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No a todo tipo de violencia: aborto, tópico recurrente - TicoVisión |
Publicado en 30/11/14 a 06:23:25 GMT-06:00 Por Administrador |
Llama poderosamente la atención que con motivo de la celebración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, conmemorado el pasado 25 de noviembre, hayan aparecido en las calles... Silvio Avilez Gallo * Llama poderosamente la atención que con motivo de la celebración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, conmemorado el pasado 25 de noviembre, hayan aparecido en las calles de las ciudades mantas con leyendas alusivas, en las que no sólo se pide el fin de ese abuso sino también el derecho al aborto terapéutico ya (sic). Es sorprendente que en esta campaña, que pretende poner fin al llamado “femicidio” que atenta contra la dignidad de la mujer, se reivindique asimismo el derecho a que las féminas ejerzan violencia contra el más indefenso de los seres humanos: aquél aún no nacido, que es inocente y se halla en la más completa indefensión. El aborto es un tópico recurrente en los medios de difusión y en el debate público. Conviene, por lo tanto, comenzar por definirlo, tal como figura en una de las acepciones del Diccionario de la Real Academia Española (RAE): “interrupción del embarazo por causas naturales o deliberadamente provocadas. Puede constituir eventualmente un delito”. Es comprensible que el aborto, cuando no es espontáneo sino provocado deliberadamente, sea un tema controversial, ya que mientras algunos lo defienden a ultranza, otros lo rechazan con igual vehemencia por variadas razones: el derecho a la vida figura en la mayoría de las constituciones y leyes fundamentales de los países, así como en diversos instrumentos jurídicos internacionales (la Declaración Universal de los Derechos Humanos y los Pactos Internacionales de Derechos Humanos, ambos de Naciones Unidas), o debido a principios morales, éticos, religiosos o de conciencia. El aborto espontáneo no se presta a mayor discusión, porque se trata de una reacción natural del organismo de la madre embarazada que interrumpe el desarrollo del feto en gestación y lo expulsa de su seno. Pero no sucede lo mismo en caso del aborto intencionalmente provocado, porque aquí nos encontramos ante un delito pérfido, ya que se pone fin arbitrariamente a la vida de un ser humano que tiene absoluto derecho a la existencia. Las razones que se invocan para tratar de enmascarar este verdadero infanticidio son diversas: el ser concebido no es deseado; el embarazo es producto de una violación; la criatura viene con graves malformaciones genéticas; la madre, sobre todo si es soltera y menor de edad, desea ocultar una “vergüenza” a sus padres, etc. La opinión pública, tanto nacional como internacional, se encuentra divida en dos grandes bandos: los que apoyan incondicionalmente el aborto provocado y aquéllos que defienden ardorosamente el derecho a la vida desde la concepción hasta su término natural. A los primeros se les conoce como “Pro-Choice”, en tanto que sus adversarios reciben la denominación de “Pro-Life”. En la gran comunidad de países hispanoparlantes podríamos hablar de quienes están a favor de la libertad de elegir y de quienes apoyan el respeto a la vida humana. Entre aquéllos figuran en primera línea los diversos movimientos femeninos de liberación, que esgrimen como argumento el derecho que tiene toda mujer de disponer libremente de su propio cuerpo. Ante la reacción de quienes rechazan enérgicamente esta tesis, ha surgido una novedosa y sutil denominación: el llamado aborto “terapéutico”, que con un nombre aparentemente científico, se ha convertido en la nueva bandera de los partidarios del aborto, a fin de vencer la resistencia y confundir a quienes se oponen a la interrupción provocada del embarazo. Cabe señalar que esta nueva expresión no figura entre las acepciones del término aborto que consigna el diccionario de la RAE. Comencemos por entender lo que significa terapia (de donde proviene terapéutico) cuyo concepto es tratamiento y se define como “parte de la medicina que enseña los preceptos y remedios para el tratamiento de las enfermedades”. Ahora bien, ¿cómo encaja esta definición con el concepto de aborto “terapéutico”? ¿Es acaso el embarazo una enfermedad que requiere como terapia el aborto para lograr la curación de una “dolencia”? En caso afirmativo, el “remedio” para la “enfermedad” es la eliminación de la vida de un ser humano mediante un “tratamiento” abortivo. Es evidente que hablar del mal llamado aborto “terapéutico” es una falacia que pretende, bajo un supuesto manto científico, inducir a error a quienes desconocen lo que terapia significa. Pero no es menos cierto que la expresión acuñada ha tenido bastante éxito y si bien no conocemos exactamente su definición, el fin que persigue sí es inequívoco: la aniquilación deliberada de la vida de un ser humano inocente e indefenso. La vida de todo ser humano es inviolable desde el inicio hasta su término natural. El respeto a la vida es el primero de los derechos humanos e incluye indudablemente a los no nacidos. El aborto provocado es un crimen abominable, como lo es igualmente la eutanasia respecto de las personas que sufren alguna enfermedad incurable. Si se irrespeta la vida, todos los demás derechos humanos salen sobrando y una civilización que no la valora como el don más preciado, está ineludiblemente condenada a la decadencia. El respeto a la vida de las personas, los animales y las plantas es fundamental para la sobrevivencia del planeta. Su menosprecio por parte del ser humano ya ha comenzado a provocar la reacción adversa de la Tierra. Como dijo recientemente el Papa Francisco, “Dios perdona, la naturaleza no”. El cambio climático y los desastres naturales sólo indican que ha comenzado la cuenta regresiva del final de la presencia humana en este mundo, a menos que se tomen decisiones drásticas y radicales. Si de condenar la violencia se trata —en este caso contra la mujer— es preciso ser congruente y estigmatizar toda forma de violencia, especialmente aquélla que busca poner fin a la vida de un ser inocente e indefenso. * El autor es diplomático, fue embajador de Nicaragua en chile. |
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