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Los árabes, el islam y la globalización - TicoVisión |
Publicado en 18/09/10 a 07:33:11 GMT-06:00 Por Administrador |
18 de Setiembre de 2010 TicoVisión Por Fauzi Najjar Fuente:Librería Mundo Árabe El siglo XXI plantea al mundo árabe e islámico un reto que puede marcar su futuro durante generaciones. Los árabes están muy preocupados por mantener su identidad cultural y su independencia frente a la superioridad de Occidente y su globalización omnipresente. Prueba de ello es el enorme volumen –casi una inundación– de literatura árabe sobre la globalización y sus “peligros”, además de cientos de seminarios, talleres y conferencias centrados en “el Islam y la globalización”, el legado árabe e islámico y la identidad nacional y cultural. Sin embargo, los intelectuales árabes adoptan tres actitudes diferentes hacia la globalización. Están quienes la rechazan por tratarse de “la fase más avanzada del imperialismo” y una “invasión cultural” que amenaza con dominar al pueblo, socavar su peculiar “personalidad cultural” y destruir su “legado”, su “autenticidad”, sus “creencias” y su “identidad nacional”. Un segundo grupo de pensadores árabes de tendencia laica dan la bienvenida a la globalización como la edad de la ciencia moderna, la tecnología avanzada, las comunicaciones globales y la información basada en el conocimiento. En su opinión, ya no es posible que la gente continúe encerrada en sí misma, regodeándose en un legado del cual es cautiva y alimentando con nostalgia un pasado “ideal”. Invitan a interactuar con la globalización y beneficiarse de sus “verdaderas oportunidades” con respecto al conocimiento, la ciencia y la tecnología, sin necesidad de perder su cultura como individuos árabes y musulmanes. Un tercer grupo anima (quizás ingenuamente) a encontrar una forma adecuada de globalización que sea compatible con los intereses nacionales y culturales del pueblo. Argumentan que la globalización no puede aceptarse o rechazarse por completo. La actitud de este grupo se ha descrito como “neutralidad positiva”, una visión pragmática que actúa en interés propio y busca un término medio, pues la globalización es un fenómeno histórico inevitable con el que los árabes deberán relacionarse. Entremedias también hay otras actitudes hacia la globalización. Este trabajo se centrará principalmente en las implicaciones culturales de la globalización para el Islam, tal y como éste es entendido por los musulmanes, y en particular por los islamistas, quienes son los más reticentes frente a este fenómeno y, en su lugar, buscan promover un “universalismo” islámico que consideran superior a cualquier paradigma cultural impuesto por el Occidente cristiano. Además de centrarse en la globalización desde la perspectiva islamista, este artículo también mostrará las opiniones de los árabes y los musulmanes moderados, quienes mantienen una actitud más abierta, aunque crítica y cautelosa, hacia la globalización. También recibirá una atención especial la manera en que los intelectuales árabes valoran la relación entre su herencia cultural y la globalización. Todas las citas que aparecen en este trabajo han sido extraídas de obras escritas en árabe y han sido traducidas al inglés por el autor, excepto cuando se indique lo contrario. Dado que la globalización se identifica con la superioridad militar, política y económica de EE.UU, también se explicará la actitud de los árabes hacia el poder, la hegemonía, el estilo de vida y los valores culturales de los estadounidenses. Demostraremos que las cuestiones políticas, como pueden ser el apoyo incondicional de EE.UU a Israel, han condicionado las actitudes árabes hacia la cultura estadounidense y la globalización. La globalización es igual a la americanización Todos los árabes –tanto los que se oponen a la globalización como los que están a favor– coinciden en que la globalización es idéntica a la americanización. Opinan que la globalización es un proyecto de EE.UU para difundir la cultura estadounidense como modelo para el mundo entero. Un escritor norteafricano, Abd al-Ilah Balqaziz, equipara la cultura globalizada con la cultura estadounidense, pues “los medios, los poderes, los intereses y los objetivos que dirigen la globalización son todos ellos estadounidenses”. Acusa a Occidente en general y a EE.UU en particular de usar el pretexto de la lucha contra el terrorismo, el fanatismo y la intolerancia para debilitar el Islam, pues los árabes y el Islam serían el único obstáculo frente al actual imperio bajo hegemonía estadounidense. El poder militar y económico de EE.UU, su monopolio de facto sobre el ciberespacio y la revolución de la información, así como su seductora cultura, corroboran la impresión de hegemonía a nivel mundial, lo cual ha llevado a un autor británico a escribir: “A veces, de hecho, es difícil distinguir entre la globalización en sus múltiples formas y la americanización”. Husain Malum escribe que la globalización es el fundamento del orden mundial en el siglo XXI y que la estrategia de las potencias mundiales, con EE.UU a la cabeza, es promover la globalización económica o la supremacía de los mercados sobre el mundo entero, para destruir el poder político de los estados, las naciones y los pueblos. Malum asegura que la globalización está ligada al “nuevo proyecto político estadounidense” y que tiene por objeto unificar el mundo por medio del “capitalismo de mercado”. Sin embargo, otro autor norteafricano afirma que “la globalización no es sólo un mecanismo de desarrollo capitalista. Es también, por encima de todo, una ideología que americaniza el mundo entero y refleja un deseo de hegemonía sobre éste.” Los islamistas radicales consideran la globalización como una nueva dawa (llamada) para eliminar las fronteras entre Dar al-Islam (tierra del Islam) y Dar al-Kufr (tierra de la incredulidad). La globalización, advierten, busca unir a los infieles (los cristianos occidentales) y a los musulmanes bajo la bandera del laicismo y lo mundano, lo cual conduce a la libertad sin restricciones en el nombre de los derechos humanos (tal y como éstos se entienden en Occidente) y el libertinaje, las características distintivas de la decadencia de la civilización occidental. Afirman que, para defender la sharia, el Islam debe oponerse a esta llamada de “los cruzados y los judíos”. Es imposible, afirman, reunir a los musulmanes y a los infieles en la misma categoría con el pretexto de la globalización, “la unidad de las religiones”, “la paz mundial”, “la democracia” o “el laicismo”, pues los musulmanes son una nación que se distingue del resto por una verdadera doctrina islámica, una ley perfecta, y su propia cultura y sistema de valores. No sólo los islamistas han expresado puntos de vista similares. Said al-Lawindi, un conocido periodista y escritor egipcio, describe la globalización como “una forma de hegemonía estadounidense”, calificándola como una pesadilla (kabus). La clase de globalización que él apoya es “la lucha y la resistencia contra esta salvaje hegemonía capitalista y contra el peligro de Davos (el foro económico internacional). La globalización sólo ha producido caos y violencia”. La globalización y la herencia cultural árabe e islámica Los intelectuales árabes y musulmanes se han mostrado muy preocupados por el impacto de la globalización sobre su herencia cultural. En una conferencia titulada “Nuestro legado: presente y futuro a la luz de la globalización” y celebrada en el palacio de la UNESCO de Beirut (Líbano), Rafik Atweh, el coordinador del evento, declaró de forma dramática: “En esta época de tormento e incertidumbre hacia la que nos dirigimos, el individuo árabe está atravesando un periodo de agonía, buscando a duras penas proteger su historia, su legado y sus valores más apreciados”. Manifestando su profunda preocupación, Atweh añadió que los árabes se han precipitado en “un valle de tinieblas, buscando ayuda para poder superar una imponente montaña de acontecimientos siempre cambiantes, en una época en la que no se muestran dispuestos a cambiar la situación”. Los intelectuales insisten en que la globalización “asfixiará” las peculiaridades (jususiyyaf) de la cultura nacional árabe, socavará la moral islámica y acabará con la diversidad cultural. El Dr. Jafar Abd al-Salam, Secretario General de la Liga de Universidades Islámicas, advierte contra el peligro cultural de la globalización y pide un proyecto de renovación cultural “para profundizar en la relación entre los musulmanes y su legado, el cual está repleto de poderosos elementos para poder afrontar todos los desafíos”. Boutros Boutros Ghali, antiguo Secretario General de la ONU, y Jabir Asfur, ambos intelectuales egipcios de mentalidad liberal, advierten contra el intento de imponer “una cultura ajena a nuestras tradiciones”. Asfur describe la globalización como un fenómeno “salvaje” que busca “imponernos condiciones que son contrarias a la diversidad cultural humana y hostiles a las particularidades de cada civilización”. Condena las medidas represivas de la globalización destinadas a unificar el mundo y someter “el globo terráqueo” a un modelo cultural único. Sin embargo, se puede apreciar cómo los intelectuales árabes reconocen a regañadientes que Occidente sigue representando un modelo civilizador y humano digno de ser imitado sin tener que renunciar a las peculiaridades culturales de cada uno o cambiar las tradiciones propias por tradiciones y sistemas occidentales. Por lo tanto, la globalización cultural no puede ser tan mala después de todo, siempre y cuando los árabes estén preparados para ella. El Premio Nobel Naguib Mahfouz , si bien criticaba “la supremacía y la arrogancia” de los estadounidenses, no apreciaba ninguna “contradicción” entre la civilización occidental y la islámica. El Islam y la globalización Los musulmanes siempre han estado orgullosos y preocupados por su religión. El Corán les dice que “sois la mejor comunidad jamás surgida para el bien de la humanidad” (3:110). Este sentimiento se debe al hecho de que para muchos musulmanes el Islam no sólo es una fe, sino también una ley, una sharia que regula todos los aspectos de la vida humana, incluyendo las transacciones económicas, el matrimonio y el divorcio, y los asuntos de Estado. Por lo tanto, cualquier modificación de la sharia equivaldría a debilitar o negar los artículos de fe del Islam. Muchos musulmanes han encontrado más práctico eludir la ley, en lugar de cambiarla. Según esta perspectiva, la imposibilidad de separar las cuestiones religiosas de las profanas, la religión del Estado, habría conferido al Islam y a los musulmanes una tradición de oposición y resistencia al cambio. Cualquier cosa que pueda percibirse como una amenaza para el Islam a menudo provoca una actitud de resentimiento entre algunos creyentes y una llamada para defender y retornar a la primera época de los “antepasados piadosos”. La globalización no es el primer fenómeno que algunos musulmanes consideran como una amenaza para su fe. La occidentalización o la modernización en general siempre ha sido sospechosa de ser una “invasión cultural” procedente del Occidente cristiano. Esta sospecha se remonta a la época de las Cruzadas, y hasta el día de hoy algunos musulmanes siguen llamando cruzados (salibiyyun ) a los cristianos, en particular a los occidentales. Además, la reciente colonización y dominación imperialista de la mayor parte del mundo musulmán a manos de Occidente, la creación del Estado de Israel y el apoyo incondicional que éste recibe, y la actual invasión de dos países musulmanes, Afganistán e Irak, han intensificado los temores y el odio de muchos árabes y musulmanes hacia Occidente. Por lo tanto, la globalización parece ser la culminación de un proceso histórico encaminado a debilitar el Islam. En consecuencia, la mayor parte de la literatura árabe sobre la globalización refleja el temor y la sospecha hacia este nuevo fenómeno. Las opiniones de algunos de los escritores árabes más destacados bastan para demostrar hasta qué punto sus argumentos recuerdan a los empleados contra el modernismo, el imperialismo y la dominación occidental. Adil Husain, un líder declarado de los Hermanos Musulmanes, advierte contra “el engaño y la astucia” de los medios de comunicación occidentales a la hora de “lavar el cerebro” de los árabes y musulmanes. Afirma que los occidentales difunden la inmoralidad y “asfixian nuestra religión e identidad” mediante el control de los medios de comunicación. Como muchos otros, aprecia una “conspiración de EE.UU e Israel” contra el Islam. Basándose en el versículo coránico que afirma que Dios ha hecho de la humanidad “pueblos y tribus” (49:13), rechaza que la globalización pueda crear un solo mundo y una sola cultura. Abd al-Wahhab al-Masiri, un destacado autor musulmán, describe como “ridículas mentiras” la pretensión occidental de que todas las personas sean iguales, que haya un nuevo orden mundial, justicia y derechos humanos, y que el mundo sea una “pequeña aldea” gobernada por una serie de valores universales. Añade con cierto cinismo que “sabemos” que la globalización equivale a la hamburguesa, la Coca-Cola, el McDonald"s y similares. Sostiene que la globalización se basa en un conjunto de valores materiales: el mercado, el sexo y “el hombre preocupado por la economía y el cuerpo”, todo lo cual “niega las peculiaridades humanas, e incluso la humanidad como tal”. Sin embargo, al-Masiri confía en que los valores islámicos “movilizarán esta nación [musulmana] para hacer frente a esa tendencia mortal que disuelve las peculiaridades nacionales y religiosas”. La globalización se equipara con la secularización, lo cual significa, según el Dr. Ahmad Abd al-Rahman, “separar la religión de la vida y reemplazar el Islam por un pensamiento pragmático y materialista de origen europeo y americano”. La globalización en el mundo islámico supondría “la eliminación del Islam como fuente de pensamiento y acción, para que los musulmanes se conviertan en siervos de Occidente”. Los derechos humanos, la libertad y la democracia forman parte del discurso del poder y de los intereses de las naciones occidentales, y de EE.UU en particular. Acusa al gobierno de EE.UU de apoyar a las fuerzas laicas, proteger a apóstatas del Islam como Salman Rushdie y Taslima Nasrin y subvencionar a los orientalistas y a todos los regímenes laicos opuestos al Islam, para imponer la globalización estadounidense en el mundo islámico. En resumen, el pragmatismo y la postmodernidad serían los principios rectores de la globalización estadounidense. El Islam no puede permanecer indiferente ante esta agresión. Abd al-Rahman concluye con estas palabras: “Si queremos evitarla [la globalización], se necesita un nuevo enfoque y una civilización alternativa, basados en la interacción de las verdades islámicas con la realidad actual”. Árabes y musulmanes se muestran en general bastante preocupados con respecto a su identidad cultural ( al-huwiyya), arraigada en la historia y la cultura islámicas. En una conferencia de la Liga del Mundo Islámico celebrada en La Meca y a la cual asistieron 500 eruditos y escritores musulmanes, el Secretario General de la Liga, el Dr. Abdallah al-Turki, advirtió de que “la desgracia se extenderá por todo el mundo si la globalización consigue separar a los pueblos de su cultura y su identidad”. Acusó a EE.UU y a sus aliados de usar los sucesos del 11-S para “dirigir la globalización contra la cultura islámica y despertar los prejuicios cristianos (narat salibiyya ) contra el Islam”. Otros participantes expresaron opiniones similares, demandando el esfuerzo conjunto de los musulmanes para fortalecerse económica, política y socialmente, con el fin de que el mundo islámico pueda resistir la embestida de la globalización occidental. El temor y la preocupación de los árabes musulmanes acerca de la identidad cultural puede parecer exagerado, pero en la mayoría de los casos es real. Al-Azhar, la máxima institución religiosa, asume la tarea de educar a los musulmanes en los valores de su religión y demostrar que “el Islam es válido para todas las épocas”. Una conferencia de eruditos musulmanes, muchos de ellos graduados en al-Azhar, se celebró en Alejandría (Egipto) para abordar esta cuestión. El Dr. Abdallah Sulaiman escribe lo siguiente: “la cultura que nos interesa [consiste en] una firme creencia religiosa, un conjunto de valores, principios, costumbres y tradiciones auténticas...un compromiso con Dios, la familia y la patria, y la lealtad a todo lo que es bueno, realmente justo y liberador.” En un arrebato emocional, Sulaiman se dirige a Occidente en estos términos: “¡cobardes fanfarrones!, vuestra globalización es una hegemonía arbitraria, una autoridad despótica, una injusticia opresora y una oscura maldad, pues se trata de una globalización sin religión ni conciencia. Es una globalización basada en la coacción violenta, el partidismo grotesco, la doble moral, el materialismo dominante, el racismo generalizado, la barbarie atroz y el egoísmo arrogante. Es una globalización que vende ilusiones, lo cual conduce a la perdición y a enterrar los sueños en el fondo de la nada, esparciendo flores sobre los cadáveres de los hambrientos”. Una serie de destacados estudiosos han lanzado su artillería pesada contra la globalización cultural. El Dr. Salim al-Awwa, un distinguido erudito musulmán egipcio, escribe que la globalización tiene una significación (maflium ) cultural que se expresa en términos de la cultura occidental, con el fin de difundir y promover el dominio de esa cultura. Insiste en que la única alternativa de los musulmanes es hacer valer “nuestra identidad cultural y religiosa” frente a la globalización. Añade que “el Islam se mantuvo firme frente a las anteriores invasiones y no se mostrará impotente frente a las nuevas”. En un libro titulado Al-Muslimun wa al-Awlamah, Yusuf al-Qaradawi, un renombrado erudito islámico y el telepredicador más popular del mundo árabe, describe la globalización como “un nuevo imperialismo, un destino que nos ha sido impuesto”. Comparando esta “americanización del mundo” con el universalismo islámico (al-alamiyya) que reconoce a todos los pueblos del mundo como hermanos (véase Corán, 21:107 y 25:1), Qaradawi acusa al Occidente cristiano de no hacer nada cuando los musulmanes son atacados. “Ni EE.UU ni la OTAN han mostrado la menor preocupación por lo que está sucediendo en la República Islámica de Chechenia, mientras que presionaron a Indonesia para que diera la independencia a Timor Oriental (una parte de la patria), porque es mayoritariamente cristiana”. Acusa a Occidente –EE.UU en particular– de usar un doble rasero: uno para los musulmanes y otro para el resto del mundo. Afirma que EE.UU “se siente inquieto por el hecho de que Pakistán, un país islámico, posea la bomba atómica, pero no pone ninguna objeción a que la tenga un país hindú como la India, un país budista como China, un país católico como Francia, un país ortodoxo como Rusia, un país protestante como Gran Bretaña o un país judío como Israel”. Para Qaradawi, el mayor peligro de la globalización afecta a “nuestras creencias, valores, literatura e idioma”. Afirma que la cultura de la globalización es la del consumo y el libertinaje, la cual justifica lo prohibido por las religiones de Dios y los ideales del hombre. Permite sin ambages el nudismo y dispone de locales especiales donde éste se practica. Se trata de una cultura del sexo libre y sin tapujos, e incluso permite los matrimonios entre personas del mismo sexo. Qaradawi se muestra preocupado por el hecho de que la juventud árabe y musulmana pueda caer víctima de los encantos y las tentaciones occidentales. Más irritante para Qaradawi es la propagación de lo que él llama “modernos relatos judíos” (israiliyyat) como el Holocausto, que considera una “mentira fabricada”. Aunque parezca extraño, dice que los concursos de belleza son “la globalización del cuerpo femenino” y condena las industrias dirigidas a la mujer, las cuales, para obtener grandes beneficios, hacen caso omiso de la moral, la religión y los argumentos humanos. La excitación sexual es el sello distintivo de la publicidad en Occidente, en especial la dirigida a la juventud. En resumen, Qaradawi afirma que todas estas actividades denigran a la mujer. Qaradawi se muestra muy crítico con los intelectuales árabes y musulmanes que defienden la globalización, rechazando el argumento de que la cultura sea universal, y no occidental. Distingue entre cultura y ciencia. Las leyes científicas son universales y no se ven afectadas por las religiones, los países o los pueblos, mientras que cada cultura tiene sus características propias. “La cultura no es un conocimiento puro y abstracto; es un conocimiento y un saber mezclados con valores y creencias, encarnados en los actos y reflejados en el arte y la literatura, los cuales se aprenden y se experimentan. Esta influenciada por la religión, el entorno lingüístico y el legado de cada civilización, así como por la interacción, positiva o negativa, con los demás”. Como defensor de la “autenticidad” árabe y musulmana, Qaradawi, como muchos otros escritores con inclinaciones islamistas, rechaza la “importación” de ideologías y doctrinas “que se desarrollan en un territorio distinto a nuestro territorio, se dirigen a un pueblo distinto a nuestro pueblo, expresan una filosofía distinta a nuestra filosofía, invocan a un Dios distinto a nuestro Dios y tienen que ver con un universo cuya cultura es distinta a nuestra cultura”. Considera la globalización como un intento permanente de “cristianizar el mundo” imponiendo un “imperialismo religioso” por medios militares, económicos, políticos, etc. Afirma que, en última instancia, todo ello está al servicio de Israel y el proyecto sionista. [31] Admitiendo que la globalización es inevitable, Qaradawi aconseja una actitud comedida hacia ella. Sin embargo, “no debemos aceptarla tal cual...Nosotros los árabes, los musulmanes, los africanos y todos los pobres y los miserables de la tierra debemos [cooperar] para protegernos de esta nueva invasión”. No obstante, afirma de manera un tanto simplista que no hay nada de malo en beneficiarse de loa logros positivos de la globalización, a condición de que “rechacemos su materialismo y su perniciosa moral”. Asegura que el Islam sigue siendo una protección. Qaradawi sugiere que el primer paso para mejorar la vida de árabes y musulmanes es “saber qué estamos haciendo mal y no culpar a los demás de todos nuestros errores. Debemos esforzarnos para cambiarnos a nosotros mismos, nuestras vidas y nuestra sociedad, de acuerdo a la divina Sunna” (véase Corán, 13:11). Consciente de la imagen calamitosa que los islamistas radicales han dado del Islam, invita a relacionarse con Occidente para corregir las ideas falsas que éste tiene sobre el Islam. Al mismo tiempo, “hacemos un llamamiento a Occidente para que abandone las viejas enemistades y las nuevas estrategias para controlar nuestros países y nuestros recursos. La época del imperialismo acabó. Debemos ser libres para organizar nuestras vidas conforme a nuestras creencias. Occidente no debe imponernos por la fuerza su filosofía, y tampoco debe tratarnos como enemigos”. Dice que el Islam es una religión pacífica y que los musulmanes que emplean la violencia no representan al Islam, pero se ven forzados a practicar la violencia y el extremismo debido a la injusticias de Occidente. Más tarde declara que es legítimo matar a civiles estadounidenses y que él ha apoyado a Osama bin Laden y a los talibanes. Paradójicamente, arremeter contra EE.UU como él lo hace no le parece incompatible con tener a dos de sus hijos estudiando en aquel país y a otro en la Universidad Americana de El Cairo. Para Muhammad Qutb, otro destacado pensador islamista, la globalización es la peor forma de imperialismo, “una forma inicua y arrogante que no sólo busca saquear los medios de subsistencia de los pueblos, sino también borrar su identidad y convertirlos en siervos y esclavos”. Dirigida específicamente contra los musulmanes, la globalización, en palabras de Qutb, “es un pulpo que extiende sus tentáculos en la política, el pensamiento, la religión, la moral, la cultura, las tradiciones y las costumbres”. Acusa a los musulmanes de desatender sus obligaciones religiosas, y acusa en particular a los musulmanes laicos de sucumbir al atractivo de la globalización. No duda de que el Islam es superior a la globalización y a la civilización occidental, la cual es una “civilización depravada”. El Islam es “el único sistema válido y digno de confianza”. Mientras que la globalización impone un estilo de vida concreto –el americano–, el Islam reconoce la diversidad. El tema central de la crítica y el rechazo de los islamistas a la globalización es su énfasis en el derecho a la “diversidad cultural”. Abd al-Aziz al-Tuwaiyiri, Director General de la Organización Islámica para la Educación, la Ciencia y la Cultura (ISESCO, en sus siglas inglesas), invoca la declaración de la Cooperación Cultural Internacional, emitida por la Conferencia General de la UNESCO el 4 de noviembre de 1996, la cual habla de la dignidad de todas las culturas y del derecho y el deber de todos los pueblos a desarrollar su propia cultura, afirmando que “todas las culturas, con su rica diversidad, diferencias e influencia mutua, forman parte de la herencia común de la humanidad en su conjunto” y que “las diversas identidades y características no son incompatibles en absoluto con los intereses compartidos por pueblos y naciones, siempre y cuando aquellas puedan desarrollarse en el contexto de una cooperación humana basada en el conocimiento y la coexistencia mutuos”. Al-Tuwaiyiri afirma que “acabar con la identidad de los pueblos mediante la insidia y la coacción no sólo desviaría el curso natural de los acontecimientos y supondría una rebelión contra las leyes del universo y la esencia de la vida, sino que también sería una violación de las propias leyes acordadas por los seres humanos, usurpando peligrosamente las normas del derecho internacional y amenazando la paz, la seguridad y la estabilidad del mundo”. Al-Tuwaiyiri se pregunta cómo puede ser protegida la identidad cultural “en el contexto de una globalización a gran escala”. Considera que la actitud occidental con respecto a la identidad de los pueblos es “claramente contradictoria”. Mientras Occidente se enorgullece de su propia identidad, se niega a reconocer la identidad nacional de los pueblos no occidentales. En un alegato arrollador, afirma que la globalización equivale a la hegemonía estadounidense y “es absolutamente incompatible con las normas del derecho internacional y la realidad de las relaciones internacionales, por no hablar de la economía y la soberanía nacionales y el principio de la diversidad cultural”. Advierte sobre un colapso en la estabilidad mundial y una “anarquía generalizada en el modo de pensar y en la conducta”. No obstante, Al-Tuwaiyiri está convencido de que la humanidad, y no sólo el mundo árabe e islámico, “no puede librarse de las restricciones de la globalización...aunque puede, sin embargo, elaborar a nivel teórico y práctico una corriente contracultural adecuada para hacer frente al ímpetu del fenómeno de la globalización...en espera de la aparición de nuevas potencias mundiales que actúen como oponentes, o al menos contrapesos, de las potencias que actualmente llevan las riendas del orden mundial”. Por último, Al-Tuwaiyiri sugiere que “la voluntad internacional deberá orientar el empuje de la globalización hacia la ciencia, la tecnología y el conocimiento en general, de modo que los aspectos culturales y científicos tengan más peso que los económicos y los políticos, a fin de salvaguardar los intereses nacionales de los estados, los derechos de los individuos y las comunidades y la identidad de los pueblos y las naciones”. Por lo tanto, “la globalización debe coexistir con las distintas identidades dentro de un marco de diversidad cultural, para lograr la prosperidad humana y la paz mundial. Sólo entonces la globalización podrá ser una bendición para la humanidad, en lugar de una maldición”. El Dr. Muhammad Sayyid Tantawi, rector de al-Azhar, no se opone a la globalización, siempre que ésta elimine las barreras entre los pueblos del mundo para que puedan “favorecer la justicia y la piedad, y no el pecado y la acritud” (véase Corán, 49:13, entre otros). Lo que los musulmanes rechazan es “negociar con cosas prohibidas por Dios. La humanidad puede disfrutar y beneficiarse de los productos de la civilización, siempre y cuando estén dentro de los límites fijados por Dios”. Concluye diciendo que los musulmanes nunca cambiarían lo que está basado en las sharia y ordena la justicia, la seguridad y la paz, por algo menos bueno”. |
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