En Nueva York, el Consejo de Seguridad de la ONU adoptó por unanimidad una serie de sanciones contra el dirigente libio y sus allegados. Pero nada indica que la congelación de los haberes del clan Khadafi en el extranjero, la prohibición de viajar y un embargo sobre las ventas de armas a Libia basten para acabar con la política de represión del "Guía" de la revolución libia.

Y eso que el presidente de los EEUU Barack Obama insistió en ello, al declarar que el coronel Khadafi había perdido la legitimidad al frente del país y debía "marcharse ahora".

La responsable de la diplomacia europea, Catherine Ashton, además de pedir de nuevo el cese "inmediato" de la violencia, advirtió el domingo al régimen que la represión tendrá "consecuencias" para el coronel Khadafi y los suyos.

En la misma sintonía, la cancillería rusa condenó el uso "inaceptable" de la fuerza contra los civiles.

La oposición armada controla el este del país, pero la situación es confusa en las ciudades cercanas y aledañas a Trípoli. En Zauiya, a 60 km al oeste de la capital, las autoridades que organizaban un viaje para periodistas "invitados" por el régimen se toparon con miles de manifestantes que gritaban "¡abajo el régimen, queremos la libertad!".

Según testigos, los manifestantes anti-Khadafi parecían controlar la ciudad. Muchos estaban armados y algunos de ellos dispararon al aire durante la manifestación. No se veía presencia de los servicios de seguridad libios en la ciudad, a la que los periodistas fueron trasladados por el organismo oficial encargado de la prensa tras los combates registrados el jueves pasado. Estos combates causaron más de 35 muertos, según la Liga de los Derechos Humanos libia.

En Bengasi, la segunda ciudad del país y epicentro de la revuelta a 1.000 km al este de la capital, la oposición se organiza y espera que Trípoli se "libere". El ex ministro de Justicia Mustafá Abdel Jalil, quien dimitió en protesta por la violenta represión de la revuelta popular, mencionó la creación de un gobierno de transición encargado, principalmente, de preparar elecciones.

Este gobierno comprendería "personalidades militares y civiles. Estaría vigente como máximo tres meses. Luego habrá elecciones justas y la gente podrá elegir a su dirigente", afirmó.

Abdel Jalil descartó negociar con Khadafi para permitirle, eventualmente, marcharse del país y afirmó que el líder libio debe ser juzgado en Libia. En Trípoli, sólo circulaban los milicianos del coronel Khadafi a bordo de todoterrenos. Había puestos de control alrededor de la capital, donde el pan y la gasolina estaban sometidos a racionamiento, contó un habitante por teléfono.