En los  últimos 70 años el paisajismo costarricense ha girado mucho hacia el paisaje del valle Central,  el fundador de la escuela nacionalista de pintura fue el arquitecto Teodorico Quiroz; buscó el rescate la vieja arquitectura de la casa familiar solariega del hacendado cafetalero. En su momento esta obra jugó un valor de rescate del patrimonio arquitectónico del  Valle Central, con algunos temas del Caribe y de la pampa guanacasteca. No obstante, ha habido un predominio del paisajismo valle centralista.


Lo que sucede que al convertirse en corriente dominante, este paisajismo de la vieja casa de bahareque o de adobe, con sus grandes patios externos, y su vegetación exuberante ha  impedido el surgimiento de otras formas de paisaje.  Tanto a nivel nacional como en el mismo Valle Central.


Digamos que aún hay predominio de la casa de bahareque  y de la casa de adobe, con techo de teja, es un tema que ha acaparado la atención de los pintores paisajistas y del turismo que nos visita. Y eso ha estado bien, pero nos corresponde ahora dar un nuevo salto en la pictórica en general y proponer nuevos temas del paisaje urbano,  estrechamente ligado a la problemática social.


La vieja estética  implícita en la propuesta nacionalista “valle centralista” empieza a hacer aguas, en la medida en que el intenso proceso urbanizador arrasó con  los cafetales y con esas viejas casas  cafetaleras, en este sentido podemos decir que hay un cierto rezago de la pintura como  una forma de expresión del lenguaje social.