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Discurso de la Presidenta para el 189 aniversario de Independencia - TicoVisión |
Publicado en 15/09/10 a 05:38:13 GMT-06:00 Por Administrador |
15 de Setiembre de 2010 TicoVisión Fuente: Casa Presidencial Cartago.- Cartago, 14 de setiembre de 2010 Queridas y queridos costarricenses: Una antorcha de luz y esperanzas recorre todos los años los caminos de Centroamérica. Su resplandor nos recuerda 189 años de vida independiente que nunca fueron fáciles. Eso nos dice la antorcha que alumbró páginas gloriosas de victorias todas ellas ganadas en el fragor de difíciles batallas. La paz no fue nunca un regalo, sino siempre una conquista producto de esfuerzos heroicos. La democracia tampoco ha sido premisa, sino permanente conquista, siempre amenazada, siempre en proceso de perfeccionamiento que nunca termina, y que camina de la mano de la responsabilidad de todas y todos los ciudadanos. Hacer patria es subordinar los intereses individuales o grupales a los intereses supremos de la nación. Es asumir responsabilidades ante los desafíos comunes. Cada generación es marcada por sus propios flagelos y ha tenido que responder a los retos de su tiempo, asumiendo sus propias responsabilidades. Mal haríamos en celebrar el heroísmo de nuestros próceres y las glorias de nuestra patria, sin preguntarnos por los desafíos de hoy, sin intentar respuestas a las amenazas que se ciernen sobre nuestra paz, nuestra democracia y nuestra soberanía. Si pudiésemos interrogar a esa antorcha de la libertad que de nuevo alumbró en su recorrido los caminos de los pueblos centroamericanos, nos hablaría de una región en donde, una vez más, la violencia se ensaña en su contra. Al pasar por Guatemala observó el rostro de dolor y de temor de miles de víctimas en uno de los países más violentos del orbe, con 16 crímenes diarios, las más de las veces en total impunidad. En El Salvador vio a los trabajadores atemorizados ante la reciente masacre de 14 pasajeros en un autobús de servicio público por parte de pandilleros. En Honduras, escuchó el llanto de los familiares de 17 jóvenes obreros también masacrados hace tan sólo una semana en una colonia reconocida por la proliferación del narcomenudeo y de la delincuencia. En la Centroamérica de hoy, mueren más personas en manos de la violencia que en la época de los conflictos armados de hace dos décadas. Se estima que, al menos, el 40% de las muertes violentas ocurridas en los países del triángulo del norte están asociadas al negocio de las drogas y del crimen organizado. Más allá de Centroamérica, Colombia y México han sido escenarios de los más cruentos crímenes, de la más enconada violencia, y han estado a punto de convertirse en estados fallidos con su soberanía arrebatada por los cárteles de las drogas. Nuestro país, Costa Rica, está inserto en la región más violenta del planeta, en la región en donde el narcotráfico y la criminalidad organizada se han afincado y luchan por el control del territorio y de las instituciones. Estamos hablando de un flagelo internacional sin precedentes, de una criminalidad sin parámetros por su capacidad de corrupción, por su falta de escrúpulos y por los medios tecnológicos y económicos a su alcance. Es importante que veamos cómo arden las barbas de nuestros vecinos para conocer la fuerza devastadora de ese enemigo y poner las nuestras en remojo. La antorcha que, en relevo de colegiales, ha recorrido la región ha transitado también nuestro territorio. ¿Qué ha visto en Costa Rica esa antorcha de luz? ¿Cuán lejos están de nosotros esas amenazas que golpean nuestro más inmediato entorno? No debemos engañarnos. Soplan ya en nuestro suelo los mismos vientos de violencia e inseguridad que se despliegan con furia en otros países de Centroamérica y más allá de la región. Estamos obligados a actuar ya, sin temor, sin dilación y, sobre todo, con un vigoroso espíritu de unidad. En la Campaña Nacional del 56 fueron filibusteros quienes amenazaron nuestra soberanía. Costa Rica no esperó que el invasor llegara a nuestras fronteras y trocó en armas las toscas herramientas de sus sencillos labriegos. Hoy es otra la amenaza, pero esta vez el flagelo que nos acecha es más insidioso y sus medios prácticamente ilimitados. Vivimos una situación más grave que en 1856 porque, a diferencia de entonces, hoy no vemos al invasor y su poder se extiende por todo el país; ha penetrado, por el consumo de la droga y por los efectos de la criminalidad, en nuestros propios hogares, y no respeta edad ni condición social. Vivimos una situación más dramática que en cualquier capítulo de nuestra historia porque ahora sí debemos combatir un enemigo que ya echó raíces en el territorio nacional. Mi deber es hablarle a Costa Rica con claridad. Estamos a punto de perder cuotas reales de soberanía, peligra el control de espacios de nuestro territorio nacional, la integridad de nuestras instituciones se ve amenazada y la patria se encuentra en grave peligro. Hoy encontramos barrios donde la policía no se atreve a entrar, a menos que sea escoltada por contingentes mayores. Hoy nuestros mares, infestados de droga y de ilegalidad, estarían sin vigilancia de no ser por la ayuda de otras naciones. Hoy nuestras cordilleras, costas y fronteras, se convierten en espacios privilegiados para el accionar del narcotráfico, y desafían la débil capacidad logística de nuestras fuerzas policiales. Hoy nuestras escuelas y colegios, nuestros parques y alamedas, se convierten en línea de fuego de quienes se disputan la distribución de la droga. No son éstas circunstancias normales. No podemos seguir haciendo lo de siempre. Las amenazas que hoy se ciernen sobre nuestra nación nos exigen revisar la naturaleza y la magnitud de los recursos que deberemos movilizar para poder enfrentar este enorme desafío. En lo que a mí y a mi Gobierno respecta, estamos dispuestos a dar la lucha con valentía y determinación, y ya lo venimos haciendo, mediante el diseño y ejecución de programas sociales que garanticen oportunidades sanas a nuestra población y que neutralicen el avance de la delincuencia; mediante más y mejor presencia policial; mediante la acción drástica frente al narcotráfico. No encuentro en el mandato que me fuera dado por las y los costarricenses deber más urgente que aquel contenido en el artículo 140 de nuestra Constitución: "Mantener el orden y la tranquilidad de la Nación y tomar las providencias necesarias para el resguardo de las libertades públicas". Pero para cumplir a cabalidad con este mandato requiero del soporte de los otros poderes del Estado. A la Asamblea Legislativa le hemos pedido que nos otorgue los recursos materiales y al Poder Judicial sabiduría para que el derecho ilumine y fortalezca nuestra determinación de defender la garantía a la seguridad personal y colectiva. El país no aguanta indecisiones en esta materia. Confío en que los diputados sabrán aquilatar los intereses particulares de unos pocos que lucran con los juegos de azar frente a la necesidad de mejorar la protección de toda una sociedad, y que brindarán su apoyo a las iniciativas para dotar de recursos permanentes a la seguridad ciudadana. Confío en que los jueces de la República sabrán valorar los límites propios de las libertades públicas frente a las también legítimas consideraciones de orden público y de protección de los derechos de las personas que hoy se ven despojadas de su vida y de su patrimonio por la violencia y la criminalidad. Esta armonización de derechos y deberes constituye un escudo y una garantía para todo el país. Mientras tanto, y con las limitaciones que nos han sido impuestas, seguiremos trabajando con determinación y compromiso por la protección de las y los ciudadanos de este país, a quienes les recuerdo su más básica obligación: el ejercicio de una ciudadanía responsable. La forma más eficaz y más digna de hacer valer los derechos consagrados en nuestra Constitución es asumiendo con responsabilidad la vida en sociedad. La democracia sin responsabilidad ahoga la libertad. En una fecha como hoy, cada quién debe responder: ¿Qué estoy haciendo yo por mi comunidad, por mi barrio, por mi gente? En momentos difíciles como éstos, la patria clama aún más por sus hijas e hijos. Seres humildes, como Juan Santamaría, hacen brillar nuestra bandera con sus sacrificios. En Costa Rica nunca han faltado héroes. Muchas veces se construyen a sí mismos en silencio y cuando brillan nos enseñan que la grandeza nace en cunas humildes. Hoy nos acompaña Nery Brenes, un héroe del deporte, de la juventud y del esfuerzo. Toda Costa Rica debe aprender de su ejemplo, nacido de la perseverancia y de la capacidad de superación contra todo pronóstico. Nery es un ejemplo, pero también un examen vivo de conciencia para todos. En nombre de Costa Rica, Nery, te damos las gracias por enseñarnos a todos lo mejor que llevamos dentro. Queridas y queridos costarricenses: Tres días después de que Costa Rica tomara la decisión de llevar sus armas a Nicaragua para defender a sus habitantes de la opresión de los filibusteros, Juanito Mora dijo lo siguiente: "Los que hoy nos vilipendian, roban y asesinan, nos desafían audazmente e intentan arrojar sobre nosotros las mismas ensangrentadas cadenas". Las palabras de Juanito Mora resuenan hoy tan vivas como ayer. Pero, esta vez, la lucha patria es en nuestro propio suelo. Que despierte el eco de su voz, que su heroísmo hunda raíces en nosotros, que su mensaje nos inspire, para salir de nuevo victoriosos y conseguir que prevalezcan, por muchas generaciones más la paz, la concordia y la libertad. Muchas Gracias. |
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