San José.-Nuestra crítica editorial no es negativa sino constructiva, en pro de que nuestra Presidente de La República se acompañe del equipo que realmente la puede llevar a terminar su período con excelentes resultados, y no de gente que puede prestar más eficientemente sus servicios en las áreas que realmente conocen.

Nos referiremos al caso de la posición de nuestra cancillería ante el acto digno de las antiguas tribus Bárbaras que llevo a cabo el Estado de Israel en la “matanza indiscriminada” de gentes pacíficas e inocentes, originarias de varias naciones del mundo.

El comunicado de nuestra cancillería es débil y mal orientado, parece haber sido redactado y escrito por un adolescente, y no por una persona capacitada y conocedora de las obligaciones, deberes y regulaciones internacionales, y de los compromisos adquiridos por el Estado Costarricense a favor de la PAZ a través de diferentes documentos suscritos en foros mundiales. Da pena realmente, que de un país digno y altamente democrático, “DEMOCRACIA QUE HA SIDO EJEMPLO PARA EL MUNDO”, se haya manifestado de manera tan tímida y blandengue, rayana en la mediocridad y la cobardía ante lo que realmente aconteció en contra de una misión humanitaria.

Nuestro Canciller, expone un débil sentimiento por las muertes acaecidas, como si las mismas hubiesen sido producto de un combate parejo entre dos fuerzas similares, y no un crimen atroz y descarado contra gentes, cuyas únicas armas eran juguetes, alimentos, artículos de primeros auxilios, para una población que está en un “enorme campo de concentración” llamado Gaza, y al mejor estilo hitleriano de los años cuarenta, ganándole en proporciones al famoso campo de Auschwitz, a solo 60 kmts de Cracovia.

Aunque no sea de manera definitiva, un país representativo de la primer democracia en América Latina y de altos valores de pacifismo como Costa Rica, debe y tiene la obligación de “SUSPENDER RELACIONES DIPLOMÁTICAS CON EL ESTADO DE ISRAEL”, al menos hasta que este de una aclaración veraz  y creíble, o al menos un acto de aceptación de tan grave error de graves proporciones.