos la semana pasada, las opiniones de este grupo se expresan con gran fuerza emocional y rechazan cualquier cosa que diga o piense la oposición, entendida ésta en su sentido más amplio; es decir, como cualquier grupo o persona que, por cualquier motivo o razón, no esté de acuerdo con todas y cada una de las acciones y posiciones del FSLN. Más aún, al igual que las opiniones no razonadas expresadas en contra del FSLN, las opiniones de la posición sandinista no razonada asumen “maldad” o “mala intención” en aquellos que, como yo, critican a este partido. Un ejemplo de estas opiniones es la respuesta que recibí de un joven, cuando en una de mis entregas en Generación XXI, propuse que los y las jóvenes sandinistas, y los y las jóvenes no sandinistas, dialogaran y debatieran sus posiciones y diferencias:
La propuesta del diálogo/debate en mención la hizo el mismo Daniel Ortega antes de que yo me refiriera a ella. Lo que yo hice fue proponerle a la juventud sandinista y no sandinista, “tomarle la palabra” al Presidente y organizar un diálogo entre jóvenes de posiciones y visiones políticas diferentes. Aclaré, además, que lo que proponía no era “la realización de un vulgar ‘mano a mano’”. Y agregaba: “Proponemos la creación de una instancia de diálogo permanente en donde ustedes, la juventud nicaragüense, pueda explorar –con la seriedad que demanda la grave situación del país–, las posibles bases de un acuerdo social que nos incluya a todas”. De nada sirvieron estas aclaraciones. El joven sandinista que me criticó hace preguntas que ya habían sido respondidas, obstruyendo de esta manera la posibilidad de ampliar la conversación o iniciar un debate. Él podría haber criticado las bases del encuentro propuesto, y hasta sugerido un esquema alternativo. No lo hace, y plantea preguntas que ignoran la propuesta que yo hice. Peor aún, me acusa de ser alguien a quién “le pagan” para escribir lo que escribo. “Para eso les pagan” es una expresión que revela la visión del adversario político –en este caso yo, como autor de la columna criticada–, como un enemigo que trabaja en alianza con fuerzas oscuras que conspiran contra el FSLN. El autor de esta opinión no necesita de evidencias para lanzar esta acusación. Para él, la prueba de mi supuesta asociación con “los que me pagan” es, simplemente, que critico al FSLN. Así, el espíritu reflexivo del que se alimenta el diálogo democrático está ausente en el sandinismo no razonado. Algunos que se refirieron a mi propuesta para tomarle la palabra a Ortega y organizar un diálogo optaron por ofrecer una caracterización sarcástica de la misma:
Cuando las emociones ahogan la razón La posición sandinista no razonada utiliza un discurso emotivo similar al que, con sentido contrario, expresan los y las jóvenes agrupados en la posición antisandinista no razonada. Ambas posiciones evitan el diálogo y rehúyen el examen crítico de sus propias ideas y opiniones. Ambas conllevan una carga importante de intolerancia que, con frecuencia, conduce a la legitimación de la fuerza como un instrumento para alcanzar o preservar el poder. Tanto la intolerancia como el ánimo autoritario de las posiciones sandinista y antisandinista no razonadas, se alimentan de las brechas existenciales que separan a los diferentes sectores sociales de la juventud de nuestro país. Estas brechas generan desconfianza. Sobre esta desconfianza yo hablé en una entrega en la que le decía a los jóvenes de las clases pudientes que participaban en Generación XXI, que el desconocimiento que ellos revelaban –y reconocían– de lo que vive y siente el “otro” y la “otra” pobre y marginada, es de dos vías. Los jóvenes pobres que apoyan al FSLN, les decía, ven a los jóvenes “acomodados” que se oponen a este partido como seres que habitan un mundo totalmente divorciado del de ellos. Esto lo confirma el siguiente comentario recibido en el blog Generación XXI:
Es importante notar que el reclamo social que se expresa en este y otros comentarios representativos del sandinismo no razonado es discursivamente más crudo que el que expresaban los sectores populares durante la década revolucionaria de los 1980s. En ese entonces, muchas de las demandas sociales se articulaban --aún cuando se hiciera de manera rudimentaria--, dentro de las posiciones analíticas y normativas propias de la izquierda revolucionaria latinoamericana. El marxismo y la teología de la liberación, para mencionar dos de estas posiciones, proporcionaron a las clases populares por lo menos un vocabulario conceptual para articular el sentido de su lucha social. Así, en la década de los 1980s los sectores populares sandinistas podían hablar de “burguesía”, “lucha de clases”, o “el Cristo revolucionario”. La ausencia de un referente teórico en las opiniones que ofrecen los que se ubican en la posición sandinista no razonada, no reduce en nada la autenticidad de quienes le reclaman a los jóvenes de la clase media y media alta que ellos “no han pasado hambre” y que ni siquiera “se han mojado”. Estos reclamos deben ser tomados en consideración, sobre todo por quienes enarbolan la defensa de una democracia que no le dice nada al que ha “pasado hambre,” o al que se “ha mojado”. ¿Cómo llenar estas brechas existenciales que nos separan? ¿Cómo acercarnos nosotros, los que “no nos hemos mojado,” a los que padecen la justa “rabia de clase” de la que nos hablaba uno de los jóvenes participantes en Generación XXI? ¿Cómo sentir como nuestro el drama del casi millón y medio de nicaragüenses que, de acuerdo a un estudio de la Organización de las Naciones Unidas para la Salud (FAO), padece de desnutrición? ¿Cómo detener esta fábrica de “justa rabia de clase” que con frecuencia se expresa en un lenguaje irreflexivo y emocional? ¿Cómo detenerla, cuando en Nicaragua, de acuerdo al Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), “un tercio de los adolescentes presentan rezagos serios en educación, y dos tercios de los jóvenes de 25 a 29 años tienen secundaria incompleta”? ¿Cómo detenerla cuando “el 66% de jóvenes y adolescentes que están empleados trabaja en la informalidad, un tercio vive en hogares con alta dependencia económica, y más de la cuarta parte, en condiciones de hacinamiento”? ¿Cómo detenerla cuando “tres de cuatro jóvenes (78%) del quintil más pobres están subempleados, mientras que el subempleo sólo afecta al 3.2% de las personas del quintil con mayores ingresos”? ¿Cómo pedirles a los y las jóvenes que son y van a ser producto de la fábrica de miseria y atraso que es nuestro país que razonen? ¿Con qué derecho podremos exigirles que no se dejen llevar por sus emociones y que no se entreguen en los brazos del caudillo de turno que los “toma en cuenta” o les ofrece protección, cuando el discurso de la oposición nicaragüense ni siquiera hace referencia a su miseria? ¿Con qué derecho le puede pedir la oposición a los desnutridos de nuestro país que renuncien a los programas “asistencialistas” del gobierno de Daniel Ortega, y que prioricen la defensa del “Estado de Derecho;” que casi siempre es el Estado de Nuestros Derechos; los derechos de los que nunca “nos hemos mojado a seguir gozando de lo que tenemos? Al mismo tiempo: ¿Cómo convencer a la juventud sandinista que no debe renunciar al derecho que tiene a la justicia social en libertad? ¿Cómo evitar que la juventud sandinista sea domesticada por el poder de la elite corrupta que controla al FSLN y al Estado? ¿Cómo convencerlos y convencernos que, como lo señaló un joven que cito en mi libro, “el derecho a comer no debe competir con el derecho a pensar”? * Profesor de Western University de Canadá e investigador asociado del Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica (IHNCA). Fuente: http://www.confidencial.com.ni/articulo/18758/iquest-rabia-de-clasen |
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