San José.- 

     Poco a poco cae el telón de la tragedia que vive Nicaragua con los últimos acontecimientos escenificados por la mal llamada Corte Suprema de Justicia, donde bajo la dirección de la escenógrafa Alba Luz Ramos se ha asestado un golpe mortal a lo que restaba de institucionalidad en el país.

     En una increíble y vergonzosa misa negra, se ha procedido a despedir a los magistrados liberales, porque se negaron a convalidar con su voto una evidente medida anticonstitucional, como es la aceptación de los caprichos del gobernante de turno que desea perpetuarse en el poder mediante resoluciones totalmente ilegítimas, como son la derogación del artículo 147 de la Constitución para permitir la reelección presidencial indefinida; la reforma de la Carta Magna para autorizar el decretazo 3-2010, que extiende el plazo de magistrados cuyo término había vencido; la vigencia extemporánea de una disposición constitucional transitoria de 1987 y ahora --la cereza del queque— la integración  de la Corte con conjueces sandinistas que darán carta blanca a otras violaciones y arbitrariedades. El sandinismo controla de esta manera todos los poderes del Estado orteguista.

     A pasos agigantados Nicaragua se encamina por la senda del totalitarismo chavista, que  no tolera ningún tipo de disidencia, mientras las fuerzas de la oposición democrática todavía discuten entre sí y no se ponen de acuerdo para presentar un dique unido e infranqueable a las pretensiones reeleccionistas del dictador. La gran mayoría del país (más del 62%) todavía no aprendió la lección de 1990, cuando la conformación de la Unión Nacional Opositora (UNO) permitió derrotar en las urnas a un sandinismo que se vanagloriaba de ser invencible.

     La consolidación de un bloque opositor unificado es la única esperanza de parar en seco las ambiciones reeleccionistas de Ortega en 2011, no obstante que estamos advertidos, por boca del “Doctor” Borge, que el sandinismo está dispuesto a cualquier cosa —léase bien— para no perder el poder y lograr la reelección sucesiva de Ortega ad infinitum, siguiendo los pasos de su mentor de Caracas.

     Los corruptos arquitectos del orteguismo han vaciado la primera basa de lo que pronto será la “República Sandinista de Nicaragua”, siguiendo fielmente los lineamientos del dictador que rige los destinos de la abusivamente denominada República Bolivariana de Venezuela.