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El mercado de la islamofobia - TicoVisión |
Publicado en 18/09/10 a 10:13:10 GMT-06:00 Por Administrador |
18 de Setiembre de 2010 TicoVisión Por Teodoro Leon Gross Diario Sur La islamofobia definitivamente prospera como cebo electoral. Con el 11 – S de fondo, se vislumbra su vitalidad. No se trata de la polémica de la mezquita en la Zona Zero y el sentimiento inevitable de provocación por ese proyecto sobre las ruinas del World Trade Center. Meses antes los suizos ya habían prohibido levantar minaretes en el país reservando su ‘skyline’ a las cumbres nevadas y las catedrales. En Alemania, el banquero Thilo Sarrazin se ha convertido en una figura estelar con su tesis islamófoba que seduce, según las encuestas, a seis de cada diez alemanes. En Países Bajos, Geert Wilders, con la prohibición del Corán, continúa la vía emergente de Pim Fortuyn. Eso gana votos en Inglaterra, Italia, Dinamarca, incluso Noruega. El sector más conservador del PP ensayó un conflicto a medida sobre el velo en Madrid; socialistas y nacionalistas en Cataluña han aprovechado la coartada del burka. El éxito de la quema de coranes, con su absurdo eco mediático, se inscribe en esa corriente. De hecho, la polémica de la Zona Zero arranca de los blogueros ultras de ‘Stop Islamization of America’. Aunque Obama haya recordado que no hay una guerra con el Islam sino con Al – Qaida, los observatorios de islamofobia tienen el mapa occidental lleno de frentes. Los atentados del 11 – S contra los valores occidentales codificaron la barbarie del fundamentalismo islámico. No se trata del Islam, desde luego; pero a diferencia del cristianismo, que ha superado el filtro de la razón ilustrada o lo Kant denominaba «la mayoría de edad del ser humano», el islamismo carece de la experiencia esencialmente moderna de la democracia, como advierten Habermas o Derridá. Y esto impone reservas lógicas en Occidente, con el deber de vigilar y perseguir el islamismo radical que agrede su estilo de vida y valores. El riesgo es llevar esto a la histeria, a las fantasías islamofóbicas al modo de Oriana Fallaci, y al final sacrificar la tolerancia esencial en el propio legado de la Ilustración para reinventar las cruzadas. El ‘background’ de las caricaturas de Mahoma o del Manifiesto de los 12 no se puede ocultar tras la retórica del buenismo, y mucho menos las formas sangrientas de terror, pero tampoco dejarse seducir por la tentación de la intolerancia como en Teherán o Islamabad, mimetizando las simplificaciones de Hollywood al reemplazar al viejo enemigo soviético tras caer el Muro por el nuevo enemigo del turbante. Edward Said ya retrató en ‘Orientalismo’ la compleja herencia perversa del colonialismo sobre el Islam. La respuesta de Occidente pasa por la fe en sus valores ilustrados, no por la xenofobia con la que ya coquetea incluso Sarkozy tanteando el mercado electoral. |
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