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Inglés: ¿desinformación a través de un editorial? - TicoVisión |
Publicado en 12/05/15 a 10:37:40 GMT-06:00 Por Administrador |
“Como ciudadanos, debemos exigir información rigurosa y transparente. Como medio de comunicación, debemos garantizar el respeto a la información y a la sociedad. Como analistas, debemos deplorar el manejo informativo...”. Por Gerardo Barboza, M.Ed. * Educador “Como ciudadanos, debemos exigir información rigurosa y transparente. Como medio de comunicación, debemos garantizar el respeto a la información y a la sociedad. Como analistas, debemos deplorar el manejo informativo interesado que muchas veces se da a los hechos políticos de los que se informa”. “No se habla aquí de objetividad. Está claro que los condicionantes individuales de cada periodista, y de cada ser humano en general, hacen que la realidad sea aprehendida de manera diferente. Hablamos aquí de rigurosidad informativa, y, sobre todo, de respeto y responsabilidad hacia los lectores. Son ellos quienes deben ser el objetivo del trabajo periodístico en medios que, supuestamente, informan para dar herramientas de decisión, no para representar intereses políticos y económicos de partidos y grupos empresariales que conforman la clase dirigente de un país”. “Tal como lo argumentan teóricos de la comunicación como Shoemaker y Reese, los condicionantes políticos, económicos, organizacionales e ideológicos de los medios de comunicación son los que más afectan a la información, la transforman y, en muchas ocasiones, la manipulan. Tal parece ser el caso de alguna prensa escrita, que en su interés por respaldar a determinada línea ideológica o partido político, distorsiona la información al resaltar ciertos trozos de ella y silenciar otros, de igual o mayor importancia que los primeros”. “Cada medio pone el énfasis que considere a los hechos, pero toda información debe ir en contexto y con todas las claves para que los ciudadanos sean quienes desarrollen su pro- pia opinión frente a los acontecimientos, adquiriendo herramientas reales para la toma de decisiones”. “En síntesis, se requiere que la información sea interpretada, no manipulada ni sesgada para favorecer los intereses de quienes publican, financian y se benefician de la tergiversación mediática. Se trata de ofrecer legítimos puntos de vista a quienes buscan informarse e intentan modificar la realidad, sin necesidad de inventar o mentir en favor de una opinión interesada”. ¿Le pareció familiar la información anterior? No fue escrita en y para Costa Rica. Fue escrita en y para España, en el editorial “Desinformación, alineaciones políticas y medios de comunicación”, por Política Crítica (4/3/13). Y, como estamos “globalizados”, aplica para el caso costarricense, especialmente ahora que, siete años después del lanzamiento del Plan Nacional de Inglés que resultó ser la “recomendación” del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), ciertos medios de prensa como La Nación y el programa 7Días de Teletica, ¿reinician una nueva manufacturación del consenso sobre el tema del inglés? Sin embargo, acá no será objeto de revisión “Do you speak English?” de 7Días, por haber sido un programa limitado sobre la situación del inglés en el país y porque, según la cuenta en Twitter de ese espacio, es “Periodismo interpretativo” que “pretende ir más allá de la simple descripción de hechos, apunta al análisis de causas, consecuencias y proyecciones de hechos” (sic). Es decir, “Do you speak English?”, por el contrario, no fue “más allá de la simple descripción de hechos”, no “apuntó al análisis de causas” y se limitó a una propuesta “estandarización país” –fracasada en otras latitudes- favorecida por consultados cuyas credenciales en educación en lenguas aún se desconocen. Lo que sí es objeto de revisión en esta nota, es el editorial del periódico La Nación “Mejor enseñanza del inglés” (8/5/2015), pues, presenta igualmente una visión limitada sobre lo que este mismo medio ha difundido desde que se lanzó –al vacío- ese Plan (no) Nacional de Inglés. Según La Nación: “Nuestro sistema educativo dedica grandes recursos a la enseñanza de un segundo idioma, en particular al inglés, y el aprendizaje está incorporado a la totalidad de los colegios, al 89% de las escuelas y al 18% de los centros preescolares”. Esto constata, precisamente, la cantidad de recursos, de toda índole, financieros, de tiempo, emocionales, que se han dedicado por estar aceptando complacientemente las “recomendaciones” de organizaciones internacionales, como el BID, que demostraron no saber sobre lo que “recomendaban” –al menos desde la óptica científico-educativa... Al parecer, no es motivo de “periodismo investigativo”, o al menos de sonrojo, reconocer que el país ha gastado sus recursos, especialmente financieros con factura a todos, para favorecer a los pocos monopolios que dominan el shopping mall del inglés. Monopolios que, a la vez, ofrecen productos carentes de base científica, pseudocientíficos, por la tanto inservibles. El editorial por sí mismo es limitado, además por lo siguiente. A manera de introducción, La Nación afirma que “Sin duda, algo funciona mal y debemos corregirlo con urgencia”. Lo que funciona mal, según el editorial desde su título, es la “enseñanza” del inglés. Desde luego, la “enseñanza” está a cargo de los docentes. No podría haberse esperado algo distinto en el editorial, que adopta el discurso típico de responsabilizar a los docentes por el fracaso educativo que otros generaron, pero no son cuestionados. Es como leer a Briet Planells: “En una cumbre de educación convocada por Bill Clinton, y en relación a los nuevos tiempos con los que le toca lidiar a la educación, se fijó que ‘la educación se ha convertido en una cuestión demasiado importante para dejársela a los educadores’”. Desde luego, el estribillo surgido en la cumbre convocada por el ex presidente estadounidense, con el pasar del tiempo, de las frustraciones de los estudiantes, pero las transnacionales con arcas llenas, resultó ser equivocado y, más bien, se tornó en que “la educación es demasiado importante para dejarla en manos de los economistas” (Torres, 2000), especialmente de los economistas neoliberales, cuyo único “norte” es un índice. Evidencia abundante que comprueba que la educación no debe dejarse en manos de los economistas neoliberales y creyenceros existe desde 2006, cuando inicia una re(de)forma educativa copiada e infundada, pero presentada al país como “nacional”… Empero, La Nación, ustedes tan preocupados por el paupérrimo estado del inglés en un país donde la lengua oficial es el castellano, y que ha dedicado no solo un editorial sino notas de notas desde al menos 2008, quizás deseen tomarse igualmente el tiempo para que nos informen con rigurosidad: ¿Qué sucedió con el “Ente Rector del Plan Nacional de Inglés” (decreto Nº34535-MP-MEP-COMEX, publicado en el diario oficial del 30/05/08), que estaría conformado por “un representante de: a) Presidencia de la República, cuyo representante lo presidirá; b) Ministerio de Educación Pública; c) Ministerio de Comercio Exterior; d) Dirección de Mejora Regulatoria y Reglamentación Técnica del Ministerio de Economía, Industria y Comercio; e) Instituto Nacional de Aprendizaje; f) CINDE; g) Estrategia Siglo XXI”? ¿Qué “productos” ha presentado ese “ente rector”? ¿Dónde están los informes de ese “ente rector”? ¿Qué dice cada uno de esos representantes, de manera fundada y sin estadísticas manufacturadas de quienes son juez y parte? ¿Cuál es la cifra en colones o dólares que representa los “grandes recursos” dedicados a la enseñanza, por ejemplo, no solo en salarios, sino en el gasto a capacitaciones sin resultados publicados, libros de texto que no enseñan lo que promueven, “laboratorios” de cómputo y plataformas digitales, en la impresión de las pruebas inútiles de bachillerato en inglés, en pruebas estandarizadas en esa lengua, etc.…? Solo al 2008, según el BID, se habían gastado más de veinte millones de dólares. ¿No alcanzó esa suma para “mejorar” la enseñanza? En realidad, “Sin duda, algo funciona mal y debemos corregirlo con urgencia”… ¿Cuál ha sido la suerte del Programa Costa Rica Multilingüe, igualmente decretado…? ¿Dónde están los recursos “donados”, “prestados” -o como sea, del BID? ¿Unos dos millones de dólares? ¿Cuál es el resultado positivo que pudo producir esa suma? ¿Cuáles son las credenciales en la educación en lenguas de esas entidades del “ente rector” y de sus representantes, especialmente las de Cinde y Estrategia Siglo XXI, dos organizaciones privadas que “recomiendan” sobre políticas públicas, como en educación? Parto del supuesto de que el editorial por La Nación no fue escrito por un(a) nesciente… ¿Qué justifica entonces que la política educativa sobre un tema “país” como el “English” (al menos educativo y lingüístico –antropológico- científico y no reducido a un empleo) se encuentre a cargo de representantes cuyas credenciales aún no son conocidas de manera pública y que, luego de “sugerir” el infundado Plan (no) Nacional de Inglés que modificó todas las estructuras educativas y de capacitación del país, continúen presentándose como los que tienen la “solución”? Dudo que un medio de prensa, o cualquier negocio, pueda ser administrado por cualquiera sin, por ejemplo, poseer las credenciales idóneas para el puesto. A los docentes, en buena hora, se les exige idoneidad para el puesto…en tanto cualquiera decide las reglas por las cuales deben regirse los mismos docentes. Continúa el editorial: “La nota promedio de los exámenes de bachillerato en inglés bajó de 83 en el año 2000 a 69 en el 2014”. ¿Cómo entender esto? Veamos: 1.- Los exámenes de bachillerato son conductistas e inservibles. Los de inglés, son una burla a los estudiantes y, a los docentes no les queda más que enseñar para la prueba, de paso, escrita. 2.- Si los resultados de esa prueba espuria cayeron a “69” en 2014, entonces el Plan (no) Nacional de Inglés, lanzado en 2008, tampoco sirvió, ni sirve. Pero lo más sencillo es señalar a los docentes como los responsables, siendo, por el contrario, la política educativa entregada al mercado y en manos de incompetentes, la responsable inservible. 3.- “Además, según el índice de dominio del inglés como segundo idioma (English Proficiency Index), dado a conocer el pasado año por la empresa Education First, Costa Rica ocupa el lugar número 43 entre los 63 países analizados”. La Nación –tal vez sus expertos contesten- ¿cuál es la validez de ese sesgado “English Proficiency Index”? Pero no la “validez aparente”, la que surge de la publicidad y prestigios fabricados. Más adelante, apunta La Nación: “Pero el impacto se quedará a medias si no avanzamos sustancialmente en la calidad y competencia de los educadores, la cual, según los más recientes datos disponibles –del 2007 y 2008–, es sumamente pobre. En esos años, la mitad de los que fueron evaluados apenas demostró un nivel intermedio del idioma, a pesar de contar con título universitario”. Pero, ¿en qué quedamos, La Nación, para etiquetar a los estudiantes-profesores en torno a su “nivel” de inglés? ¿En “A1”, “A2”, “B1”, “B2”, “C1”, “C2”, o en “principiante”, “intermedio” o “avanzado”? ¿De qué están hablando? ¿Del Marco Común Europeo de Referencia o de ACTFL, por ejemplo? ¿Cómo se homologan esas escalas, de manera científica? Si no, la etiqueta “intermedio” apuntada en el editorial, no está sustentada. Rigurosidad informativa, por favor. En 2007 y 2008, los docentes fueron “evaluados”, por ejemplo, con el Test of English for International Communication (TOEIC), pruebas coincidentemente “donadas” por la Fundación CRUSA. No obstante, la investigación científica –sí la científica, con mayor credibilidad que un simple “proficiency index”- señala que (una muestra de la miríada existente): Cunningham (2002) en “The TOEIC Test And Communicative Competence: Do Test Score Gains Correlate With Increased Competence?”, establece que: 1. no existe una correlación entre el TOEIC y las habilidades comunicativas, 2. la preparación para tomar la prueba del TOEIC no da como resultado un mejor uso de la gramática, 3. esta prueba no parece ser un discriminador ideal de las habilidades lingüísticas y 4. su función como examen de ubicación y como medición de las habilidades lingüísticas de los no hablantes del idioma inglés debe ser “reevaluada”. En “TOEIC: A discussion Analysis”, Nall (2003), indica que “la validez aparente de la prueba (la generada por publicidad efectiva y evaluaciones incompetentes) es una cualidad extremadamente subjetiva”. “Evidencia imparcial que respalde la naturaleza comunicativa de la prueba”, indica Nall, “es notablemente escasa…”. Chapman (2003) en “TOEIC®: Tried but undertested” indica que “la poca investigación independiente que existe acerca de la prueba, brinda evidencia conflictiva”, y la agrupa en tres categorías: “reportes de investigación y manuales técnicos producidos por Educational Testing Service, dos estudios independientes realizados acerca de la prueba, pero cuyos investigadores se sustentaron en datos brindados por ETS y pocos estudios independientes conducidos con información no brindada por ETS”. Chapman manifiesta que “como es de esperarse, los reportes financiados y publicados por ETS, presentan un amplio respaldo sobre la confiabilidad del TOEIC y su uso válido como instrumento de medición directo en “listening” y “reading” y como instrumento de medición indirecta en “speaking” y “writing”. Parafraseando a La Nación “la calidad y pertinencia de esas pruebas, con base en la investigación científica no pagada por sus dueños y sin prestigios fabricados, es bastante pobre…, pero onerosa…”. Peor aún, el TOEIC, junto con todas las demás “estandarizadas”, adheridas al Marco Común Europeo de Referencia (CEFR, por sus siglas en inglés): “En resumen, los encapsulados que tenemos en los niveles del CEFR son una descripción extremadamente pobre de comunicación que está lejos de ser una descripción coherente, jerárquica de competencia o capacidad para comunicarse. Pero esto no es sorprendente, dada la forma en que las escalas se construyeron. No existe ni base teórica [y así lo han reconocido lo propios autores del CEFR], ni ningún fundamento en análisis lingüístico, u observación de la comunicación”. “El Marco Común Europeo de Referencia, por lo tanto, no es directamente utilizable, ya sea como una especie de guía para construir un plan de estudios, o como un conjunto de instrumentos de evaluación de pruebas. Tampoco es particularmente útil para vincular, mapear, alinear, o reconocer pruebas...”. (Fulcher, “The CEFR: Uses and Usefulness” (El Marco Común Europeo de Referencia: usos y utilidad). Es preocupante que un medio como La Nación, con su “rigurosidad informativa”, esté tan preocupado –valga la redundancia- con lo que sucede con la “enseñanza” del inglés, pero que sus fuentes, incluidos los “índices” y las “estadísticas”, surjan de infundados y, peor aún, que una “solución” para con “urgencia” corregir el lamentable estado en que han colocado a la educación nacional los ocurrentes a cargo de la política educativa, junto con las universidades y los enseñaderos de inglés que venden pruebas estandarizadas y certificaciones comerciales, señale como responsables a los docentes. “…la necesidad de que la evaluación de los docentes, con sus consecuentes programas de capacitación, reconocimientos y eventuales sanciones, se convierta en una práctica permanente en nuestro sistema educativo. A esto debe añadirse una supervisión mucho más rigurosa de las carreras universitarias en educación”. La frase anterior trae a la memoria los procesos de “accountability” que, precisamente están siendo desmontados en los Estados Unidos de América, porque ocultan el interés de ciertos grupos en la privatización de la educación pública, y porque esos procesos no han mejorado la educación en ese país. “Accountability” es la fachada para la desmejora en las condiciones laborales de los docentes. Empero, a manera de ejercicio: supongamos el idilio sobre la “evaluación de los docentes” y demás, y que eso “mejora” la “enseñanza”–en la suposición de que ya la enseñanza es “buena”- y todos los “índices” dicen que sí hablamos “ínglis” –aunque sigamos mudos- y todas las plazas vacantes de empleo en esa lengua son satisfechas, que la solución ¿“propia”? que proponen y que no sirvió en otros lugares, pero que milagrosamente servirá en Costa Rica en manos de incompetentes, esta vez ¡sí funciona!... Si el idilio se cumpliera, ¿quién evalúa al “Ente Rector del Plan Nacional de Inglés”, al Consejo Nacional de Rectores (Conare) y a su exigua “Comisión de Inglés”, al Sistema Nacional de Acreditación de la Educación Superior (SINAES) (otra “recomendación”, pero del Banco Mundial), a los informes de un “estado de la educación” que se autoproclaman “científicos”, al Ministerio de Educación Pública, al Instituto Nacional de Aprendizaje (La Nación: dentro del proceso de “rigurosidad informativa” ¿ya le preguntó al INA qué sucedió con los millones de colones pagados para “llave en mano” a los institutos enseñaderos de inglés?), a los medios de prensa sobre la “la rigurosidad informativa, y, sobre todo, de respeto y responsabilidad hacia los lectores”, a los ocurrentes carentes de credenciales para imponer políticas educativas sin sustento científico, por citar unos cuantos…? ¿“Fair Play” es que le dicen en fútbol? ¿Y por qué no “fair play” en educación? El resto del discurso en el editorial recuerda lo dicho por el BID y citado en el sesgado “tercer informe estado de la educación, inglés”: “Lo anterior, según las cámaras empresariales y las autoridades gubernamentales, reduce la competitividad del país, limita la expansión de las empresas existentes y la llegada de nuevas inversiones, factores indispensables para ofrecer mejores oportunidades a la población y para reducir la pobreza. (BID, 2009)”. El documento del BID (2009) citado en el sesgado informe, es: “Mejora de la calidad de la enseñanza del inglés como lengua extranjera. Plan de Operaciones”... En otras palabras, el primer paso sobre la dizque “mejora” de la enseñanza consistió en la imposición de dos infundados comerciales neoliberales: el Marco Común Europeo de Referencia y sus adheridas pruebas estandarizadas propiedad de empresas transnacionales monopólicas. Los docentes a quienes se les señala fueron evaluados con instrumentos pseudocientíficos. El segundo paso, dentro de la agenda ya impuesta, perdón, “recomendada”, es seguir “mejorando” la enseñanza que arruinaron pero ahora sobre los argumentos en torno a la “accountability”, esta vez, por ejemplo, de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico, OCDE… Una vez más, los docentes son los responsables, aunque deban ser graduados y evaluados con inservibles e infundados que denominan de “calidad”… posiblemente requeridos por el SINAES... La Nación: en razón de lo expuesto al inicio por “Política Crítica”, esperamos “información rigurosa y transparente”. Demasiadas preguntas no se han contestado como para seguir “mejorando” la “enseñanza” del inglés señalando a los profesores como responsables, pero evaluados por medio de instrumentos lingüísticos infundados como consecuencia de la política educativa de entidades y sus representantes, cuyas credenciales en la educación en lenguas continúan siendo un misterio… Tienen la palabra. * Gerardo Barboza posee una maestría en Educación con énfasis en Enseñanza Internacional de Framingham State University, Framingham, Massachusetts, Estados Unidos de América. Además ha realizado cursos de posgrado en los Estados Unidos de América en Enseñanza del Inglés como Segunda Lengua, dentro de los que destacan: Investigación en Estadística, Lectura y Escritura, Teorías sobre la Adquisición de una Segunda Lengua, Alfabetización para Estudiantes de Lenguas Extranjeras, Inglés como Segunda Lengua y Cultura, Investigación en la Enseñanza del Inglés como Segunda Lengua e Inglés de los Estados Unidos de América. Su preparación académica y su experiencia en la enseñanza del inglés a profesionales de distintas áreas como son la medicina, leyes, banca, corredores del mercado de valores y las inversiones, seguros, finanzas, educación, agronomía, farmacia e ingeniería, ha desarrollado en él un interés genuino en el Inglés para Propósitos Específicos (IPE). |
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