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Palabras de la Presidenta de Costa Rica Laura Chinchilla Miranda - TicoVisión |
Publicado en 01/12/10 a 16:21:23 GMT-06:00 Por Administrador |
01 de Diciembre de 2010 TicoVisión Fuente:Casa Presidencial Costa Rica Queridas amigas y amigos: En la Historia Universal existe un día que todavía no se estudia en las escuelas del mundo, porque fue un día precursor y visionario que estaba demasiado adelante de su propia época. El 1ro de Diciembre de 1948, José Figueres Ferrer, llegado al poder por la fuerza de las armas, abolió de un golpe el Ejército en Costa Rica. Con el gesto insólito de un mazazo, aplastó los últimos vestigios de una civilización de guerra. Ese día, este pequeño país le dio una de las mayores lecciones de cultura y civilidad al género humano. En esa hora, Costa Rica mostró con hechos “que no hay caminos para la paz, porque la paz es el camino”, como decía Ghandi. Hoy conmemoramos ese día, que hizo realidad las palabras de nuestro himno nacional: con un gesto de paz conquistaron los hijos de Costa Rica, “labriegos sencillos, eterno prestigio, estima y honor.” Mucho se ha hablado y escrito sobre los impactos que ha tenido la abolición del ejército en nuestro desarrollo nacional. Logramos transitar los momentos políticos más convulsos de una América Latina desangrada por las asonadas militares y por la sistemática violación a los derechos humanos, preservando nuestra democracia y nuestro estado de derecho. En medio de una región agobiada por la exclusión social, logramos avanzar en nuestro desarrollo humano hasta colocarnos en los niveles más altos de Latinoamérica. A pesar de haber nacido como una de las naciones más pequeñas y pobres de la región, nos convertimos en el único país centroamericano con crecimiento económico prácticamente sostenido hasta el día de hoy y con ingresos per cápita mayores que todos nuestros hermanos centroamericanos. Si me preguntaran cuál ha sido la diferencia que nos ha permitido convertirnos en lo que hoy somos, les diría que el desarme, la apuesta permanente por la paz, la abolición de la tentación autoritaria, que nos ha llevado a tener como único ejército pacífico el de nuestro Estado de Derecho cimentado en la educación y el amor a la libertad. No tener ejército ha creado una ética cívica incomparable. Nuestro imaginario colectivo tiene un ideario de conquistas diferentes. Aquí soñamos, con combatir la ignorancia, con derrotar las enfermedades, con acumular victorias en nombre de un desarrollo sostenible. Es justo reconocer que no fue esa una decisión sencilla, ni exenta de peligros, todo lo contrario, fue una decisión valiente como muy pocas en el mundo, porque a partir de ese momento nos obligaba a responder a la violencia con el derecho, y a la agresión con la razón. Los acontecimientos de los últimos días han puesto a prueba nuestras más profundas convicciones. En medio de la justa indignación que sentimos por nuestro territorio, militarmente ocupado y por nuestra naturaleza, irreversiblemente ultrajada, debemos demostrarle al mundo y a nosotros mismos de qué estamos hechos. Escucho el grito ahogado de cientos de miles de costarricense que hoy claman exigiendo respeto y comparto sus horas de angustiosa espera ante el ansiado momento de recuperar nuestro derecho a vivir en paz. Sin embargo, debo decirle a Costa Rica que no serán los desplantes y caprichos de dirigentes políticos de otros confines lo que nos descarrilará de una tradición casi sagrada para nuestro país. No serán sus reiteradas provocaciones las que nos arrastrarán a los escenarios de violencia y agresión a que están acostumbrados. No serán ellos quienes escudados en el poder de las armas, vengan a decirnos en qué consiste ser valientes. A ellos, hoy me permito recordarles una cosa: sólo los cobardes son valientes con los indefensos. Debemos, sin embargo, extraer una importante lección de esta difícil coyuntura por la que estamos transitado: un país desarmado no debe ser sinónimo de un país territorialmente indefenso. Al declarar oficialmente disuelto el ejército, la Junta Fundadora de la Segunda Repúbica consideró “suficiente para la seguridad de nuestro país la existencia de un buen cuerpo de policía.”. La ausencia de un ejército, no debe implicar ausencia de protección civil de nuestros recursos y de nuestro territorio. Debemos intensificar el fortalecimiento de las capacidades de nuestra fuerza pública, sometida hoy y siempre a la enorme responsabilidad de salvaguardar la inmensa extensión y las difíciles condiciones geográficas de nuestras fronteras, con recursos escasísimos y capacidades disminuidas. Por ello, seguiré abogando, sin descanso, por la necesidad de contar con recursos frescos que vengan a financiar una policía civilista y profesional, debidamente equipada y entrenada. Mientras tanto y a partir de los escasos recursos con que hoy nos toca trabajar, hemos intensificado algunas acciones policiales: he instruído al Ministro de Seguridad Pública para que se refuerze el cordón policial fronterizo a lo largo de la frontera norte, sin afectar en absoluto nuestro cumplimiento de la resolución aprobada por la OEA sobre la zona de Isla Portillo en Isla Calero; especial atención recibirán los puestos ubicados en la boca del Río Colorado y en las desembocaduras de los ríos San Carlos y Sarapiquí, así como el patrullaje en la Barra del Colorado y en los Canales de Tortuguero. También, le he solicitado acelerar el proceso de conformación de la Policía de Fronteras mediante jornadas de entrenamiento especial que estarán recibiendo un grupo de oficiales de la Fuerza Pública. Finalmente, apelando al profundo sentido cívico y de servicio de nuestra población, fortaleceremos el programa de Reservistas de la Fuerza Pública, llamando a más costarricense a prestar su servicio en ella para reforzar su trabajo de asistencia a la población civil. Acorde con nuestra vocación y nuestra convicción, seguiremos esperando las resoluciones de los organismos internacionales en torno al territorio que hoy se encuentra ocupado. Pero no permitiremos, escúchennos bien, no permitiremos mayores violaciones a nuestra integridad territorial. Los acontecimientos de estos días, han puesto también a prueba la madurez del ordenamiento jurídico internacional y nos llaman a reflexionar sobre la importancia de nuestra diplomacia y de nuestra acción global y regional. Hemos pedido la intervención y solidaridad de la comunidad interamericana, de la comunidad internacional, porque no somos, reitero, no somos gestores de conflictos bélicos ni tomamos partido en ellos. Creemos en el poder de la razón y no en la razón del poder; nos anima la vocación de Atenas, no la de Esparta. Aunque a ratos nos sintamos agobiados por la parsimonia propia del derecho internacional, tenemos que admitir que venimos avanzando. Hasta ahora nos ha favorecido la iniciativa y el sentido de oportunidad con que hemos actuando, hasta ahora la fuerza de nuestra convicción y los argumentos esgrimidos, nos han dado la razón. Es cierto, los resultados sobre el terreno no han llegado con la velocidad con que dispara un cañon, o con la contundencia con que aniquila un fusil. Pero son resultados que tarde o temprano nos darán la razón, sin haber claudicado un ápice en la defensa de nuestros principios y de nuestros valores. La pacífica y civilizada herencia de nuestro pueblo seguirá prevaleciendo. Al final del día, triunfaremos, triunfaremos y escribiremos una página gloriosa más de nuestra historia de respeto y de civismo. Una historia que, para ser heroica, no necesitará sangre derramada. Una historia de un país que ha sabido ser consecuente y que le recordará la mundo las palabras que hace 62 años pronunciara Don Pepe en este mismo lugar “¡Oh, América! –dijo don Pepe ese día- Otros pueblos, hijos tuyos, te ofrendan sus grandezas. ¡La pequeña Costa Rica desea ofrecerte siempre, como ahora, junto con su corazón, su amor a la civilidad y a la democracia! Muchas gracias! |
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