La Encíclica, defendía la propiedad y el derecho del obrero de disponer libremente de su salario, al mismo tiempo que condenaba al capitalismo como causa de la pobreza, tomando el concepto de John Locke de que “la apropiación excesiva era injusta”.

Es interesante ver en ese histórico documento de 1891, como mentes avanzadas de la Iglesia, reclamaba “un salario para el obrero que le permitiese subsistir y tener una vida razonablemente cómoda y que, si aceptada malas condiciones laborales, debido a la necesidad o al temor, el trabajador era una víctima de la injusticia”

Una enseñanza social que manifestaba la “necesidad de adoptar medidas a favor de los obreros, con la consiguiente intervención del Estado, en normas de higiene y seguridad en el trabajo, tutela del descanso dominical, limitación de horarios y jornadas laborales”.

Se puede decir que la encíclica influenció profundamente a que la Iglesia Católica, apoyase a los sindicatos y/o uniones del mundo entero en sus luchas por un salario justo, lo cual sin duda era visto como una política radical izquierdista, pero nosotros lo vemos como una campanada de alerta al capital, de que si no mejoraban las condiciones de los obreros, vendrían falsos profetas a corromper el movimiento sindical obrero, como sucedió en Rusia y posteriormente con los llamados movimientos socialistas.

Nos dice Wikipedia (La enciclopedia libre), que “muchas de las posiciones de Rerum Novarum fueron completadas por encíclicas posteriores, especialmente Quadragesimo Anno (1931) de Pío XI, Mater et Magistra (1961) de Juan XXIII, y Centesimus Annus (1991) de Juan Pablo II.

Les recomendamos internarse en las arriba mencionadas encíclicas, ya que su contenido sobrepasa los siglos, así como Rerum Novarum, que en su acápite 14, Leon XIII, carpintero en su juventud, nos da un mensaje de paz:
“14. Es mal capital, en la cuestión que estamos tratando, suponer que una clase social sea espontáneamente enemiga de la otra, como si la naturaleza hubiera dispuesto a los ricos y a los pobres para combatirse mutuamente en un perpetuo duelo. Es esto tan ajeno a la razón y a la verdad, que, por el contrario, es lo más cierto que como en el cuerpo se ensamblan entre sí miembros diversos, de donde surge aquella proporcionada disposición que justamente podría llamarse armonía, así ha dispuesto la naturaleza que, en la sociedad humana, dichas clases gemelas concuerden armónicamente y se ajusten para lograr el equilibrio. Ambas se necesitan en absoluto: ni el capital puede subsistir sin el trabajo, ni el trabajo sin el capital. El acuerdo engendra la belleza y el orden de las cosas”.

El arzobispo de Westminster, cardenal Henry Edward Manning, influyó mucho en la redacción de Rerum Novarum, que estuvo a cargo de un brillante catalán, nativo de la Provincia de Lleida, España, de apellido Nogues.

Hasta la próxima semana con EL ARCHIVO CXXXIX.